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AMLO: el buen Monarca

La forma en la que AMLO quiere pasar a la historia corresponde al de un monarca: ser un presidente justo, que antepone el interés general al personal. | Raúl Avilez*

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Escrito en OPINIÓN el

López Obrador quiere pasar a la historia como un presidente justo, que antepone el interés general al personal, que trabaja por el bien común y que tiene como objetivo la felicidad del pueblo. Esa descripción corresponde a la de un monarca, el hombre en el gobierno que concentra el poder, pero que como un padre cuida y protege a los integrantes de la familia, el pueblo.

Vivir en una monarquía no es malo, por el contrario, es la mejor y más justa forma de gobierno, ya lo dijo Aristóteles. El problema es cuando se le confunde con tiranía, también concentrando el poder en un solo hombre, pero para beneficio personal, familiar y de sus allegados, la peor forma de gobierno o mejor dicho, de desgobierno.

Cuando empezaron a rodar cabezas de reyes por el suelo de Europa, a finales del siglo XVIII, con Luis XVI y María Antonieta decapitados, comenzó la mala fama de las monarquías. La gente agarra parejo y confunde monarcas con tiranos, confunde democracia con república y aristocracia con oligarquía. Como dice uno de los pocos teóricos políticos de nuestro país, el Dr. Patricio Marcos Giacomán, en México todo es farsa, excepto la lucha libre.

Recientemente vimos un video donde aparece el presidente López Obrador, acompañado de los coordinadores de las fracciones parlamentarias de Morena en el Senado y la Cámara de Diputados. Si bien es cierto que el presidente fue cuidadoso en no tener ahí a los presidentes de ambas cámaras, el hecho de estar flanqueado por Ricardo Monreal y Mario Delgado, cumple con la misma función, mostrar su fuerza y predominio. 

Como el mismo Monreal parafraseando a Maquiavelo afirma, el presidente tiene una fuerza y personalidad avasalladora que o lo admiran o le temen. En ambos legisladores se nota que no es admiración. Disminuidos y timoratos, cosa extraña en ambos legisladores, sobre todo en Monreal. El lenguaje no verbal los delata, la sumisión flota en el aire. Ocho minutos para él y solo dos para sus acompañantes.

Este cuadro podría contradecir lo establecido en nuestra Constitución Política, cuando establece que no podrán reunirse dos o más de los Poderes de la Unión en una sola persona. Sin embargo, aunque en los hechos el Ejecutivo dispone sobre el Legislativo y quiere avanzar despacio sobre el Judicial, sabe que debe cuidar muy bien las formas. No por nada, el espíritu de nuestra Carta Magna es presidencial y si nos aventuramos un poco, monárquico.

Pero esta supremacía, no es anticonstitucional, mucho menos mala, debe haber dirección y liderazgo. El gobernante debe tomar decisiones, para eso fue electo. No acumula poder, sino autoridad; siempre en el marco de la legalidad. Y para muestra un botón, mientras en nuestra Constitución se habla de Poder Legislativo y Poder Judicial, cuando en ella se habla del presidente se refiere a éste como Supremo Poder Ejecutivo de la Unión.

Y es este Supremo Poder lo que algunos confunden con tiranía, con absolutismo, con dictadura. Otros no lo confunden, pero conviene a sus intereses que así parezca. Pero lo más importante, es que como politólogo, el presidente sabe perfectamente que la corrupción de un monarca da origen al nacimiento de un tirano; de ahí que el eje central de su gobierno sea el combate a la corrupción, empezando por la forma de gobierno. Así se explica su insistencia en que el gobernante no ceda a la corrupción, para que en cascada los demás adopten la honestidad como forma de vida.

* Raúl Avilez Allende

Egresado de la carrera de Ciencia Política y Administración Pública  de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, se ha especializado en temas de gobierno y análisis político. Fue electo Diputado Federal suplente por Coyoacán y ha ocupado diversos cargos en esa Alcaldía de 2006 a la fecha, destacando Director de Educación y Coordinador de Asesores.

Asimismo, ha sido Coordinador Delegacional en Miguel Hidalgo y se ha desempeñado como Asesor Parlamentario y Secretario Técnico de la Comisión de Notariado en la entonces Asamblea Legislativa del Distrito Federal I y II Legislatura.