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Badiraguato y la cuna del narco

¿Es la hora de los pactos? | Jorge Ramos

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Escrito en OPINIÓN el

Apenas a unos días de haber asumido como gobernador, llegó hasta Palacio de Gobierno un empresario prominente en el estado. Lo hizo sin cita previa. Pero era muy conocido y, sobre todo, con muchos ceros en las cuentas bancarias e inversiones.

“Déjelo pasar”, ordenó a la secretaria particular.

Pero no iba solo. El personaje iba acompañado de un hombre, ese sí desconocido para él. Tras el saludo de rigor, vino la presentación del extraño. “Gobernador, te dejo con el señor. Yo tengo un compromiso. Quedas en buenas manos”, le dijo. Y sin más, se retiró de la oficina del gobernador.

Ya a solas fue directo al grano. “Lo que le pido, gobernador, es que nos deje trabajar a gusto. Ya teníamos un acuerdo con el exgobernador. No nos molesta y nosotros llevaremos las cosas con calma, sin balazos ni nada por el estilo”. El color se le iba y se le venía al gobernador de un estado de la zona centro del país.

Según su relato, de hace algunos años, no aceptó ningún acuerdo. Pero el mismo grupo lo siguió a una conferencia nacional en un puerto. Llamaron a su habitación de hotel para invitarlo a otra habitación, donde lo esperaba una maleta que, insistió, no abrió y mejor abandonó el lugar.

El 2 de diciembre de 2017, el entonces presidente de Morena habló por vez primera de “amnistía” al narco. “Vamos a explorar todas las posibilidades, desde decretar una amnistía, escuchando también a las víctimas, hasta exigir al gobierno de Estados Unidos que implemente programas para reducir el consumo de drogas de sus habitantes”, dijo en Quechultenango, Guerrero, justo a unos días del asesinato de un aspirante a la alcaldía de ese municipio.

La respuesta fue durísima. La clase política se le fue encima al dirigente de Morena que para ese momento era, sin duda, quien meses después sería candidato presidencial y hoy presidente.

El gobierno federal ha dicho que en su estrategia no figura la idea de ir por líderes del narco. En las administraciones de Enrique Peña Nieto y de Felipe Calderón esa fue la estrategia. Incluso desde hace décadas el objetivo fue descabezar los cárteles, aunque al final funcionaban como una empresa: relevaban al gerente y asunto concluido.

Siempre ha gravitado en el imaginario colectivo que los gobiernos municipales, estatales y federales pactan con el narco.

¿Fue real el despliegue de narcomantas en Jalisco, atribuidas al Cártel Jalisco Nueva Generación, en donde respaldaban la guerra contra el huachicoleo? ¿Son los únicos mensajes recibidos?

La visita del presidente a Badiraguato, Sinaloa, el viernes 15 de febrero, es simbólica porque es la cuna del narco en México. Es un poderoso mensaje político del titular del Poder Ejecutivo. López Obrador anunció ahí la creación de 20 mil empleos en Badiraguato, que ni trayendo a la Ford se podría lograr, argumentó. No se refirió a Joaquín El Chapo Guzmán, sólo dijo que una persona oriunda de ahí es juzgada ahora en Estados Unidos.

¿Sólo fue el mensaje de que el Estado busca arrebatar a la juventud de las garras del narco? ¿O es la hora de los pactos?

Punto y aparte. Aunque se le complica al gobierno federal el aval a la Guardia Nacional, es un hecho. Lo harán “haiga sido como haiga sido”. La oposición tiene en sus manos una oportunidad de oro para alzarse como tal. Esta semana es definitiva. Los gobernadores también juegan.

Punto Final. La próxima ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación sabe que parte de su tarea debe ser cortar cualquier viso de cordón umbilical que la vincule con la 4T.

Guerra sucia

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