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Campañas CDMX: entre lo ramplón y el disco rayado (III)

La única manera de mejorar la calidad de vida en la CDMX es sometiéndola a un largo y profundo proceso de transformación; a grandes problemas, grandes remedios

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Escrito en OPINIÓN el

Continuamos la serie de entregas sobre las campañas de la CDMX, a unos días de haberse celebrado el primero de los debates entre los siete candidatos, en el que participaron las cinco mujeres y los dos hombres que aspiran al puesto de Jefe de Gobierno.

Pasan los días y lamentablemente no ha cambiado la impresión que tenemos (y que da el título a esta entrega) sobre la calidad de las propuestas hasta ahora presentadas por todos los candidatos. Si bien varios de ellos trataron de sorprender en el debate con algunas novedades, hay que decir que nos han quedado a deber las justificaciones, las explicaciones y los beneficios esperados de lo que han presentado desde entonces. Hagamos un repaso del material con el que contamos hasta ahora, en lo que se refiere al primero de los temas planteados en el debate: urbanismo y sustentabilidad.

Campañas CDMX: entre lo ramplón y el disco rayado

Afirmaciones de fantasía


Primero debemos decir que de los siete, hay dos candidatos que no tienen absolutamente nada que hacer en la contienda: Marco Ignacio Rascón Córdova y Lorena Osornio. El primero tiene el mérito de ser un luchador social bien intencionado, pero da la impresión de estar muy lejos de poder encabezar un gobierno profesional; Osornio no presenta ninguna de las cualidades mínimas necesarias para gobernar una ciudad como esta.

De los otros cinco, empecemos con el único hombre que queda, Mikel Arriola, un administrador priísta cuya campaña pretende cooptar a los votantes más conservadores de la ciudad, aquellos que todavía defienden los valores católicos tradicionales que se oponen a los matrimonios del mismo sexo y a otras libertades ganadas a pulso en esta ciudad.

En cuanto a sus propuestas, estas son igualmente provocadoras, pero porque son afirmaciones de fantasía, proyectos irrealizables en seis años o bien arrebatos que pretenden impresionar, pero que no tienen fundamentos creíbles. Durante el debate dijo que pretende construir 100 kilómetros de Metro, bajar tiempos de traslado de 3 horas a 40 minutos en trayectos de trenes suburbanos, regalarle a la población 2 horas más con su familia, reducir en 25% la contaminación e instalar 2 millones de sistemas de captación de agua pluvial. No hay que hacer análisis muy profundos para darse cuenta de que nada de lo que promete es cumplible.

Purificación Carpinteyro fue más sensata e hizo un par de propuestas específicas: invertir 60,000 millones de pesos en mejorar el servicio del Metro, básicamente reparando todos los trenes que hoy no funcionan, y poner concreto permeable para captar agua de lluvia. El problema es que estos son solo dos aspectos de muchos otros que impiden que el Metro funcione eficientemente y que no se aproveche el agua pluvial. En cuanto al concreto, no dio cifras que permitan dimensionar el tamaño de su propuesta.

Mariana Boy prometió construir 50 kilómetros de Metro, 40 de Metrobús, eliminar los subsidios al agua para grandes consumidores y proponer el establecimiento de horarios escalonados. El tema del agua es mucho más complicado que eliminar subsidios, además de que ello no tendría ningún efecto pues se refirió a consumidores de altos recursos para los que la eliminación del subsidio (lo cual equivale a un incremento de la tarifa) no hace ninguna diferencia: seguirían consumiendo las mismas cantidades. Establecer horarios escalonados es una propuesta que va en la dirección correcta, pero aplicada aisladamente o no serviría de mucho, o sus efectos podrían ser contraproducentes. 

Desconexión de objetivos y propuestas


Claudia Sheinbaum y Alejandra Barrales fueron las que más aspectos abordaron, pero dejando tantas o más dudas que los otros participantes. Como lo he mencionado en entregas anteriores creo que su gran problema de inicio es que, a pesar de los muchos asesores que tienen, siguen contando con diagnósticos incompletos realizados con metodologías que hoy en día son indudablemente anacrónicas. La prueba de esto no puede ser más clara y se ve en la desconexión que hay entre los objetivos que plantean y las propuestas que hacen para alcanzar esos objetivos. Veamos algunas de sus propuestas y después comentaré por qué las sigo viendo débiles.

Si bien Claudia Sheinbaum es la única que ha planteado trabajar en la coordinación de los diferentes sistemas de transporte (lo cual es imprescindible), no mencionó cifras ni para el Metro ni para el Metrobús, pero habló de 38 kilómetros para el “cablebús” que supongo sería una especie de teleférico. Habló de parar los megadesarrollos inmobiliarios, de la detección de fugas de agua y de poner sistemas de captación de agua pluvial en 100,000 viviendas.

Campañas CDMX: entre lo ramplón y el disco rayado (II)

Alejandra Barrales prometió 250 kilómetros de ciclopistas, una tarjeta universal de transporte con seguro médico y de vida, transporte público gratuito para estudiantes de prepa y universitarios, 50 kilómetros de “metroférico”, que suponemos que es el equivalente al “cablebús” de Sheinbaum; 25 kilómetros de Metro, y aprovechar las instalaciones del actual aeropuerto para poner una universidad pública y algunas otras cosas. Aunque no lo mencionó explícitamente en el debate, ha insistido en que su plan de ciudad a 30 años resolverá los problemas de la CDMX.

¿Y el urbanismo y sustentabilidad?


Recordemos que uno de los dos temas del debate era urbanismo y sustentabilidad y sin embargo ninguno de los 7 participantes abordó el tema del desarrollo urbano, mucho menos las relaciones que hay entre este y la sustentabilidad. La mención de Sheinbaum para detener los megadesarrollos es una propuesta aislada que se preocupa más por atender las molestias de los vecinos que por plantear un principio de orden urbano.

Este es un clarísimo ejemplo de la desconexión a la que me refiero: todos creen que incrementar para donde sea los kilómetros de Metro, Metrobús y sistemas periféricos de transporte es la mejor política posible, reciclando una vez más la vieja idea que se viene arrastrando desde hace décadas, aquí y en todas las otras ciudades de México, sin importar los partidos que las gobiernan, según la cual los problemas de movilidad se resuelven invirtiendo más y más en transporte público. No importa que la evidencia y los datos lo desmientan; no importa que la cosa esté cada vez peor aún en ciudades que han invertido en más Metro y más Metrobús.

El problema es que sus diagnósticos no atinan a encontrar el problema de fondo, que tiene que ver con las relaciones que se dan entre la estructura urbana y las necesidades de desplazamiento y consumo de la población. Esas necesidades ignoradas en los diagnósticos y que dependen del marco legal del desarrollo urbano; de la distribución espacial de los orígenes y destinos; de los cambios en la demografía y en los tejidos sociales de la ciudad y de los municipios conurbados; de la infraestructura y el grado de interconectividad de los sistemas de transporte; de la cantidad y distribución de guarderías; de la distribución espacial de la riqueza y de los incentivos gubernamentales para la creación de empleo; y de muchas otras variables que no son tomadas en cuenta por el afán de seguir arrastrando una política que no ha funcionado en ningún lado.

La única manera de mejorar la calidad de vida en la ciudad es sometiéndola a un largo y profundo proceso de transformación; a grandes problemas, grandes remedios. El ímpetu de reconstrucción que surgió después de los sismos de septiembre del año pasado pudo haber marcado un punto de inflexión, pero todo se quedó en unas cuantas pequeñas ideas y un escándalo marcado por la rebatinga de los recursos destinados a la construcción de inmuebles derrumbados o dañados. Qué forma de desperdiciar una gran oportunidad.

Barrales ha estado presumiendo la elaboración de un plan a 30 años como la mejor opción de resolver los problemas de la ciudad. Caray, si solo supiera que con la visión que trae no importa si el plan es de 20, 30, 50 ó 100 años más, los resultados no serán distintos de lo que ya hemos padecido muchas veces. Le han hecho creer que con ese horizonte de largo plazo todo saldrá mejor, e ingenuamente lo ha comprado y lo presume inocentemente en su campaña.

Sheinbaum resalta la innovación y defiende la aplicación de la ciencia para resolver los problemas de la ciudad, pero lo que ha propuesto deja mucho que desear y no permite inducir que haya mucha ciencia atrás.

Seguiremos atentos al transcurrir de las campañas, esperemos que estas mejoren. Por lo pronto me quedo con la impresión de que candidatas y candidatos andan todos titubeando, en busca de la ciudad imaginaria.

El aeropuerto de todas las discordias

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