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AMLO-Morena: gobernar con el pueblo

El próximo presidente constitucional de México está determinado a gobernar sin subterfugios ni engañifas. De cara a la nación y a la ciudadanía. | César Cravioto

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Escrito en OPINIÓN el

“Todavía no hay victoria final. La habrá cuando no haya pobreza, ni corrupción ni violencia. Cuando se logre la reconciliación nacional y se recobre, por entero, la gloria y la grandeza de México”, advirtió Andrés Manuel López Obrador en el V Congreso Nacional Extraordinario de Morena.

Resalta, de tal modo, que pese al avasallante triunfo obtenido en los comicios del 1 de julio, para López Obrador y Morena la victoria no fue el desenlace, sino el medio para comenzar a construir la cuarta gran transformación de México.

Porque, como recalcó el presidente electo de México este 19 de agosto, sólo se conseguirá un triunfo absoluto cuando se logre la reconciliación nacional. Pues aún falta demostrar que puede gobernarse con el pueblo.

En efecto, desde hace largas décadas los aparatos del Estado han permanecido bajo el dominio de camarillas ajenas a los intereses de la gente, cuyo interés central ha sido el de enriquecerse.

Empero, en contraste con esta ominosa costumbre, López Obrador subrayó que su gobierno se esforzará por establecer un auténtico Estado democrático de derecho, por acabar con la corrupción y la impunidad. Por combatir desigualdad y pobreza y fortalecer valores culturales, morales y espirituales.

Y abundó, en ese tenor, que “el cambio de la nación será pacífico, pero profundo. Ordenado, pero radical. Vamos a arrancar de raíz el régimen de corrupción y privilegios”.

Recordó al respecto:

“Desde la campaña dijimos que el proceso de lucha tenía dos etapas. Ya logramos lo primero, pero nos falta lo más importante: demostrar que se puede gobernar con el pueblo, con respeto a las libertades y, en paralelo, garantizar a todos el derecho a vivir con bienestar y a ser felices.

“Estamos preparados y dispuestos a ejecutar el mandato que nos dieron los ciudadanos el 1 de julio para llevar a cabo un cambio verdadero. Y cambiar es, literalmente, ‘dejar una cosa o situación para tomar otra’. No es más de lo mismo, no es simulación o gatopardismo”.

Una declaración inevitable porque, cabría tener presente, el gatopardismo es la artimaña consistente en cambiar todo para que todo siga igual. Un ardid de un régimen descompuesto para hacer cambios de forma, sin modificar el fondo de las cosas.

Así es: el próximo presidente constitucional de México está determinado a gobernar sin subterfugios ni engañifas. De cara a la nación y a la ciudadanía. Por eso, en el V Congreso Nacional de Morena explicó:

“En nuestro país, en el 2000, se apostó a la alternancia y todo terminó en una farsa dañina, porque en vez de cambiar al régimen se le restauró con la simulación que significó el PRIAN, para causar mayores estragos durante los últimos tres sexenios”.

En tal virtud, los mexicanos podemos tener la absoluta seguridad de que ni López Obrador ni Morena los traicionarán. Porque sabemos que el triunfo electoral no es sólo nuestro, sino, sobre todo, del pueblo. Y también de quienes nos precedieron en las luchas fundamentales por constituir una nación libre, democrática y justa.

De tal manera, el presidente electo reconoció su triunfo como la continuación de la lucha de los jóvenes del 68 y de muchos movimientos sociales y políticos integrados por campesinos, obreros, estudiantes, maestros, médicos, ferrocarrileros, defensores de derechos humanos y de otras causas, de todas las regiones, culturas y clases sociales del país.

Un legado de convicciones y enseñanzas que, afirmó, fue recogido y utilizado con rectitud, abnegación y eficacia por los militantes y dirigentes de nuestro movimiento. Es decir, la antítesis de las tradicionales lacras de la política: influyentismo, corrupción, amiguismo, sectarismo, nepotismo…

Un comportamiento ético que marca un cambio profundo en la concepción tradicional de entender la participación política porque, como explicó López Obrador:

“En vez del divisionismo, la deshonestidad, el egoísmo, la incongruencia o el sectarismo, se supo poner por delante el ideal, los principios, la imaginación, la humildad, el trabajo a ras de tierra y la perseverancia”.

Luego entonces, que no quede duda. Ahora sí, con López Obrador y Morena. Y con la participación de la gente, el cambio va a fondo.

El tiempo es oro para AMLO y Sheinbaum

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