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A la selva se la llevará el tren

El Tren Maya avanza sin la participación de los pueblos originarios y de otros sectores de la sociedad. | José Luis Castillejos

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Escrito en OPINIÓN el

La deforestación de la selva por la construcción del Tren Maya es un tema que no interesa al gobierno de la 4T. Contra la voluntad de los ecologistas y los derechos de las comunidades se viene imponiendo la obra sin que se explique realmente los impactos medioambientales que traerá.

Un grupo de 159 organizaciones y 85 activistas dirigieron una carta al presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, para advertirle las serias implicaciones del tren, pero éste no los ha escuchado. Es más, no le interesa hacerlo.

Claro que hay atropellos a los derechos y garantías de los pueblos indígenas, pero a López le interesa su buque insignia y pasar a la historia como el gran transformador del sur, aunque ello represente el derribamiento de millones de árboles y el daño a zonas arqueológicas.

En una carta, las organizaciones, colectivos indígenas y populares, comunidades de base, académicos y ciudadanos advirtieron que el “Tren Maya”, presentado como proyecto detonador del desarrollo, debe rechazarse, pero la protesta social no ha interesado a AMLO.

Aunque existen diversos amparos que ordenan la suspensión del proyecto, porque afecta de manera directa a comunidades indígenas de al menos cuatro entidades, el proyecto avanza sin la participación de los pueblos originarios y de otros sectores de la sociedad.

En este tema el gobierno no realizó un real diálogo. Es más, las reuniones realizadas por el Instituto Nacional de Pueblos Indígenas entre el 15 de noviembre y el 15 de diciembre del 2019, no pueden ser consideradas como un proceso de consulta indígena.

Estas se efectuaron a través de instancias no representativas y no cumplió con los estándares del derecho a la consulta, establecido en el Convenio 169 de la OIT como denunció en su momento la Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.

La administración de AMLO que asegura estar a favor de las clases desprotegidas decidió unilateralmente el futuro de las comunidades y pueblos indígenas.

Expertos en este tema aseguran que el proyecto es inviable y hay como sustento un estudio realizado por 30 científicos convocados por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) que advierte sobre los riesgos ambientales y sociales en este proyecto.

En sí el Tren Maya propiciará la degradación, deforestación y fragmentación de veintitrés Áreas Naturales Protegidas, entre las cuales se encuentran Áreas Naturales Protegidas de Quintana Roo como Yum Balam, Manglares de Nichupté, Uaymil y las Reservas de la Biosfera de Sian Ka’an y Calakmul, ambas patrimonio de la Humanidad.

También se afectará siete Regiones Terrestres Prioritarias, y once Regiones Hidrológicas Prioritarias que podrían convertirlas en áreas biológicamente inhóspitas.

En los alrededores del trazo del Tren Maya el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) tiene registro de siete mil 274 sitios arqueológicos. De éstos, mil 288 se encuentran a distancias no mayores a 10 kilómetros de la vía férrea, de manera que tendrían una afectación directa, según el citado estudio del CONACYT.

En el mismo se afirma que “Atendiendo a los cálculos de pasajeros y carga del tren, podrían implicar la destrucción irrecuperable de posibles vestigios culturales, daño físico, adulteración o uso turístico excesivo”.

Pero el gobierno de AMLO ha difundido un supuesto apoyo desde las Naciones Unidas al proyecto, que en realidad no existe. Lo que hay, son consultores contratados por FONATUR a través de ONU-Habitat y la UNESCO que colaboran actualmente con estudios para el proyecto, lo que no significa el apoyo de la ONU.

Greenpeace ha advertido que el proyecto genera graves riesgos al patrimonio histórico y cultural de la Península de Yucatán. No tiene la aprobación de varios sectores sociales y se advierte que este proyecto generaría un peligro para la salud de los indígenas.

El gobierno de López Obrador se ha conducido en este tema con total opacidad. No hay información contundente que descarte que habrá impactos ambientales, económicos y sociales adversos.

A pesar que desde el oficialismo se ha dicho que el Tren Maya no generará daños ambientales, lo cierto es que se niegan a realizar estudios técnicos y no informan al país sobre el peligro que corre el mono araña.

De acuerdo a reportes de Greenpeace y Expansión, las afectaciones que podría presentar este proyecto serían pérdida de vegetación por el desmonte y el despalme; y la pérdida de productividad del suelo a causa, entre otras cosas, de la compactación que genera el tránsito de maquinaria durante la construcción y de las vibraciones que se producen con el tránsito de trenes.

La hidrología también podría sufrir daños tanto a nivel superficial como subterráneo, y cambios en las corrientes naturales de las aguas.

Además, existe riesgo de contaminación de cursos tanto superficiales como subterráneos a causa de sustancias vertidas por accidente o por un mal tratamiento de residuos, y pérdida y/o fragmentación de hábitats, que no siempre se solucionan con corredores biológicos. 

Las obras y el funcionamiento del tren pueden producir alteraciones en el comportamiento de la fauna de la zona. Adicionalmente existe el riesgo de incendios tanto durante la construcción de las infraestructuras como durante el tránsito de trenes.

“Al constituir una división artificial, como lo es la vía del tren, podrían interrumpirse los corredores biológicos naturales de especies que transitan en los diversos tramos de la ruta.  Surgimiento de asentamientos regulares e irregulares poblacionales.  Afectación a la fauna y vegetación de las áreas naturales protegidas donde pasará la ruta del tren”, advierte Greenpeace.

Entre sus efectos negativos más significativos, estarían la fragmentación de ecosistemas y la disminución de especies nativas, temas que el gobierno no quiere ver o se hace el loco.

Más allá de que se reforeste lo que se deforeste durante el desarrollo de su infraestructura, las vías de comunicación y transporte como las carreteras o las vías férreas, también se convierten en barreras para la fauna que habita y transita de un lugar a otro, lo que se traduce en un impacto ambiental negativo de gran alcance, tema del que poco se habla y que poco se visibiliza.

El Tren Maya recorrerá alrededor de mil 500 kilómetros, y cruzaría unas de las zonas de más alto valor ambiental y de biodiversidad de México. Áreas como las 723 mil 185 hectáreas de Calakmul, o las 528 mil 147 hectáreas de Sian Ka’an, entre otras, podrían verse seriamente afectadas, amenazando la biodiversidad que en ellas habita.

Aquí lo que hace falta es realmente un manejo integrado del paisaje y conectividad, o gestión territorial sustentable, debe cuidarse que no sólo se dé en el territorio, sino entre las instituciones y los sectores involucrados.

Pero eso no parece saberlo López Obrador. Está más preocupado en beneficiar a sus amigos constructores que en cuidar el patrimonio de la humanidad como es la selva.