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AMLO y la rebelión en la granja

El gobierno de López Obrador parece dirigirse hacia la jornada electoral con incertidumbre y pugnas internas. | Roberto Rock L.

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Escrito en OPINIÓN el

En una atmósfera cargada de tensión, el gobierno de López Obrador parece dirigirse hacia la jornada electoral con incertidumbre, pugnas internas y falta de claridad sobre el plan de vuelo que adoptará la 4T a partir del día después de los comicios.

Es posible que en perspectiva se descubra el desastre que atrajo el que Palacio Nacional arrastrara a todos los actores a vivir esta cita con las urnas como un anticipo irremediable de lo que ocurrirá en la sucesión presidencial de 2024. Se ha tratado de una carrera precipitada que va dejando cadáveres políticos en el camino.

Casi en la víspera de las votaciones, el gabinete presidencial vive una crisis ante indicios de ajustes inminentes, la posible renuncia de la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, jaloneos entre las facciones radical y más profesional del equipo, y el envío de “misiles amigos” contra figuras que son consideradas presidenciables, cuando aun no se cumple ni siquiera la mitad del sexenio.

¿Cómo entenderán quienes siguen los asuntos del gobierno que apenas hace un par de semanas López Obrador haya hecho señalamientos contra el candidato del PRI a la gubernatura de Nuevo León, Adrián de la Garza, y que ahora se exhiba al vocero de Gobernación con el audio de una conversación en el que acusa al consejero jurídico, Julio Scherer, de apoyar la causa del abanderado priísta? ¿Qué ocurrirá si De la Garza finalmente gana? ¿Y si no? ¿La interpretación será que Palacio tiene un doble lenguaje, que algunos colaboradores se van por la libre, o simplemente que la 4T se ahoga en un mar de contradicciones?  

De frente a los ciudadanos que justo ahora meditan el sentido de su voto, distintos bloques de la 4T se muestran ansiosos para cargar las culpas de la tragedia por el derrumbe en el Metro capitalino lo mismo a la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, que a sus antecesores, el actual canciller, Marcelo Ebrard; el ahora senador Miguel Ángel Mancera, o el consorcio que construyó la Línea 12, cuya figura más visible es el ingeniero Carlos Slim.

En lugar de generar una narrativa coherente que despierte confianza mediante dictámenes transparentes, con rigor técnico y bajo estándares internacionales e independencia garantizada, lo que se tiene a la vista es una reyerta alentada desde el interior del equipo. A este paso, todos deberemos concluir que la nueva víctima de este suceso es la verdad.

Si hemos de creer a las versiones en los pasillos del poder, el cabildeo futurista que se vale de la desgracia en el Metro saltará pronto a las páginas de medios de comunicación internacionales, dentro de una ola de reportes periodísticos foráneos sobre México y su actual gobierno, lo que obliga a preguntarse si todo no está siendo alentado en forma doméstica. 

En la soledad de su despacho, el presidente tendrá que reflexionar si él no es al menos parcialmente responsable de este ambiente tóxico al haber promovido la expectativa de que Morena y sus partidos satélites arrasarían en la misma medida de lo ocurrido en 2018. López Obrador se exhibió durante meses urgido de seguir contando en la Cámara de Diputados con una mayoría aplastante que le permitiera sostener la ruta de cambios a la Constitución. Ahora argumenta que ello no es tan relevante. 

Es tarde, el debate ya fue emponzoñado. Como se establece en el viejo catálogo de la política: error es sólo el primero. Los demás son consecuencias.