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Bienestar y crecimiento económico

El crecimiento incrementa la recaudación y la capacidad del Estado para financiar políticas y programas que contribuyan a elevar el bienestar. | Gustavo Merino Juárez

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Escrito en OPINIÓN el

Hace días el INEGI informó que en el 2019 la economía mexicana se contrajo en 0.1% respecto al 2018. Ante eso y de nueva cuenta, el presidente desestimó la importancia del crecimiento económico, señalando que su gobierno se enfoca en el bienestar. El crecimiento económico, recordará el lector, es el cambio en el valor de lo producido en la economía de un país -el PIB-, en un período fijo, típicamente un año y se mide a través de metodologías transparentes que se usan internacionalmente desde hace tiempo.

El presidente no está solo al cuestionar la utilidad del PIB y por lo tanto del crecimiento económico como medida de bienestar o desarrollo. Entre sus problemas se encuentran posibles errores de medición como el no incluir el valor del trabajo no pagado que realizan muchas personas. Tampoco toma en consideración la sustentabilidad ambiental de manera directa. Por ejemplo, si un bosque es deforestado para promover cierta actividad económica, se incrementa el PIB a pesar del daño futuro. Finalmente, no es la mejor medida del progreso y no refleja, por ejemplo, la desigualdad económica o de oportunidades. De hecho, esto es un tema de debate desde hace décadas lo que ha llevado a la búsqueda de medidas alternativas que capturen estos factores. Una de ellas fue la propuesta del Rey de Bután en los 70s, de medir la Felicidad Interna Bruta en vez del Producto Interno Bruto, lo que generó un interesante debate internacional y llevó al desarrollo de un indicador que incluye factores como el bienestar psicológico, el uso del tiempo, la salud, la educación y la cultura, entre otros. El presidente francés Sarkosy, a su vez, comisionó en 2009 un estudio a economistas de renombre mundial sobre el tema y la OCDE empezó a fijarse en el bienestar y no sólo los indicadores económicos de los países miembros. Hoy, la medida de bienestar o desarrollo más difundida es el Índice de Desarrollo Humano (IDH) que produce el PNUD de la ONU, que parte de la idea de que hay que medir las capacidades de las personas para una vida plena y considera para ello tres dimensiones, salud, educación e ingreso.

No obstante las críticas, el crecimiento económico sigue siendo una medida útil para conocer el avance económico de los países. Después de todo, no es, ni por construcción ni origen, una medida de desarrollo o bienestar, pero si es relevante para lograrlos. El crecimiento genera empleo, lo que eleva el ingreso de las familias y su capacidad para adquirir satisfactores esenciales. También incrementa la recaudación y la capacidad del Estado para financiar políticas y programas que contribuyan a elevar el bienestar. Como he señalado en otro lado (https://tinyurl.com/wwtmngk), los países que ocupan los primeros lugares en el IDH: Noruega, Suiza, Australia, Irlanda, Alemania, no por casualidad tienen también un ingreso per cápita entre los más altos del mundo. Son ricos porque históricamente tuvieron alto crecimiento y alcanzaron mayor desarrollo humano porque han sabido invertir esa riqueza en su población y en la igualdad de oportunidades, sin dejar de promover el crecimiento. También tienen muy buenos indicadores en torno a la equidad. Otro ejemplo: el ingreso per cápita de Corea era una tercera parte del de México en 1960, hoy es tres veces superior gracias al crecimiento sostenido. Corea ocupa hoy el lugar 22 mundial en cuanto al IDH, mientras que México ocupa el 74. A propósito, Bután ocupa el lugar 134 de 189 países.

Por otra parte, también se ha señalado, y el presidente lo ha recalcado, que el crecimiento puede beneficiar sólo a unos cuantos, exacerbando así la desigualdad. Si bien esto puede ocurrir, no es condición ineludible o siquiera natural del crecimiento, sino de la ausencia de políticas públicas y programas que fomenten la igualdad de oportunidades para que todos puedan beneficiarse de las bondades del crecimiento. La inclusividad mejora las perspectivas de crecimiento futuro y asegura mayor sustentabilidad. Un mayor crecimiento requiere de personas educadas y saludables, requiere que se pueda aprovechar todo el talento que hay en el país y no sólo en las élites, requiere de innovadores y emprendedores, sean pobres o ricos.

En conclusión, lo dicho por el presidente refleja críticas legítimas al uso de la medida del crecimiento económico como medida de bienestar y desarrollo. Sin embargo, debemos partir de que ese no es el objetivo fundamental de la medida de crecimiento y que el crecimiento es muy relevante para el desarrollo. Con políticas públicas adecuadas es posible asegurar un crecimiento económico incluyente, favorecedor del bienestar. El crecimiento aumenta el tamaño del pastel, en cambio, sin crecimiento, estamos ante lo que los economistas llamamos un “juego suma cero”: sólo puede mejorar la situación de alguien si empeora la de otro, lo cual no es deseable.

Lograr mayor crecimiento implica lograr consensos e incluso aceptar ciertos sacrificios, empezando por una mayor inversión privada y pública, que no es otra cosa que posponer el consumo presente para obtener mayor beneficio en el futuro. Requiere cambiar mucho de lo que hacemos, lo que conlleva un costo político. Lograr que el gobierno y la iniciativa privada se enfoque al crecimiento requiere de gran liderazgo que permita alcanzar una visión compartida sobre un mejor futuro. Sí, el dinero no lo es todo y la felicidad no depende sólo de tenerlo, pero sin crecimiento, no podremos generar los recursos que nos auguren mejores condiciones para todos los mexicanos.