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Avenida Hidalgo

Lo que mejore la ciudad en el entorno inmediato al centro impactará también en las colonias adyacentes. | Roberto Remes

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Escrito en OPINIÓN el

Una de las acciones clave en la recuperación del espacio público de Ciudad de México fue la conformación de un gran corredor desde el Monumento a la Revolución hasta el Zócalo. Cuatro fueron las obras que lo permitieron: la peatonalización de Madero, en el marco del Centenario del inicio de la Revolución Mexicana; la ampliación de banquetas en Juárez; la rehabilitación integral de la Alameda Central, y la rehabilitación del Monumento a la Revolución.

Con la obra de Juárez, ha mejorado sustancialmente la parte sur de la Alameda. Posteriormente, al frente de la Autoridad del Espacio Público, tuve la oportunidad de rehabilitar otras calles de la zona como Dolores, Victoria e Independencia. Particularmente esta última se ha visto beneficiada de las nuevas dinámicas, ya que la presencia de trabajadores y visitantes de Cancillería y el Tribunal Superior de Justicia ha dado lugar a un auge comercial y culinario.

El frente de la Alameda Central es Juárez. Allí está el hemiciclo, también la puerta del Palacio de Bellas Artes y la entrada al Barrio Chino. El norte de la Alameda ha permanecido, lamentablemente, como patio trasero de las dinámicas centrales. Sin embargo allí se encuentran el Museo Franz Mayer y el Museo Nacional de la Estampa. Pronto abrirá sus puertas otro museo más, el Kaluz, donde hace unos años se ubicaba el Hotel de Cortés. También se encuentran el Teatro Hidalgo y las oficinas centrales del Servicio de Administración Tributaria. Detrás de todos estos referentes, un barrio deteriorado pero con otras piezas igualmente simbólicas, como el antiguo Salón México, hoy un centro cultural y artístico llamado La Nana; el Mercado 2 de abril, un referente en términos de arquitectura de mercados públicos; la Casa Requena, otrora ostentosa casona Art Nouveau, y la Iglesia de Santa María la Redonda, arquitectura de Manuel Tolsá, que da nombre al barrio ubicado en la Colonia Guerrero.

Por muchos años, Avenida Hidalgo ha sido de doble sentido desde que comienza en Eje Central hasta que termina, frente al Panteón de San Fernando, donde la vialidad cambia de nombre a Puente de Alvarado. El contraste social es mucho más marcado a la altura de la Alameda.

Hidalgo no es la única avenida deteriorada de la zona central que debe mejorar, pero sí una de las más urgentes. Este es un buen caso de un proyecto que había comenzado a gestionarse en la pasada administración, de hecho en la Autoridad del Espacio Público, pero en el cierre de la administración no se logró concretar más que el diseño vial y el estudio de movilidad, que en su momento financió la Fundación Kaluz, que también donó a la ciudad el proyecto ejecutivo de la transformación que ya está en curso.

Desde hace unos días, en el marco de las obras que se están ejecutando, Hidalgo perdió el sentido de circulación Poniente - Oriente. Esto simplifica la intersección con Paseo de la Reforma, un sitio donde se reportaba el mayor número de decesos por incidentes de tránsito en años anteriores, por lo que se espera pueda convertirse en un cruce seguro.

Hay que reconocer la voluntad del gobierno de Claudia Sheinbaum en la integración de la sección norte de la Alameda Central mediante la ampliación de banquetas y la reducción de carriles vehiculares en Avenida Hidalgo. Se están invirtiendo 48 millones de pesos, y mi lectura es que podrían tener un retorno tanto económico como social, superior a esa cifra. Sin la voluntad de dependencias que están trabajando en la zona, como la Autoridad del Centro Histórico, a cargo de Dunia Ludlow, y la Secretaría de Obras y Servicios, que dirige Jesús Esteva, no habría sido posible. De hecho, esto se enmarca en una estrategia por mejorar las condiciones del Perímetro B del Centro Histórico.

También es importante destacar el trabajo profundo que han tenido en el barrio de Santa María la Redonda otros actores, como el Secretario de Cultura, Alfonso Suárez del Real, puesto que una vez resuelta la falta de integración de la infraestructura, con la obra de Hidalgo, el semillero comenzará a dar frutos. También hará mucha falta trabajo social que no sólo reduzca delincuencia sino que permita la integración de sus habitantes a nuevas actividades productivas y culturales.

Como he descrito, al norte de la Alameda Central hay mucho por descubrir. El proyecto que encabeza el Gobierno de la Ciudad de México para Hidalgo debe significar un antes y un después no sólo para la Colonia Guerrero o para el barrio de Santa María la Redonda, también debe convertirse en un proyecto simbólico que ayude a la integración de muchos otros barrios al norte de la zona central, hoy sumidos en pobreza, violencia y deterioro: San Simón Tolnáhuac, Peralvillo, Atlampa. También la unidad Tlaltelolco ha quedado desintegrada al desarrollo de la ciudad, y podría terminar beneficiada de la integración urbana hacia el norte de la Alameda. Lo que mejore la ciudad en el entorno inmediato al centro impactará también en las colonias adyacentes.