Son muchos los indicios de que los precandidatos presidenciales, Andrés Manuel López Obrador y Ricardo Anaya están dispuestos a perder en la presidencial de julio próximo.
Son muchas las evidencias de que en la plaza pública llaman a su correligionarios a votar por el también precandidato José Antonio Meade. Y son muchas las pruebas de que la presidencial mexicana, en rigor, es una elección de risa loca.
¿Por qué?
Porque desde del momento en que el PRI destapó a su precandidato José Antonio Meade y desde que el PANAL y el Partido Verde conformaron la alianza Todos por México, empezó la preocupación de López Obrador y Ricardo Anaya.
¿Cuál es esa preocupación?
Todos la hemos escuchado: que si el candidato Meade no crece, que si lo van a cambiar, que si no despega, que si será sustituido por Aurelio Nuño, que si el PRI se equivocó, que si el presidente debe repensar la candidatura presidencial, que si llegará a la contienda derrotado…
Es tal la preocupación de Anaya y de AMLO que no debiera sorprendernos que en cualquier momento anuncien que, para evitar la caída de la candidatura de Meade y para garantizar que gane el PRI la contienda presidencial, los señores AMLO y Anaya decidan sumarse a la candidatura de “Pepe Meade”.
Y es que resulta de locos –y la legión de idiotas se traga sin digerir esa locura– que si una elección presidencial tiene como su principal objetivo derrotar a los adversarios, los señores AMLO y Anaya estén preocupados porque desde el arranque el candidato de la alianza PRI-PVEM-Panal ya esté derrotado. De locos que AMLO y Anaya dediquen todo su tiempo y buena parte de sus peroratas en campaña para decir que Meade no crece, que Meade no despega, que Meade se estancó y que Meade está rezagado.
¿No debían estar saltando de gusto porque Meade no despega?
Lo cierto es lo contrario, los precandidatos AMLO y Anaya siembran la grosera especie del no crecimiento de Meade, porque casualmente es el único que crece.
Pero lo grave no son las mentiras de AMLO y de Anaya, no, lo preocupante es que haya idiotas que se lo creen.
Al tiempo.