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Algunas distorsiones del sistema electoral

La mejor directriz de nuestro sistema mixto electoral es seguir conservando nuestro sistema tal y como está. | Fernando Díaz Naranjo

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Escrito en OPINIÓN el

Nuestro sistema electoral, como cualquier otro sistema, está compuesto por una serie de normas y procedimientos que determinan la forma en que la población participa en elecciones y su voto se transforma en representación política a través de actores políticos que adquieren la legitimidad para que, a su nombre, generen las leyes, las políticas públicas y las acciones que beneficien a la población. Esta forma de operación se le conoce como democracia representativa.

Nuestro sistema electoral es uno de los más robustos que hay en el mundo en razón a negros capítulos de nuestra historia, lo que ha llevado al legislador a multiplicar reglas y candados para generar la confianza de partidos, candidatas y candidatos y, sobre todo, de la ciudadanía.

El sistema electoral mexicano se caracteriza fundamentalmente por contar con dos vías de acceso al poder público. El primero conocido como el sistema de mayoría relativa, simple o absoluta.  El segundo es conocido como de representación proporcional.

El sistema de mayoría relativa es aquél en donde, de los competidores de una contienda electoral que participan en una determinada región o distrito electoral, gana aquél quien obtiene el mayor número de votos, así sea que la diferencia entre el primero y segundo lugar sea inclusive de un voto. Este sistema ha recibido diversas críticas justamente por dejar de lado la opción secundaria que pudo haber sido importante en términos de votos.

El sistema de representación proporcional está basado fundamentalmente en buscar igualar el porcentaje que cada participante obtenga respecto al número de votos obtenidos, siempre y cuando cumpla, dependiendo de la legislación electoral, con un umbral mínimo de votación. La operatividad de este sistema implica la votación de la población por listas en una determinada demarcación o circunscripción plurinominal en donde todos los participantes obtienen, dependiendo del porcentaje de votación que reciban, algunos espacios de representación política.

Este sistema puede considerarse como el mejor reflejo entre votos y la proporcionalidad con el reparto de escaños.

Sin embargo, es común observar que quienes participan por lograr un espacio por el sistema de mayoría relativa hacen campaña, pues saben que su lugar legislativo depende de la obtención de la mayoría de votos por parte de la ciudadanía. En cambio, bajo el sistema de representación proporcional los participantes registrados en una lista generalmente no hacen campaña.  Sin embargo, y de forma inversa, es más o menos común observar que el reparto de las comisiones del órgano legislativo como sus presidencias, por ejemplo, prevalecen aquellos que provienen de las listas de representación proporcional.

Esto desde mi punto de vista es una distorsión a nuestro sistema electoral pues no se privilegia en las posiciones legislativas a los representantes directos de la ciudadanía y sí, a los indirectos. Esta situación debe cambiar en su oportunidad y deben ser los propios legisladores quienes diseñen los cambios para lograrlo. Esto iría a la par también, con el sistema mixto con predominancia mayoritario que tenemos y no a la inversa.

Otro aspecto a analizar de nuestro sistema electoral y que varios analistas lo han referido, es considerar si México debería seguir con este sistema mixto o no. Desde mi punto de vista aún reúne las condiciones para lograr una pluralidad legislativa y con ello un equilibrio de fuerzas.

Donde habría que abonar, aunque es otro tema, es en revisar la manera de parar que los legisladores una vez que ganan la elección o quedan como legisladores en virtud de la posición privilegiada que lograron en la lista de representación proporcional, renuncien a su militancia, se posicionen en otra o simplemente se declaren independientes. Esto es una absoluta falta de respeto al ciudadano que votó por una persona bajo determinadas siglas partidistas o bien, por una o un candidato independiente.

Esto genera un desequilibrio político de las bancadas partidistas. Así, mientras unos obtienen una sobre representación otros sufren una sub representación. El mejor ejemplo lo tenemos en la actual Cámara de Diputados. Esto tiene que cambiar.

Por ello, la mejor directriz de nuestro sistema mixto electoral es seguir conservando nuestro sistema tal y como está sin las distorsiones de las que ya apuntamos algunas y, con ello, además, estaremos respetando la voluntad de la ciudadanía depositada en las urnas.