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Administración del poder

Muchos observamos la desconexión con la ciudadanía.

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Escrito en OPINIÓN el

La reciente visita del Papa Francisco, -como jefe de la iglesia católica y del Estado Vaticano-, fue acaparado por el poder político mexicano y su televisora favorita, cuando celebridades se dieron cita en el hangar presidencial para recibir al más sencillo de los líderes religiosos contemporáneos.

 

De entrada la tarde–noche del viernes en que hizo su arribo, dignos personajes como el cantante Christian Castro, tuvieron oportunidad para saludar y convivir con el Sumo Pontífice. Luego siguió la primera presentación del gabinete legal y ampliado.

 

Al día siguiente en Palacio Nacional, nuevamente el Ejecutivo Federal presentó a su gabinete, como si de la noche a la mañana se hubieran olvidado personas saludadas anteriormente. Pareciera que el distinguido visitante percibió la recepción VIP que el Gobierno Federal le organizaría, cuando el Papa Francisco dijo en su mensaje oficial de bienvenida, que “cada vez que se busca el camino del privilegio o beneficios de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano la vida en sociedad se vuelve terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión y la violencia”. Los aplausos substituyeron al silencio incómodo.

 

Y con la recepción VIP a la que acudieron nuevamente Secretarios de Estado, Subsecretarios y Directores Generales, quienes en compañía de dirigentes de la clase política, social y económica del país, muchos observamos la desconexión entre esta clase y su ciudadanía, para corroborar la pretendida administración del poder en la visita del también Jefe del Estado Vaticano.

 

Pareciera que con acaparar la presencia del distinguido visitante, la clase política mexicana buscaba también el perdón por los escándalos por los que México es conocido en el exterior: violación de derechos humanos, corrupción e impunidad.

 

El exceso de seguridad a nivel terrorismo corroboró la división social. Dos, tres y hasta cuatro círculos de seguridad, cierre de calles en varias cuadras de anticipación, un aeropuerto cuyos pasajeros tuvieron que desplazarse a pie más de un kilómetro y con varias aduanas de entrada para llegar, así como un Secretario de Estado encargado de la seguridad del visitante, quien junto con la Guardia Suiza, cuidaron al pontífice en los estados que visitaría.

 

Nuevamente la misa en la Basilica de Guadalupe dio cuenta de la zona VIP en donde se encontraban personalidades de la vida política del país, para contrastar con la segunda o tercera clase a que fue reducida la ciudadanía.

 

La misma ciudadanía resintió el exceso de seguridad, cuando en la misa en Ecatepec muchos de los asistentes pasaron ayuno de hasta 12 horas porque el dispositivo de seguridad impidió ingresar con alimentos y agua, mientras el Gobierno del Estado de México había dispuesto a sus invitados una zona VIP para toma de alimentos y agua. Aquí su discurso se centró en criticar a los “príncipes” de la iglesia.

 

Por los gestos y expresiones faciales del Sumo Pontífice pareciera que hablaba de una incomodidad. No lo acompañó el Arzobispo Primado de México, Norberto Rivera, más que sólo con el Nuncio Apostólico en México, Christophe Pierre.

 

Una incomodidad, cuando el gobierno anfitrión prefiere desviar sus asuntos torales con asuntos morales o religiosos, que darle certeza y legitimidad a sus actos, procesando penalmente a sus corruptos, en quienes se ha depositado la confianza de administrar el poder y generar condiciones para seguir violando derechos humanos, corrompiendo y dejando que la impunidad subsista.

 

Ahora, volvemos a la realidad del peso, del petróleo, de la corrupción y de la impunidad.

 

@OpinionLSR