PAPA LEÓN XIV

¿Para qué sirve un papa?

El nuevo papa llega con una misión tan antigua como su iglesia: sostener la unidad en la diversidad, hablar por los que no tienen voz y recordar a los poderosos que el poder no es fin, sino servicio. | Laura Rojas

Escrito en OPINIÓN el

Mientras el mundo se fragmenta —entre guerras que parecían lejanas y ahora se libran en tiempo real, entre democracias fatigadas y autoritarismos renovados, entre una tecnología desbordada y la búsqueda ancestral de sentido— la Iglesia católica ha vuelto a hacer lo que ha hecho durante más de dos mil años: elegir a un papa.

El humo blanco del 8 de mayo de 2025 no solo anunció al sucesor de Pedro, sino que irrumpió en la escena global con una señal inesperada: el elegido no era europeo ni africano ni latinoamericano, sino estadounidense. Robert Prevost, nacido en Chicago pero con alma misionera forjada en Perú, se convirtió en León XIV. Y con su nombre, evocó a otro León, el XIII, quien enfrentó los embates del capitalismo salvaje a finales del siglo XIX con una encíclica social que aún resuena: Rerum Novarum.

El nuevo papa llega con una misión tan antigua como su iglesia: sostener la unidad en la diversidad, hablar por los que no tienen voz y recordar a los poderosos que el poder no es fin, sino servicio. León XIV representa, en su propia persona, ese cruce de tiempos, culturas y tensiones. Estadounidense de nacimiento, peruano por elección, agustino de vocación y cosmopolita por experiencia, ha vivido más en los márgenes que en los centros. Conoció la pobreza en Lima antes que los pasillos del Vaticano. Por eso no sorprende que, en su primer mensaje, haya hablado de paz, justicia y apertura, de una iglesia que no teme al mundo sino que desea comprenderlo.

Su elección no fue fruto del azar, sino de un cálculo delicado. Según The Economist (8 de mayo de 2025), los cardenales buscaron una figura de equilibrio, alguien que no radicalizará a los progresistas ni provocará un repliegue de los conservadores. León XIV no parece dispuesto a ordenar mujeres ni a bendecir nuevas formas de familia, pero tampoco parece interesado en levantar muros. Su tono, más pastoral que doctrinal, recuerda que muchas veces, en el Vaticano, el gesto importa tanto como el dogma.

Pero su figura también tiene resonancia más allá de los muros de San Pedro. En tiempos donde la política se tiñe de populismo y los líderes alzan la voz para dividir, la elección de un papa estadounidense con espíritu latinoamericano es una respuesta silenciosa y firme. Prevost ha criticado públicamente las políticas migratorias de su país natal, ha defendido a quienes han sido expulsados sin justicia y ha abrazado la causa ambiental sin concesiones. No es un papa político, pero su sola presencia incomoda a los poderosos que confunden soberanía con exclusión.

En Roma, hace apenas un año, advertía sobre los peligros de ejercer un “dominio tiránico sobre la naturaleza”. Su mensaje fue claro: la humanidad no debe subyugar la creación, sino relacionarse con ella desde la reciprocidad. Esa visión ecológica, heredada de Francisco, no es una moda teológica sino una toma de posición frente al colapso que se asoma en el horizonte.

León XIV también ha hablado, aunque apenas lo haya insinuado, de otro desafío inminente: la inteligencia artificial. Su elección de nombre no fue solo nostalgia: así como León XIII enfrentó la revolución industrial, él parece dispuesto a encarar la revolución algorítmica. La Iglesia no puede callar ante los dilemas morales de la nueva era, sí, pero no solo los tecnológicos sino los que más impactan el corazón humano como la aceptación y el reconocimiento de todas y todos por igual: mujeres, comunidad LGBTQ+, divorciados y demás.

Hoy, más que un soberano, el papa debe ser una conciencia. No dicta leyes, pero interroga al poder. No tiene ejército, pero su palabra aún puede cruzar fronteras y corazones. Y en un mundo que duda incluso de su propio rumbo, la Iglesia —con todas sus sombras y fracturas— debe ofrecer una brújula ética para sus 1400 millones de fieles y más allá. León XIV tendrá que caminar esa línea fina entre tradición y cambio, entre el peso de los siglos y la urgencia del presente.

Porque al final, ¿para qué sirve un papa hoy? Tal vez para recordarnos que la humanidad, pese a sus fracturas, siempre puede encontrar sentido, siempre puede escuchar una voz que no grita, pero insiste: “La paz sea con todos”.

 

Laura Rojas

@Laura_Rojas_