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Camino minado a las elecciones

Cualquiera que sea el resultado de las elecciones intermedias de EU podríamos estar presenciando, porque no, el principio del fin del gobierno de Trump. | Alicia Fuentes

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Escrito en OPINIÓN el

En la recta final a las elecciones intermedias, el mapa político en Estados Unidos está que arde pues tradicionalmente estos comicios han sido considerados una especie de mecanismo de evaluación del trabajo del presidente en turno. Desde la Guerra Civil sólo en tres ocasiones el partido del presidente no ha perdido escaños, lo que hace pensar que, con lo cerrada que está la contienda electoral del 6 de noviembre, cualquier movimiento de republicanos o demócratas puede llevar a un reacomodo en el legislativo estadounidense.

De acuerdo con las últimas encuestas publicadas por Gallup los índices de aprobación de Donald Trump llegaron al 44%, pero el aumento de su popularidad en las últimas dos semanas difícilmente podría ser un preludio de los resultados de los próximos comicios. Primero porque la ligera mejoría en la percepción de los estadounidenses respecto a Trump está un punto abajo de su mejor record que fue cuando llegó a la Casa Blanca; segundo porque Trump tiene los peores índices de aprobación de todos los presidentes de Estados Unidos; y tercero porque, a final de cuentas, lo que los estadounidenses decidirán es la futura ecuación partidista en la Cámara de Representantes y en el Senado.

Actualmente, de los 435 escaños que conforman la Cámara de Representantes, los republicanos ocupan 240 curules mientras que los demócratas tienen 195; en tanto que, de los 100 escaños del Senado, los republicanos tienen 51 lugares y los demócratas 49. Para controlar al poder legislativo y disminuir la capacidad de acción de Trump, los demócratas deben asegurar la mayoría tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado, en este último incluso podrían tener autoridad para bloquear los nombramientos del gabinete de Trump y del tribunal supremo.

Las estrategias de Trump: aumento del empleo, reconocimiento del cambio climático

Si bien la reciente confirmación de Brett Kavanaugh en la Corte Suprema pudo dar ciertos bríos a los republicanos y pese a que el propio Trump está en plena campaña por los candidatos de su partido, hasta el momento el Partido Republicano cuenta con un índice de aprobación del 41% frente al 43% del Partido Demócrata. Aunque es difícil apostar sobre quién ganará más escaños en las elecciones intermedias, hay una gran posibilidad de que los demócratas tomen el Senado con sólo ganar dos asientos más, en la Cámara Baja es distinto pues necesitan 23 curules más para desplazar a los republicanos y así asegurar la mayoría en la Cámara de Representantes.

Sin embargo, los demócratas no la tienen tan fácil como lo hacen pensar las encuestas. Quizá el principal punto a favor de la administración Trump y del Partido Republicano es el aumento del empleo. En septiembre pasado, con la creación de 134,000 puestos de trabajo, la tasa de desempleo estadounidense disminuyó al 3.7%, su nivel más bajo desde 1969. En los casi dos años de Trump en la Casa Blanca el aumento en la contratación ha sido una constante, pero hay que reconocer que esta tendencia ha estado presente en los últimos 10 años y que prácticamente es la inercia de las políticas de la administración de Obama, pero que Trump ha mantenido y ha sabido capitalizar.

En su afán por conseguir más votos, recientemente Donald Trump se desdijo de que el Cambio Climático fuera un invento chino. Si bien dijo desconocer si las actividades del hombre eran la causa, sí reconoció que las transformaciones ambientales existen. Real o simulada la sinceridad de Trump sobre el calentamiento global, lo cierto es que para algunos votantes indecisos este cambio de opinión hace aparentar que el presidente es sensible a estos temas. Claro que es difícil seguir a contracorriente ante las tragedias padecidas con el paso de los huracanes María en Puerto Rico, Florence en Carolina del Norte y Michael en Florida y Virginia, así como las evidencias científicas presentadas por la Administración Nacional de Seguridad Vial y el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, a los que hay que agregar la tunda mediática, social y política a la que Trump se hizo acreedor por su falta de sensibilidad y atención oportuna a los portorriqueños después del paso del huracán María y que cuyas secuelas hacían eco todavía el mes pasado.

Adicionalmente, con el avance de la caravana de centroamericanos hacia Estados Unidos, Trump ha aprovechado para refrendar la dura postura contra la migración ilegal que lo llevó a la Casa Blanca y ha tenido la oportunidad de revivir temores sobre una estampida migratoria que amenaza la seguridad estadounidense, ofreciendo a los estadounidenses detenerla con el ejército, pero obviando deliberadamente que las fuerzas armadas tienen prohibido realizar funciones de seguridad interna, como la detención de personas en la frontera. Aún con las limitantes legales, el Secretario de Defensa, Jim Mattis, presionado por Trump y en un ambiente electoral propicio para montar un espectáculo digno de atraer votantes, está haciendo malabares para movilizar elementos del ejército a la frontera con México y unirlos a la Guardia Nacional desplegada en la frontera desde abril pasado, aunque sólo esté ahí para apoyar al Departamento de Seguridad Interna en los servicios de albergue y vigilancia con drones.

Por otra parte, la fragmentación dentro del Partido Demócrata y su falta de organización han mostrado a los demócratas vulnerables frente a unos republicanos, a quienes, a pesar de sus desencuentros, el presidente Trump se ha esforzado por inyectar energía para aparentar unión partidista, haciendo presencia en cuanto evento puede y dándole un giro al estilo tradicional de los mítines.

Los contras de Trump

Quizá el principal punto que juegan en contra del partido de Trump hacia los comicios es la violencia política extrema que ha surgido en Estados Unidos en estos últimos días y que se ha materializado en el aumento de delitos de odio hacia grupos de “no blancos”, el tiroteo en la sinagoga y las bombas enviadas a los opositores de Donald Trump. La suma de estos hechos ha generado un clima de terror preelectoral y ha marcado aún más las divisiones entre los estadounidenses que se cuestionan cada vez más qué tanto vale la pena seguir manteniendo en el poder a una élite política de extrema derecha que por omisión alienta a grupos del supremacismo ario estadounidense.

Si bien hace unos días fueron capturados los presuntos culpables del ataque a la sinagoga en Pittsburg y del envío de las bombas a los ex presidentes Barack Obama y Bill Clinton y la ex Secretaria de Estado, Hillary Clinton; al ex vicepresidente y posible candidato presidencial en 2020 Joe Biden, a ex titulares de cuerpos de inteligencia y actuales colaboradores de medios de comunicación como John Brennan y James Clapper; al ex procurador Erick Holder; a los legisladores Maxine Waters, Debbie Wasserman Schultz, Cory Booker, Kamala Harris y Tom Steyer, así como al actor Robert de Niro y al millonario George Soros, la falta de eficacia mostrada por Donald Trump en el manejo de la violencia extrema entre estadounidenses, a la que propone como única solución la militarización interna o llevar a Estados Unidos a convertirse en un Estado policial, hace más cuestionable que el Partido Republicano conserve la mayoría en el Congreso estadounidense.

A la violencia extrema se le suman asuntos que Trump viene arrastrando, como la trama rusa, cuya investigación sigue en curso, y los negocios que presuntamente está realizando a costa de la silla presidencial. Ambos embrollos podrían costarle no sólo el debilitamiento del Partido Republicano en las elecciones intermedias, sino la presidencia al propio Trump. Cabe decir que un impechment requiere una mayoría de dos tercios en el Senado, eso nos lleva a que, en caso de que los demócratas quisieran llevar a juicio a Trump necesitarán más de dos escaños en el Senado y deberán contar con el apoyo de varios republicanos.

Al final, será la voluntad de los ciudadanos estadounidenses la que decidirá sobre la nueva configuración de la Cámara de Representantes y del Senado, pero cualquiera que sea el resultado de los comicios del próximo 6 de noviembre, será significativo, incluso podríamos estar presenciando, porque no, el principio del fin.

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