La semana pasada, el presidente Donald Trump anunció la imposición de aranceles “recíprocos” a productos importados a Estados Unidos de más de 180 países, alegando que otros gobiernos llevan años cobrando impuestos injustos a las exportaciones estadounidenses y que es momento de igualar las condiciones. Esta decisión ha generado reacciones inmediatas y preocupaciones profundas entre analistas económicos, gobiernos y organismos internacionales ya que pone pasa por encima de las reglas básicas sobre las que ha funcionado el comercio global en las últimas décadas.
El comercio internacional funciona a través de acuerdos multilaterales, como los establecidos por la Organización Mundial del Comercio (OMC), donde los países negocian reducir aranceles a los productos importados y establecer reglas comunes. Estos acuerdos han permitido que productos como electrónicos, alimentos, ropa o autopartes circulen con menores costos entre países, haciendo más accesibles los precios para los consumidores y más rentables las exportaciones para las empresas. Cuando un país impone impuestos de manera unilateral, sin seguir estas reglas, se rompe el equilibrio y se generan tensiones, porque otros países pueden responder con medidas similares. Eso fue lo que pasó cuando, en gobiernos anteriores, se iniciaron guerras comerciales, como la que Trump mantuvo con China entre 2018 y 2020.
La reacción de los mercados financieros a este anuncio fue inmediata. El índice S&P 500, que representa a las 500 empresas más grandes de Estados Unidos, perdió cerca de 10% en una semana. Eso significa que las acciones de empresas como Apple, Amazon o General Motors perdieron valor rápidamente, afectando directamente a los inversionistas, incluyendo personas comunes que tienen fondos de pensión o ahorros invertidos en la bolsa. También se desplomaron otras bolsas importantes, como las de Londres, Fráncfort, Tokio y Ciudad de México. Esta caída refleja el miedo a que la medida de Trump provoque una guerra comercial global, donde otros países respondan con más impuestos a los productos estadounidenses, reduciendo el comercio mundial y encareciendo muchos productos.
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El impacto de estos aranceles puede sentirse en muchos niveles. Por ejemplo, si una empresa mexicana exporta autopartes a Estados Unidos y ahora debe pagar un arancel, probablemente subirá sus precios, lo que puede hacer que su cliente en EU deje de comprarle. Eso pone en riesgo los empleos de los trabajadores que fabrican esas piezas. A su vez, los consumidores en Estados Unidos podrían pagar más por los autos, porque las piezas importadas serán más caras. Lo mismo puede pasar con alimentos, medicinas, computadoras y ropa. Además, si las empresas ganan menos, pueden dejar de contratar o incluso despedir empleados. Si eso ocurre a gran escala, se frena el crecimiento económico y aumenta el riesgo de una recesión, es decir, de que la economía entre en un periodo prolongado de estancamiento o caída.
Frente a este escenario, los gobiernos tienen varias opciones. Una es presentar quejas ante la OMC por violación a las reglas comerciales, aunque estos procesos suelen ser lentos. Otra es reforzar sus acuerdos comerciales con otros países, para reducir su dependencia del mercado estadounidense. También pueden apoyar a sus empresas exportadoras con créditos o incentivos fiscales, y proteger a los sectores más vulnerables de sus economías. Pero también las personas comunes pueden tomar decisiones informadas: estar atentos a los cambios en precios, cuidar sus gastos, comparar productos nacionales e importados, y exigir a sus gobiernos que defiendan los intereses de sus consumidores y trabajadores en foros internacionales.
Esta nueva escalada proteccionista puede tener consecuencias duraderas, pero aún es posible buscar soluciones. Los gobiernos deben actuar con firmeza pero también con diplomacia, evitando responder con medidas que agraven el conflicto. La cooperación internacional, aunque más difícil en este entorno, sigue siendo la mejor herramienta para evitar que decisiones unilaterales dañen la economía global y, sobre todo, el bienestar de millones de personas.
*Politóloga e internacionalista. Expresidenta de la Cámara de Diputados.