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¡Auditoría sometida y muerte democrática!

López Obrador dio muerte a la Auditoría Superior de la Federación, y la convirtió en “auditoría menor”. | Ricardo Alemán

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Escrito en OPINIÓN el

En las últimas horas, la democracia mexicana vivió un nuevo golpe mortal, acaso el más letal de todos en los últimos dos años.

Y es que, con todo el peso del poder dictatorial de Palacio, ahora López Obrador dio muerte a la Auditoría Superior de la Federación –que era un órgano autónomo de la Cámara de Diputados–, y la convirtió en “auditoría menor” al servicio del rey de Palacio.

Lo más ridículo es que luego de que la ASF reportó uno de los mayores quebrantos al dinero público de la historia –sólo en el primer año del gobierno de AMLO–, el presidente negó tal versión, dijo tener otros datos, mismos que, a capricho, nunca hizo públicos.

Y el dicho presidencial fue suficiente para que el Auditor Superior montara en pánico y, horas después, ya convertido en un vulgar “auditor inferior”, dijo que se cometieron errores, mismos que tampoco presentó.

Dicho de otro modo, resulta que el presidente demolió uno de los organismos más serios, de mayor reputación e importancia en la democracia mexicana para la rendición de cuentas y lo redujo a un remedo de auditoría; un puñado de burócratas inferiores.

Lo simpático del tema –y que incluso raya en la risa loca–, es que los mismos auditores que hoy reconocen haberse equivocado, auditaron a otros gobiernos y con idénticas metodologías.

Es decir, que los bobos que hoy debieron retractarse por la insultante orden de López Obrador deberán reconocer que todo lo que han hecho por años es igual de amañado, erróneo, tramposo y mañoso.

Incluso deberán reconocer que la llamada “estafa maestra” es una farsa y que, por tanto, la señora Rosario Robles sería inocente de los cargos que le imputa el vengativo gobierno de López.

De ese tamaño es el ridículo, y de ese tamaño es el hazmerreir en México y en todo el mundo.  

Al final de cuentas, asistimos a otra amputación letal a la democracia mexicana y, al mismo tiempo, se confirma a los ojos de todos el poder despótico de López Obrador; tiranía que en sólo dos años demolió la división de poderes, la rendición de cuentas y las elecciones confiables, creíbles, transparentes y equitativas.

Hoy queda claro que han muerto los poderes Legislativo y Judicial –con lo que murió la división de poderes–, además de que también están muertos el Tribunal Electoral y el Instituto Nacional Electoral –lo que significa la muerte de la democracia electoral–, y por si faltara, también están muertas la libertad de expresión y la transparencia.

¿Qué más falta para decretar la muerte de la democracia mexicana? 

Sin embargo, con el golpe mortal asestado a la rendición de cuentas –al dinamitar la Auditoría Superior–, queda clara la importancia del sometimiento de la Cámara de Diputados a los deseos del rey de Palacio.

Es decir, hoy podemos ver claramente la importancia que tiene la renovación de los diputados federales en la elección de junio próximo; comicios que podría cambiar la correlación de fuerzas y, en esa hipótesis, los ciudadanos le podrían arrebatar al presidente el control de San Lázaro y, por tanto, podrían recuperar la Auditoría Superior de la Federación.

Y por eso, frente a esa posibilidad, desde Palacio se hace lo imposible por concretar uno de los más descomunales fraudes electorales de la historia; un despojo electoral igual al “fraude patriótico” y a “la caída del sistema”, propios de “mapaches” y delincuentes electorales como Manuel Bartlett.

Y es que si la Cámara de Diputados queda en manos de los opositores –luego del proceso electoral de junio próximo–, los ciudadanos acabarían de un golpe con la “auditoría inferior” al servicio del presidente, y de esa forma volvería a sus funciones constitucionales la Auditoría Superior; el órgano “superior” garante de la rendición de cuentas y que sanciona las raterías oficiales.

Por eso la importancia del voto mayoritario a favor de los partidos distintos a Morena y sus aliados; por eso la pertinencia de que los ciudadanos salgan a votar masivamente contra la dictadura de López Obrador.

Pero esa sólo una parte de la ecuación.

La otra parte es la complicidad de la llamada izquierda mexicana en la destrucción de la democracia; en la desaparición de la división de poderes y en la cancelación de la rendición de cuentas.

Sí, buena parte de la llamada izquierda mexicana y muchos vividores de movimientos estudiantiles como los de Tlatelolco, el CEU y los “ternuritas” del “Yo soy 132”, en realidad han traicionado a su respectiva generación, a México y a la democracia, al apoyar y sostener al peor gobierno de la historia, al más opaco y que más ha saqueado al país.

Y sí, la historia no los absolverá

Al tiempo.