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Automóviles y cambio climático: promesas vacías y un poco de ciencias sociales

Es necesaria la reestructuración de la economía, una transición energética a nivel mundial. | Diego Antonio Franco de los Reyes*

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Escrito en OPINIÓN el

El pasado viernes 12 de noviembre terminó la cop26 en la que se discutieron nuevas medidas para evitar el calentamiento de la tierra en los próximos años. Según la opinión de los expertos, los compromisos de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a cero en 2050 y limitar el calentamiento global a 1.5 grados, son metas relevantes, aunque los compromisos firmados no son del todo alentadores, pues pesó más el interés individual de algunos países productores y consumidores de asegurar el suministro de combustibles fósiles que el compromiso medioambiental.

Ante este panorama, y como estudioso de la historia de la movilidad urbana y los sistemas de transporte me parece necesario cuestionarnos sobre qué lugar ocupa el uso de automóviles en el problema del cambio climático. Todos sabemos que estos vehículos emiten al aire una gran cantidad de gases como hidrocarburos, óxido de nitrógeno, monóxido de carbono, bióxido de carbono, bióxido de azufre y partículas. Estas substancias lesionan nuestro sistema respiratorio y aumentan los niveles de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero en la atmósfera que han abonado al calentamiento global.

Sin embargo, las emisiones no son el único impacto ambiental de los automóviles. Para comprender de manera más profunda el alcance y escala de este problema es necesario recurrir a perspectivas que amplían la mirada sobre el significado mismo del uso de los automóviles. Primero, es útil entender a los automóviles como el núcleo de un sistema económico, social y cultural que enlaza cadenas económicas (industria automotriz, extracción de combustibles fósiles, producción de refacciones, construcción de infraestructura vial, financiamiento de la compra de vehículos); intereses políticos públicos y privados; prácticas sociales de movilidad (primacía de la movilidad motorizada, distinción asociada a la propiedad); y representaciones culturales (el automóvil como símbolo de modernidad, su protagonismo en productos audiovisuales como películas y series). A este complejo entramado, los sociólogos ingleses Mimi Sheller y John Urry le han denominado el sistema de la automovilidad. Han señalado también que la expansión del uso de automóviles implicó históricamente una globalización putativa, es decir, que desde que los vehículos comenzaron a utilizarse se convirtieron en un fenómeno que se extendió rápidamente a escala global, llegando a una cantidad incontable de lugares, produciendo y homogeneizando prácticas y experiencias de movilidad por cada rincón del mundo.

Con esta definición amplia es posible redimensionar el impacto ambiental del sistema de la automovilidad. La cantidad de materiales (materias primas, minerales, metales, aceitas, substancias) y fuerza de trabajo que son necesarios para producir automóviles ya implica una escala excepcional de gasto de energía y recursos. El espacio que necesitan para circular y para ser estacionados implica reducir el espacio disponible en las calles para otros sistemas de transporte u otras actividades sociales. Asimismo, los sonidos del motor, el uso indiscriminado de los cláxones, y los líquidos que despiden tienen un impacto directo en la experiencia que tenemos las personas de las calles de la ciudad. El ruido afecta nuestra audición, las luces pueden deslumbrar nuestros ojos y los líquidos y gases que expiden afectan nuestro olfato y sistema respiratorio. Las velocidades a las que se desplazan nos hacen caminar en un estado de alerta constante. En suma, la afectación a nuestros sentidos es una dimensión del impacto ambiental que los automóviles generan y que es necesario reconocer. Pero hay más, la disposición de los automóviles inservibles es otra situación que debe preocuparnos y que es constantemente ignorada. Asimismo, hay que recordar que la industria petrolera no sólo produce los combustibles que ponen en marcha a los automóviles, también genera materiales derivados que se utilizan para la construcción de caminos pavimentados y autopistas.

Sin duda es necesaria la reestructuración de la economía, una transición energética a nivel mundial. No obstante, se observa un panorama complejo, pues las capacidades, recursos, apuestas energéticas y la voluntad política de cada país para esta transición son variadas. La situación política, técnica y económica de algunos países como Costa Rica, Francia, Japón y Noruega, les ha permitido trazar una meta de transitar a una matriz energética 100% limpia para 2035. Otras naciones se encuentran en una posición más complicada, con oposición política o restricciones económicas en su interior, como es el caso de Estados Unidos. En México, la transición se estima lejana, pues es claro que la apuesta energética del Estado sigue fundamentada en los combustibles fósiles.

Cualquier esfuerzo serio que se proponga transitar a un modelo diferente de producción energética deberá tener en cuenta que la movilidad debe desligarse en gran medida del sistema de la automovilidad global, pues este está erigido sobre la base de las energías fósiles. Por otro lado, pensando en escala urbana, hay que tener en cuenta que los vehículos motorizados son un problema fundamental que afecta el cuerpo de las personas y al medioambiente urbano. En ese sentido, si bien los automóviles eléctricos pueden ser una opción, es necesario cuestionar el uso mismo de los automóviles. No ignoro que es un problema complejo, pues nuestras ciudades están diseñadas en función de los automóviles y será muy difícil abandonar esta dependencia, sin embargo, parece que un futuro climático viable no será posible sin alejarnos de las energías fósiles y la movilidad motorizada.

 

Diego Antonio Franco de los Reyes | Doctorando en Historia Moderna y Contemporánea, Instituto Mora. Es licenciado en Geografía la UNAM. Maestro en Historia Moderna y Contemporánea en el Instituto Mora, donde se encuentra realizando una investigación sobre la historia de la movilidad y el uso del automóvil en la Ciudad de México a principios del siglo XX. Sus temas de investigación son la historia de la movilidad, la vivienda y la arquitectura en el siglo xx mexicano.