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A dos puntas

Por José Carreño Figueras

Por
Escrito en OPINIÓN el

¿Los problemas del mensajero afectan el mensaje?

 

Cuando el embajador Alfonso de Alba, Representante de México ante la Organización de Estados Americanos (OEA) expresó recientemente a nombre de México su preocupación por los problemas políticos en Nicaragua, encontró una dura respuesta de su contraparte nicaraguense, Luis Exequiel Alvarado.

 

El nicaraguense atacó lo que consideró como injerencia en asuntos internos y señaló que el gobierno mexicano haría mejor en preocuparse de sus asuntos internos.

 

Y aunque está en lo correcto en cuanto a la importancia de poner la propia casa en orden, no puede dejar de hacer pensar que se convirtió en una nueva edición de Guillermo Sevilla Sacasa, aquel mítico embajador que representó en Washington a los gobiernos de la familia Somoza entre 1943 y 1979, y que en su último discurso ante la misma Organización de Estados Americanos atacó a Costa Rica por permitir que su territorio fuera usado por los sandinistas -aunque pudo haber mencionado a una serie de países que como México actuaron con más simpatía hacia los rebeldes sandinistas que respecto al gobierno establecido de esa nación.

 

Después de todo, Nicaragua parece haber recorrido de nuevo el círculo y encontrado otro "hombre fuerte" a la vieja usanza latinoamericana. La ironía, o tal vez la tragedia, es que sea Ortega, el que fuera líder político de una revolución que como la nicaraguense, despertó la imaginación y la simpatía de muchos en este continente. 

 

Pero la realidad es que si Alvarado tuvo razón en destacar los considerables problemas internos que enfrenta México, especialmente en materia de administración de justicia, el hecho es que Nicaragua enfrenta infortunadamente una situación de crisis real, significada en cierta forma por sus exhibiciones del equipo militar "donado" por Rusia y que pone a Nicaragua entre las potencias militares del continente -por más que no tenga recursos para mantenerlos-.

De acuerdo con los reportes de hace unos meses, el "donativo" incluyó aviones a reacción YAK-130, tanques T72-B1, cañones Zu-23-2, vehículos blindados GAZ-2330 “Tigr” (entregados en 2012), cuatro lanchas patrulleras encargadas en 2013 y posiblemente dos más con capacidad para lanzamiento de proyectiles.

 

Y tal como están las cosas, es posible que ese equipo sea más para amedrentar a sus críticos internos -que existen a pesar de las fórmulas empleadas por el gobierno Ortega para reprimirlos- que para defenderse de un enemigo externo. El "imperialismo estadounidense" tiene en realidad cosas más importantes en que perder el tiempo. 

 

Ciertamente el nuevo equipo militar es equipo tan moderno o más que el que tienen sus países vecinos, y hace de las Fuerzas Armadas de Nicaragua una fuerza de consideración, por más que sea armamento viejo en comparación con los arsenales de las grandes potencias.

El asegurar su defensa nacional es derecho de Nicaragua. Pero el establecimiento de un reinado permanente, al estilo del que tuvo por décadas la familia Somoza y contra el que combatieron los sandinistas, Ortega incluido, es una preocupación de todos.

 

Es correcto señalar que México y Nicaragua comparten serios problemas de derechos humanos; es absolutamente cierto que hay problemas comunes en términos de administración de justicia y de política. A ninguno de los dos les gusta la idea de que alguien más opine de sus faltas domésticas.

 

Pero...

 

Con todo y sus múltiples pecados y demoras, la situación en México parece un capítulo más en su caótico y frecuentemente lento y enrevesado camino hacia la democracia; Nicaragua parece haber revertido, otra vez, al status de fundo familiar. Eso no es lo que Ortega prometió hace décadas y eso es lo que le reclaman muchos de sus antiguos compañeros. 

 

@OpinionLSR