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Aunque no nos guste

Dependemos de Estados Unidos y ellos de nosotros.

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Escrito en OPINIÓN el

En esta ocasión, en lugar de escribir desde Washington, lo hago desde la Provincia de Quebec, donde he podido realizar una visita a Montreal y a la Ciudad de Quebec (ambas de la zona francófona de Canadá) donde he tenido que tratar algunos asuntos en particular y me he quedado pensando en la importancia de la zona en nuestro continente. Y esto me ha hecho reflexionar sobre el potencial que tiene la región, pero sobretodo en algunas de las decisiones que nuestro país ha tomado con respecto a ello.

 

Es evidente pensar que nuestra sociedad ha decidido no privilegiar la relación bilateral, comercial o internacional con los países de la región (me refiero a Estados Unidos y Canadá) como tradición cultural. Decidimos renunciar voluntariamente desde hace más de 20 años a nuestra vocación norteamericana. Por más que lo pensemos y le demos vuelta, no acabo de entender porqué preferimos seguir volteando los ojos a Asia u otras regiones, cuando el mayor potencial se encuentra en América del Norte. Y veámoslo de este modo: aunque culturalmente pertenecemos a la región latinoamericana, creo que nuestra oportunidad más grande para hacer negocios y para crecer económicamente está en América del Norte. La integración del país con sus vecinos del norte resulta clave para que logremos despegar y aprovechar la oportunidad a su máxima expresión.

 

Cuando uno viaja a Canadá se puede dar cuenta de la enorme relación que tiene con Estados Unidos y de la manera en que estas dos naciones están integradas entre sí. Es algo sumamente parecido a lo que sucedió con la Unión Europea (si bien Canadá y Estados Unidos siguen manteniendo su frontera y elementos nacionales, hay una serie de elementos en los que juegan en conjunto). Las autoridades migratorias de ambos países están presentes en ambos países y por ende, el tránsito se vuelve mucho más fácil y mucho más fluido, por ejemplo. Adicionalmente, los mecanismos de intercambio de información y de cooperación bilateral están absolutamente aceitados y se vuelven una cuestión mecánica de todos los días. Y pensando en ello, precisamente considero que es absolutamente necesario que México rompa con su tradición de hace varios años y se decida por volcarse a la región que más le conviene: América del Norte.

 

Esto se vuelve no solamente necesario sino indispensable, porque precisamente hay actores como Donald Trump que se encargan – todos los días – de vapulear nuestra imagen en la prensa y de hacernos quedar mal. Y el valor de nuestro país sigue disminuyendo cada vez más frente a los jugadores internacionales. Asia o Latinoamérica no son las regiones con las que México tiene una integración – teórica y real – para todo aquello que implica comercio, intercambios, u otros servicios. Para bien (mucho más que para mal) dependemos de nuestra relación con Estados Unidos, y en menor medida, de Canadá. Tenemos que decidir cuál será nuestro juego, y jugarlo. Si dudamos o pretendemos quedar bien con todos, el fracaso será lo único que se haga presente.

 

Hemos desperdiciado muchos años para integrarnos de lleno al mercado norteamericano y fortalecer nuestra posición. Lejos de ser un factor disruptivo, nuestra profunda interdependencia con la región es precisamente nuestra fortaleza y no nuestra debilidad, como muchos creen. Evidentemente hay muchas cosas que no compartimos con nuestros vecinos del norte y en muchas otras somos vilipendiados como el “patito feo” de la región. Pero esto también ocurre porque no hemos sido capaces de entender que nuestro futuro está precisamente en ello. Y se vuelve aún más evidente cuando vemos los problemas por lo que está pasando Europa. La decisión de Gran Bretaña de salir del bloque europeo es un error, mucho más que un acierto. La realidad es que solos no podemos. Y tenemos una ubicación geográfica estratégica que nos puede convertir en actores relevantes en la esfera internacional. La decisión no solamente es del gobierno, sino de todos nosotros.

 

El obstáculo más grande que tenemos para lograr este cometido es nuestra profunda desconfianza y escepticismo para con los Estados Unidos. Pero en muchos casos es una desconfianza falsa o hipócrita, porque aunque nos empeñamos en negarlo, somos mutuamente más importantes ambos para el otro que aquello que queremos admitir. Así que ha llegado el momento de aprovecharlo. Pongamos en la mesa de discusión los temas que nos interesan, y entre ellos, debe estar nuestra vocación norteamericana. 

 

@fedeling 

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