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Boas electorales

El presidente usó el podio mañanero para dar el banderazo de salida a la batalla electoral del 2021. | Ivonne Ortega Pacheco

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Escrito en OPINIÓN el

Fiel a su costumbre de escapar hacia adelante de las situaciones escabrosas o difíciles de manejar, el presidente Andrés Manuel López Obrador dejó caer en el paño de la discusión pública el ahora famoso panfleto de la ahora no menos famosa BOA. Una carnada mediática-política-electoral que la mayoría mordió y que tuvo a muchos discutiendo un asunto totalmente ajeno a la preocupación real de la gente, que es la terrible pandemia que cada día cobra más y más vidas.

Antes que afrontar la responsabilidad que en él recae por decisión de los votantes, el jefe del Ejecutivo Federal soltó el rumor por diversión, según confesó al día siguiente de su “descubrimiento” ante el atril de su conferencia matutina.

Ese mismo día, el periódico El Universal reveló que recaderos de Morena muy cercanos al Palacio Nacional llevaron días antes el mismo documento y solicitaron fuera publicado en un espacio frontal. No fue necesario: el líder moral y dirigente de facto del partido guinda le dio el espacio y el tiempo para convertir unas páginas de muy dudosa procedencia en el centro de la discusión.

Mientras tanto, el país sufre la incertidumbre del futuro económico, y mexicanas y mexicanos seguían –y siguen– padeciendo los estragos del covid-19 y fallecen, sin importarles la veracidad de boas o batracios políticos.

La invención, porque eso es el documento de tan curioso y reptil nombre, funcionó momentáneamente en el propósito de desviar la atención y también de identificar a los ya de por sí aludidos como enemigos del régimen.

Periodistas, académicos, pensadores, dirigentes de ONGs, empresarios, líderes opositores, todos fueron encerrados en un círculo y de la noche a la mañana se activaron los mecanismos de reacción política en las redes sociales. Odio por todos lados.

Desde el inicio de su carrera política, el presidente López Obrador ha utilizado la polarización y la crítica estridente como herramienta y como arma para movilizaciones sociales y para el aglutinamiento de seguidores en torno a una causa, pero principalmente a un enemigo común.

Durante sucesivas campañas electorales el innegable instinto y don de síntesis de quien hoy ocupa la silla presidencial creó al rival perfecto: la mafia del poder.

Pero después de alcanzar el cargo que por décadas anheló, la mayoría de los personajes que fueron etiquetados como integrantes de esa poderosa mafia no sólo se alinearon a las disposiciones de la 4T: varios incluso forman parte de su selecto grupo de asesores, otros incluso se incorporaron a las filas de la administración federal.

Para efectos del discurso y de la estrategia político electoral de polarización, la vieja mafia del poder no puede ser usada por Morena y sus aliados, se requiere una nueva invención, un nuevo malo de la película. Y como personificación de la maldad, necesita un nombre oscuro, misterioso, temible. Un nombre de serpiente.

Ahora sólo falta que los nombrados en el panfleto pasen lista de asistencia. Basta un deslinde para que los seguidores y posibles candidatos identifiquen a los malos y puedan centrar ataques, polarización, contrastes electorales.

El presidente usó el podio mañanero para dar el banderazo de salida a la batalla electoral del 2021. Ya lo había estado anunciando con frases polarizantes: “hay que definirse”, “no hay medias tintas”, “es con la transformación o es en contra de ella…”.

Haría bien, sin embargo, en dejar esas actitudes y dedicarse a gobernar. Que el tablero electoral sea campo de juego de los partidos y sus abanderados, de sus dirigentes, que la gente pueda optar sin presiones; y, sobre todo, que nuestros gobernantes no se distraigan en jugar a las elecciones cuando el país entero sufre y pasa por los momentos más delicados de las últimas décadas.