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Ayotzinapa y la perseverancia

Es un buen momento para pensar en el valor de la perseverancia y en las deficiencias de la necedad.

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Escrito en OPINIÓN el

La diferencia entre la perseverancia y la necedad, consiste en el resultado y la consecuencia. Si al final se tiene razón, entonces se perseveró; en cambio quien no anticipó el posible resultado equivocado o irracional y no obtuvo el resultado esperado, es un necio. Hay muchos aspectos de la vida, la gran mayoría, en donde el resultado de nuestras acciones es impredecible, por lo que no sabemos si seremos calificados como perseverantes (cualidad) o necios (defecto).

 

Sin embargo, hay planteamientos y conductas cuya racionalidad puede apreciarse desde un principio. Puede incluso hablarse de principios y valores, por los que vale la pena insistir. Como dijo el Quijote que “por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida”. Parecería evidente que nadie tildaría de necio a una persona que insista en el valor de la libertad, la igualdad o la verdad; al contrario.

 

La perseverancia tiene una doble causa. Por un lado, el valor que se defiende y busca, con independencia del resultado y, por el otro, el resultado mismo, es decir, la pertinencia de la razón inicial. El aniversario de la tragedia de Ayotzinapa, es buen momento para pensar en el valor de la perseverancia y en las deficiencias de la necedad.

 

La tragedia inimaginable, a la que para mal, la gente ya se acostumbra, debe tener cuando menos dos resultados. Por un lado, el gobierno debe de garantizar el derecho a la justica y a la verdad. Ello se dará únicamente a partir del conocimiento cierto de los hechos. Cosa que de suyo se ve complicada, tanto por el enfrentamiento de versiones existentes y el indebido manejo de la información, como por la ausencia de legitimidad de las instituciones encargadas de investigar el caso.

 

Es probable que, tras el informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, cualquier versión y visión que presente la Procuraduría General de la República y para efectos cualquier autoridad mexicana, carezca de aceptación social. Justamente, por la ausencia de legitimación entre la sociedad.

 

Por otro lado, la tragedia de Ayotzinapa debe ser vista no como un caso aislado, sino como un acontecimiento que refleja la distorsión social, el cinismo colectivo, la corrupción institucionalizada y la debilidad implícita del Estado mexicano. Es decir, Ayotzinapa es consecuencia. Como lo son muchos otros casos que han generado indignación entre la sociedad mexicana (Tlatlaya, Higa, OHL, San Fernando, ABC, el Chapo, miles de desaparecidos, multihomicidios, 60 millones de personas en pobreza y más).

 

De tal forma que la tragedia de Ayotzinapa tiene dos dimensiones: La personal de las familias e involucrados directamente en el caso y la colectiva. No debe ser un caso más dentro de las tragedias mexicanas, sino que es fundamental perseverar, aún con versiones encontradas (o justamente por ello), en la búsqueda de la verdad. Una verdad que se debe a todos los mexicanos.

 

Los familiares de las víctimas han perseverado en la búsqueda por la justicia que se les debe y a la que tienen derecho; la sociedad, en su gran mayoría no ha pasado de la indignación pasiva. Por su parte el gobierno, ha sido necio en sus historias, verdades y posiciones. Es esencial que Ayotzinapa sirva de acicate para un cambio de paradigmas entre los mexicanos y su gobierno. Porque no se trata solo de las víctimas, es a todos como colectividad a quienes humilla Ayotzinapa. Es el reflejo directo de una sociedad y un gobierno corrompidos.

 

Es una tragedia que por su magnitud y sus circunstancias, representa el mal estado que guarda el Estado. Por ello, es fundamental que ante la necedad institucional, perseveremos como sociedad. Porque perseverar en este caso, significa justicia y verdad.