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Beirut

Lo que vimos esta semana, según consulté con un par de expertos sobre el tema, es la pérdida de control interno de Hezbolá. | Ulises Castellanos

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Escrito en OPINIÓN el

Conocí Beirut hace poco más de 15 años. Era el año 2003. Recuerdo bien la tarde que por fin nos dieron los salvoconductos necesarios para ver al líder de Hezbolá. 

A Pascal Beltrán del Río y a mí nos envió la revista Proceso, para cubrir la invasión de EU y sus aliados a Irak. En aquel contexto, días antes de la invasión, decidimos buscar a los líderes del grupo político paramilitar más fuerte del Líbano. 

Volamos de Amann a Beirut en líneas locales. Toda la zona ya era un polvorín de tensión.

Hezbolá es como un Estado dentro de otro Estado. En este caso, una fuerza tremenda dentro del Líbano. Tienen diputados y hombres armados por todo el país. Todo en uno. Ellos inventaron a los “mártires” que se hacían volar en pedazos con chalecos bomba en territorio israelí para ser recompensados en el más allá. Han enfrentado al ejército de Israel por más de 30 años. 

Foto: Ulises Castellanos

Las calles en Beirut están plagadas de carteles con los rostros de los mártires que en cualquier parte del mundo se inmolan en nombre de Alá. Hezbolá mantiene a sus familias desde siempre. 

En el Líbano se hablan 3 idiomas: árabe, francés e inglés. Circulan cerca de 40 periódicos al día y tiene un nivel de alfabetización del 99%. Aquí les comparto la foto de un chico jugando en las calles de Beirut en aquellos años.

Una noche en esa, la capital de Líbano, cenábamos cerca del hotel cuando, de pronto, estallaron dos centrales eléctricas dejando a oscuras la ciudad. Apenas distinguimos el sonido de los helicópteros que, presuntamente (según fuentes locales), eran del ejército Israelí y que habían entrado a vuelo rasante por mar, para destruir esas plantas de luz y salir en menos de 90 segundos del territorio libanés. 

Dejaron a buena parte de la ciudad a oscuras por días.

Al día siguiente amanecíamos con la nota de una explosión en la embajada de Kuwait, donde se suponía que debían tramitar nuestros ingresos a Irak. La volaron por colaborar con Estados Unidos en la invasión de aquel año. 

Beirut no era una ciudad fácil ni tranquila. Pero sí es una ciudad realmente cosmopolita. El 40% de su población es cristiana. De hecho, es el porcentaje de cristianos más alto de todos los países árabes. El resto es musulmán. 

En sus bares se sirve alcohol, algo impensable por ejemplo en Pakistán, Afganistán o en ciertas ciudades de Siria. Es una ciudad “liberal” dentro de todo. Con una posición geográfica estratégica.

Beirut ha sido destruido y reconstruido muchas veces. Pero esta semana, un presunto accidente en un depósito de químicos provocó una explosión en el puerto de la ciudad. Jamás sabremos si fue un ataque premeditado o si fue, realmente, un accidente. 

Será difícil conocer la verdad porque Hezbolá controla la prensa local y de ellos dependerá la versión al mundo.

Obvio, no tengo certeza alguna de lo que pudo pasar por allá y que al corte de esta columna deja como saldo más de 150 muertos, 4,000 heridos y cerca de 300,000 personas sin casa o desplazadas por los daños causados por la onda expansiva que afectó a la mitad de la capital. 

Los afectados directos son casi la tercera parte de su población urbana, calculada en un millón de habitantes sólo en Beirut. En el resto del país viven unos 5 millones de personas. Y se calcula que, en el mundo, hay unos 10 millones de libaneses en distintos países. Incluida la importante comunidad libanesa que radica en México.

Lo que vimos esta semana, según consulté con un par de expertos sobre el tema, es la pérdida de control interno de Hezbolá. Ese almacén solo podría existir bajo su permiso o resguardo indirecto. Nada se mueve allá sin ellos. Nada. 

Por eso, nadie acusará a Israel de este presunto ataque (en caso de que realmente tuvieran algo que ver). Pero nosotros jamás sabremos lo que sucedió. 

La crisis sanitaria también le ha pegado a su gente en la economía local. A principios de año ya había tensiones políticas. Después llegó el covid-19. Y ya la gente está harta, al igual que en muchas partes del planeta. Pasada la emergencia habrá más tensión social.

Regresando a mi experiencia con el líder de Hezbolá, recuerdo bien que nuestra entrevista se desarrolló en árabe, con una chica que nos lo traducía al francés y de ahí Pascal lo reescribió todo en español para el semanario. 

Para que se comprenda la capacidad de organización de ese grupo político y militar, cuando salimos de la entrevista y regresamos a nuestro hotel ya teníamos, cada uno en nuestras habitaciones, sobre la cama, un dulce árabe y una carta de agradecimiento y saludos de Hezbolá sin que nosotros les hubiésemos dado nuestra ubicación. 

Nos quejamos en la recepción del hotel y preguntamos quién había entrado a nuestras habitaciones y nadie decía saber nada. Días después, regresamos a Jordania y desde ahí mandamos texto y fotos.

Ahora Hezbolá está debilitado en casi todo el mundo árabe, por una serie de acciones que los han entrampado por allá. Además, muchos de sus combatientes han muerto y ellos han perdido mucho dinero. La guerra en Siria también los agotó. 

Si esto fue sólo un accidente, de cualquier manera será un daño económico tremendo para su país y su organización. Si acaso fuera un ataque, entonces tienen enfrente a un enemigo dispuesto a todo. Habrá que esperar.

Según ciertos analistas, Hezbolá tuvo que involucrarse en una guerra entre musulmanes a favor de Irán y en defensa de Bashar el Assad, lo que inevitablemente le hizo perder prestigio en la zona y sumar enemigos nuevos en la región.

Hezbolá nació en 1985 con el objetivo de destruir a Israel. En su origen era una guerrilla chiíta financiada desde Irán, y no tardó casi nada en tomar el control de la política en el Líbano. 

Si ese almacén no era de ellos, es seguro que sepan de quién era e, incluso, porque estaba ahí. Nadie almacena toneladas de nitrato sin que el poder local se entere. Da igual si era un decomiso o un olvido de años. Por supuesto, es imposible que Israel reconozca el ataque (en caso de que haya participado). Y Hezbolá no querrá hacer nada más con esto, porque su situación está ya muy comprometida.

Fuentes locales señalan que apenas la semana pasada “un comando de Hezbolá trató de infiltrarse en Israel y los disparos de advertencia del ejército israelí los obligaron a regresar a Líbano”. Hace días, otro comando fue eliminado por Israel en la zona del Golán. La tensión es permanente.

Hace meses, “los servicios de inteligencia israelí confirmaron que Hezbolá preparaba un ataque importante en la frontera entre Israel y Líbano”. Luego, en “un ataque israelí a instalaciones militares en Siria, murió gente de Hezbolá que, obvio, prometió vengar”. Y así cada semana.

Lo que vimos en decenas de videos fueron un par de momentos explosivos, dicen que eso sólo sucede “cuando un depósito de armas es atacado desde afuera”. La primera explosión es provocada. La segunda, la más grave, (la que todos vimos en los videos de celular) desata una explosión en cadena de las armas o químicos que se encuentran en el depósito presuntamente atacado. Dejó un cráter en el piso.

Así las cosas, esta explosión tiene todo el perfil de ser la destrucción de un depósito de armas o químicos que sólo su dueño sabe lo que contenían. Ahora bien, en ese país, sólo Hezbolá tiene ese nivel de recursos, por lo anterior es que se infiere, que probablemente pudo haber sido un golpe directo contra ellos. 

El contexto internacional de la zona mezcla intereses de todo tipo: religiosos, económicos, culturales, militares y en dónde todos los actores sociales, creen poseer la verdad absoluta.

También debo consignar, que según lo que me cuenta una fuente que conoce de inteligencia militar de la zona, todo apunta a que, a pesar de lo que se crea, este no pareciera ser un ataque de Israel, porque ellos siempre han cuidado el tema de daños colaterales y prácticamente nunca realizan operaciones militares que dañen a civiles inocentes.

Obvio las investigaciones dictaminarán un presunto accidente inadmisible, con funcionarios locales en la cárcel y todo. Insisto, los demás no tenemos manera de saber lo que realmente sucedió. Y quizá nunca lo sepamos. Pero si finalmente se tratara sólo de un lamentable accidente, de cualquier manera las consecuencias sociales aún serán impredecibles para el Líbano en este momento.

Dicen que Jesucristo hizo su primer milagro justo en territorio libanés, concretamente en la región de Galilea que por aquel entonces llegaba hasta la ciudad de Sidón -hoy con predominio de musulmanes suníes-. Es ahí pues, donde Jesús convirtió el agua en vino en la famosa boda de Caná. Así de importante es Líbano.

Ya por último... qué les digo sobre la imagen y su cobertura mediática: todo lo vimos en Twitter. Videos casi en tiempo real y gratis. 

Y luego, se preguntan: ¿por qué la industria de los medios tradicionales está a punto de la quiebra?