DESINFLUENCIA

La desinfluencia en México, el retorno de las voces sinceras

La desinfluencia es una palabra nueva para un fenómeno antiguo: desconfiar de lo falso, y los mexicanos están volteando la mirada hacia lo real, lo imperfecto, lo cotidiano. | José Luis Castillejos

Escrito en OPINIÓN el

En México, la era de los grandes influencers empieza a mostrar signos de desgaste. Después de una década dominada por figuras de millones de seguidores, cuidadosamente maquilladas por filtros, campañas millonarias y frases prefabricadas, hoy emerge una contracorriente poderosa: la desinfluencia. Es una palabra nueva para un fenómeno antiguo: desconfiar de lo falso. Y los mexicanos están volteando la mirada hacia lo real, lo imperfecto, lo cotidiano.

Ya no basta con una sonrisa bien editada ni con un video desde la playa de Tulum para convencer a alguien de comprar un producto. En un país herido por la desigualdad y la saturación de estímulos digitales, el ciudadano común ha comenzado a cansarse del brillo plástico. Quiere escuchar a alguien como él, como ella. Alguien que tenga ojeras, que dude, que se equivoque, que no siempre tenga todo bajo control. La autenticidad ha dejado de ser una estrategia y ha vuelto a ser un valor.

Los datos lo confirman. En 2022, el 58 por ciento de los usuarios mexicanos confiaba en la recomendación de un influencer; en 2024, ese número cayó por debajo del 40 por ciento. Las marcas, atentas, comenzaron a modificar sus campañas. Algunos ejecutivos hablaron de “humanizar el contenido”. Otros, más realistas, admitieron que simplemente la gente dejó de creerles.

Lo que ha crecido en su lugar es el poder de los microinfluencers y los creadores independientes. Son personas con mil, cinco mil, quizá diez mil seguidores, pero con una conexión real. Sus audiencias no los siguen por aspiración sino por afinidad. Porque cocinan como tú, porque cuidan a sus abuelos, porque se equivocan en vivo. Esa fragilidad los hace creíbles.

En esta transición también juega un papel importante la tecnología. La inteligencia artificial ha democratizado las herramientas de edición, de guion, de producción audiovisual. Hoy, una persona desde su casa en Iztapalapa o en Tapachula puede crear un contenido de calidad, grabar con su celular y difundirlo con un impacto profundo. No busca impresionar: busca decir algo verdadero.

Esta nueva ola ha abierto paso a voces que antes no tenían espacio. Mujeres indígenas que hablan en lengua originaria sobre salud menstrual. Agricultores que muestran con sencillez cómo cuidar la tierra. Madres solteras que narran su lucha por educar a sus hijos con dignidad. Jóvenes de barrios periféricos que escriben poesía urbana desde su celular. Todos ellos están llenando el vacío que dejaron los influencers de poses y frases vacías.

No se trata de una guerra de formatos ni de números. Es una transformación cultural. México, país de contrastes, ha comenzado a exigir contenido con conciencia, con sentido, con verdad. La audiencia se ha vuelto más crítica. Pregunta de dónde vienen los productos, quién los fabrica, cuánto ganan los trabajadores. Exige transparencia. Y esa exigencia no se negocia con un filtro bonito.

La desinfluencia también interpela a los medios tradicionales y a las instituciones. ¿Cómo comunicar en un país que ya no cree en las figuras prefabricadas? ¿Cómo llegar al corazón de una juventud que ha crecido con pantallas, pero que busca sentido? La respuesta no está en producir más contenido, sino en producirlo con verdad. En escuchar antes de hablar. En mostrar vulnerabilidad sin miedo.

Hay quienes dicen que todo esto es una moda. Que pronto volverán los maquillajes perfectos, los retos virales y las campañas millonarias. Tal vez. Pero algo se ha sembrado ya en el espíritu digital mexicano. Una necesidad de verdad que no será fácil de borrar.

Hoy, la desinfluencia no es una tendencia: es un acto de resistencia. Es mirar a los ojos, sin filtros, y decir: esto soy. Y si hay algo que México ha demostrado a lo largo de su historia, es que sabe reinventarse desde lo más humano.

Porque al final del día, las voces sinceras siempre encuentran eco. Aunque hablen bajo. Aunque vengan desde los márgenes. Aunque no tengan patrocinadores. Porque lo verdadero, cuando llega, se queda.

José Luis Castillejos

@JLCastillejos