El siglo pasado, Daniel Cosío Villegas dedicó parte de su vida a tratar de explicar por qué el fracaso del régimen que siguió al porfirismo. En la década de 1970, el intelectual impulsó la publicación de la Historia moderna de México y cuatro textos: El sistema político mexicano, El estilo personal de gobernar, La sucesión presidencial y La sucesión: desenlace y perspectivas.
Para el intelectual fue inconcebible cómo la clase política mexicana fue incapaz de superar el modelo Porfirio Díaz: el neoporfirismo, la corrupción y el control absoluto fueron la más demoledora crítica al régimen que gobernó al país hasta las épocas echeverristas.
Alternancia
Con el paso de los años, México vivió su primera alternancia en el poder. Un vacuo Vicente Fox, que aunque se rodeó de intelectuales que unos años antes se habían aglutinado en el Grupo San Ángel-también estaba ahí Elba Esther Gordillo, lo que ello signifique-, su fracaso se mostró con toda crudeza en varios aspectos: no redujo la brecha de desigualdad y fue incapaz de combatir la corrupción y sancionar las violaciones a los derechos humanos (el 68, la guerra sucia de los 70, entre otros dolorosos casos).
Felipe Calderón pasará a la historia como el general que declaró la guerra al narco y fue derrotado. Su sucesor, Enrique Peña Nieto, repitió el error de sus ancestros criticados por Cosío Villegas: la corrupción lo hundió, amén de otras incapacidades.
La nueva alternancia llega con el presidente Andrés Manuel López Obrador. Durante su primera semana de ejercicio presidencial encontró que el templete es su forma de dirigirse al público. Es su estilo personal de gobernar. Es seguro que el presidente no está gobernando sólo desde el discurso “campañero”, pero lo que hasta ahora se exhibe son actos oficiales que tienen las mismas características de los actos de campaña, con el puño en alto y las frases exitosas de entonces. Sólo que hoy ya es el jefe del Estado mexicano.
Esta semana dio marcha atrás a su idea de que los “superdelegados” tomaran el control de la seguridad en los estados, ante la rebelión de gobernadores panistas y el jalisciense Enrique Alfaro (ya se vio en el 2024).
AMLO
Y habrá que ver el resultado de la escaramuza con la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) que ha puesto un dique a su idea de reducir lo que llama los excesos de la burocracia.
El presidente les dijo de inmediato a los ministros que no están entendiendo la realidad.
La duda es si el estilo personal de gobernar que se ofrece como cuarta transformación significa, entre otras cosas, gobernar desde el templete y con el puño en alto. Lo que se espera es no repetir el fracaso que vivió México con el régimen surgido de la Revolución.
Punto y aparte. Candente se va a poner el relevo en la SCJN. Justo en medio de la refriega con el titular del Poder Ejecutivo viene el cambio de presidente de ese otro poder. El brindis y las posadas serán un poco amargas para algunos. No necesariamente por ser grinch.
Punto final. Por cierto, la terna que envió López Obrador al Senado está cargada con personajes de abierta militancia en Morena o cercanos al presidente. Sin sorpresas aunque divierten los sorprendidos.