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Buscando los porqués de las travesuras del agua

Sistemas complejos, una ciencia joven muy poderosa para entender todo tipo de problemas y encontrar mejores soluciones, más efectivas y más duraderas

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Escrito en OPINIÓN el

A lo largo de los años he ido constatando que el gremio de la construcción en México sufre las travesuras de, al menos, dos duendes omnipresentes: el del agua y el de los estacionamientos. Dos cocos, como dirían divertidos los niños, que hacen que en una alta proporción de las obras terminadas haya goteras e inundaciones y si se trata de estacionamientos, además de las infiltraciones, el diseño de los flujos y los radios de giro suelen responder a una lógica, para decirlo decentemente, por lo menos caprichosa.

Me limitaré a comentar el tema del agua, pero no desde el punto de vista de la precipitación y los posibles efectos que sobre esta puede estar teniendo el cambio climático, sino más bien a la incapacidad del gremio de la construcción para controlar adecuadamente su comportamiento.

Lo que me animó a escribir estos párrafos fue un tweet que leí dos días después de la inauguración del magno distribuidor y deprimido de Mixcoac, en el que con humor se avisaba que dos sujetos estaban asaltando en uno de los túneles y que emprendían la graciosa huida en sendos kayaks. Pues sí, después de una de esas lluvias tan frecuentes como normales en esta ciudad y que las pequeñas autoridades se empecinan en denunciar como “atípicas”, la obra que costó la escalofriante cantidad de 6,500 millones de pesos, que provocó caos vial durante 2 largos años y que el Secretario de Obras de la CDMX defendió en cuanta entrevista le hicieron como una obra absolutamente no inundable, generó caos vial el día de su inauguración… y se inundó los dos días siguientes.

El “encharcamiento de unos cuantos metros de longitud” al que se refirieron las pequeñas autoridades tratando de minimizar el tamaño de la vergüenza, fue suficiente para bloquear la circulación por el túnel y volver a generar caos viales a la redonda.  

La letanía de excusas y explicaciones a modo de los días subsecuentes, son parte de un patrón que se repite sin falta en nuestro país después de cada fiasco en la construcción o en la operación de una obra pública. Aunque, a decir verdad, los problemas con el agua no se restringen a la obra pública, pues éstos son evidentes en muchas edificaciones privadas. Son incontables las anécdotas, por ejemplo, en casas habitación y en edificios de departamentos, en donde hay que sacar el agua a jicarazos después de las primeras lluvias; o en cines, en estacionamientos y en centros comerciales, en donde es común ver cubetas estratégicamente colocadas el día de la inauguración para recibir discretamente las infaltables goteras.

Resulta muy pertinente entonces preguntarse ¿por qué es algo tan común cuando se supone que una alta proporción de los arquitectos e ingenieros cumple con los conocimientos suficientes para abordar mejor ese problema? ¿Por qué les resulta tan difícil controlar adecuadamente el comportamiento del agua? Bueno, seguramente no hay una, sino varias respuestas convincentes; en mi caso, la experiencia vivida en los ámbitos de la academia me lleva a adelantar unas opiniones que pueden ayudar a encontrar algunas respuestas.

Un enfoque didáctico

Creo que en el fondo hay un factor que tiene que ver con un cierto enfoque didáctico de nuestro sistema educativo. Dejando de lado problemas bien acendrados como el afán de enseñarnos vía la memorización mecánica e irreflexiva (que dicho sea de paso, la reforma educativa pretende erradicar), hay un aspecto que no fue incluido en las propuestas de cambio derivadas de la reforma y que se refiere a la enseñanza basada en una concepción lineal de los problemas que queremos resolver.

Un axioma de ese pensamiento lineal es asumir que sabemos cuál es, exactamente, la causa del problema y cómo resolverlo. Con base en ello es que en las escuelas nos enseñan a aplicar procedimientos mecánicos para resolver problemas de libro de texto. Pero la realidad es más compleja, por muy sencillo que parezca un problema dado, lo más probable es que no estemos al tanto ni de todas las causas posibles ni, sobre todo, de todos los tipos de relaciones que hay entre las causas y el problema. En la práctica eso significa que, con esta visión, cuando aplicamos un procedimiento para resolver un problema pensamos que este está resuelto indefinidamente porque no hay por ahí otra variable que lo haga reaparecer. La verdad es que sí suele haber alguna, pero nos enseñan a pensar que no la hay.

Cuando digo que en las escuelas nos enseñan con base en la aplicación mecánica de procedimientos pienso también en el nivel universitario, lo cual se puede constatar de muchas maneras revisando el desempeño de sus egresados.

Por ejemplo, recordemos la firme intención de los ingenieros de los sesentas y setentas que creían que podían satisfacer la siempre creciente demanda de agua potable en la ZMVM con obras faraónicas para traer el agua de cada vez más lejos, sin resolver primero el hecho de que casi la mitad del agua se perdía por fugas en la ciudad. O la ingenuidad de los que siguen creyendo que los problemas de movilidad se resuelven invirtiendo en transporte público. O en la convicción de los que están seguros que la construcción de más vialidades, autopistas urbanas y megadeprimidos aumentará la velocidad de circulación y reducirá los tiempos de traslado. O en los ingenieros ambientales que afirman que la contaminación atmosférica se reducirá sólo con la aplicación de medidas tecnológicas.

O aún más, en el candor de quienes siguen diseñando los baños públicos en cines, museos, teatros, estadios y salas de concierto de manera que las colas que se forman en los baños de mujeres son sistemáticas, injusta e inequitativamente más largas que las de los hombres, haciendo que los tiempos de espera sean también mucho más largos. Sobre este último detalle, por cierto, le he preguntado a arquitectas y arquitectos de mucho prestigio en nuestro país cuáles son las razones por las que diseñan los baños de esa manera (y cuyos criterios están en los reglamentos de construcciones) y las reacciones han ido, de la boca abierta del que me confesó que nunca había pensado en ello, hasta el ji ji de la risita nerviosa porque no tenía ninguna buena respuesta.

Aunque no parezca muy evidente, en el fondo de todos los ejemplos mencionados hay una concepción lineal de lo que se quiere resolver, lo cual es un factor crucial que no permite entender bien a qué se debe el problema. Las travesuras del agua, como infiltrarse en todo tipo de obras por los caminos más inesperados y en los momentos más inoportunos, se pueden explicar por lo menos en parte por la concepción lineal utilizada en los procesos de diseño, construcción y mantenimiento.   

La antítesis del enfoque lineal es lo que lo que llamamos sistemas complejos. Una ciencia joven muy poderosa para entender todo tipo de problemas y encontrar mejores soluciones, más efectivas y más duraderas, pero difícil de promover porque no es fácil cambiar la forma de pensar que nos han enseñado en las escuelas. En mi opinión, valdría la pena incluir el tema como parte de la reforma educativa y creo que el tema ameritará alguna próxima columna. Por lo pronto yo lo aplico en mis clases con la intención de prever, en la medida de lo posible, el tipo de travesuras que el agua les juega inclementemente a los arquitectos e ingenieros mexicanos.

@lmf_Aequum / @OpinionLSR / @lasillarota