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AMLO todavía puede evitar el desastre

Bajo las actuales circunstancias, una salida inteligente de esta crisis exige un compromiso claro y sincero del presidente López Obrador. | Roberto Rock L.

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Escrito en OPINIÓN el

El clima político parece deslizarse en un tobogán de tensiones, al final de las cuales hoy no se puede anticipar más que una desastrosa jornada electoral, con efectos difíciles de prever ante el número y la importancia de las posiciones en disputa. No deberá sorprendernos que tras nuestra cita con las urnas nos despertemos en un país más confrontado y menos capaz de enfrentar sus desafíos. 

Las modalidades del mensaje presidencial en la “mañanera” de este miércoles reflejan la disputa en pleno Palacio Nacional entre los radicales que buscan una chispa que incendie la pradera para imponer una convulsión, contra los moderados convencidos de que todos perderíamos en una confrontación final.

Hundirse en ese foso puede colocar al presidente en un camino sin retorno. Si los suyos arrancan espacios a dentelladas, pasando encima de instituciones creadas para moderarlos y ajustarlos a la ley ¿qué impedirá que facciones de otros partidos, o poderes fácticos como el crimen organizado, se impongan contra viento y marea, a sangre y fuego?

Cualquiera puede dudar de la estrategia de López Obrador, incluso de sus intenciones. Pero el principal anhelo del tabasqueño, de este nuestro presidente-historiador, es tener un nicho luminoso dentro de la Historia, con mayúsculas. Y a ese lugar no se llega por el camino en el que vamos. 

Lo que se ha vivido estos días frente a las instalaciones del Instituto Nacional Electoral (INE), con el discurso cavernario de Félix Salgado Macedonio, avalado por el dirigente de Morena, Mario Delgado, pone bajo sitio a las instituciones electorales que le han costado al país un cuarto de siglo de concertación política. Pero también manda el mensaje, a los múltiples actores en la arena, que todo se vale en la disputa por el poder.

Es imposible no detectar resortes gubernamentales sometiendo a tortura tanto al INE como al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con un esquema de amedrentamiento político que solo puede deteriorar la función de ambas instancias y enfrentarlas, cuando está en puerta el episodio que las someterá a una difícil prueba. Si la 4T anula al INE y al Tribunal, lo que quedará no será el triunfo del pueblo bueno, sino la selva.  

Fue ante este panorama que se produjo la declaración de la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, reclamando orden lo mismo a los aprendices de golpistas fuera del INE que a “las instituciones”, con lo que la funcionaria creó un falso dilema.

Uno puede preguntarse si a su paso por la Corte la ahora exministra hubiera aceptado un planteamiento similar por parte de Gobernación, si una protesta contra una sentencia del máximo tribunal hubiera provocado que un candidato a gobernador y senador por el partido gobernante amenazara con incendiar el lugar, sacar a patadas a sus autoridades, o extender la provocación hasta el domicilio de los señores ministros…, o impedir un proceso electoral. 

A la sombra de ese lenguaje equívoco, vergonzoso, Salgado Macedonio atemperó, a querer o no, el nivel de su provocación –aguardemos a ver las cosas de las que será capaz si algún día llega a ser gobernador–. Pero nadie puede asegurar que la sangre no acabe –literalmente– llegando al río. 

Es indispensable que desde todos los espacios se encuentren los acuerdos necesarios, explícitos o implícitos, para salir de esta pesadilla, que se agudizará en los próximos días ante eventuales determinaciones jurisprudenciales, surgidas del INE y avaladas por el Tribunal, para evitar que Morena se alce con una mayoría en la próxima Cámara de Diputados que le permita modificar la Constitución.

Bajo las actuales circunstancias, una salida inteligente de esta crisis exige un compromiso claro y sincero del presidente López Obrador. Si falla o se equivoca, nuestro tobogán de problemas se convertirá en un barranco.