PAPA FRANCISCO

La herencia de un pontificado global

El papa Francisco impulsó una Iglesia menos autorreferencial, más misionera, más comprometida con las periferias existenciales y físicas del mundo ¿quién tomará con firmeza las banderas que enarboló? | José Luis Castillejos

Escrito en OPINIÓN el

La muerte de un papa, además de marcar el fin de un pontificado, abre un momento de introspección, relectura y proyección en la Iglesia Católica. 

El impacto del papa Francisco no solo se mide en los documentos que dejó, sino en las huellas morales, sociales y espirituales que imprimió en el mundo contemporáneo.

Este Papa, cuya identidad y época marcaron realidades específicas -ya fuera desde una línea más conservadora o progresista, según su enfoque pastoral- condujo a la Iglesia a través de desafíos éticos, geopolíticos y sociales. En su magisterio se abordaron temas como la migración, la pobreza, la crisis climática, los abusos sexuales dentro de la Iglesia, la desigualdad, el diálogo interreligioso y la amenaza de la indiferencia global ante el sufrimiento humano. Su estilo de liderazgo dejó una impronta que seguirá generando debate y transformación.

A nivel mundial, su voz fue una de las pocas con autoridad moral transversal. Supo interpelar a líderes políticos sin someterse a los intereses del poder. Al mismo tiempo, impulsó una Iglesia menos autorreferencial, más misionera, más comprometida con las periferias existenciales y físicas del mundo.

Pero su partida deja interrogantes abiertos: ¿quién tomará con firmeza las banderas que enarboló? ¿Qué resistencias internas y externas enfrentará su sucesor? ¿Seguirá la Iglesia avanzando hacia la sinodalidad, el respeto por la diversidad cultural, el protagonismo de la mujer en estructuras eclesiales y la reforma de la Curia?

El catolicismo global, con más de mil millones de fieles, está hoy tensionado entre un norte secularizado y un sur global en expansión, que exige respuestas concretas frente a la violencia, el hambre, la falta de acceso a derechos básicos y el colapso ambiental. En ese sentido, lo que viene para la Iglesia es una etapa de consolidación o redefinición.

El próximo cónclave no solo elegirá un pontífice: trazará el rumbo espiritual y pastoral de una institución milenaria que sigue siendo voz viva en el concierto de naciones. La agenda está marcada: reconciliación con víctimas de abusos, reencuentro con los jóvenes alejados, sostenibilidad ética en el mundo digital, y fortalecimiento del papel de la Iglesia en zonas de conflicto y en defensa de los migrantes.

El legado de este papa fallecido, sea cual haya sido su línea doctrinal, entra ya al juicio de la historia. Lo que sigue será escribir -con el pulso del Evangelio y el oído atento al clamor del mundo- el próximo capítulo de una Iglesia que, como dijo uno de sus líderes, no puede ser una aduana cerrada, sino un hospital de campaña para el alma humana.

La Iglesia también enfrentará el desafío de reconciliar a sus fieles con un mundo cada vez más fragmentado, donde la fe convive con la incertidumbre y la espiritualidad se mezcla con las lógicas del mercado. No basta con conservar lo recibido: será necesario recrearlo, traducirlo, encarnarlo en contextos que cambian a una velocidad vertiginosa.

Desde los barrios marginales de América Latina hasta los suburbios europeos donde el catolicismo lucha por no desaparecer, la voz del próximo papa deberá equilibrar el peso de la tradición con la urgencia del presente. El legado del pontífice fallecido será una brújula, pero no una camisa de fuerza. Su memoria inspirará, pero también exigirá renovación.

En este contexto, las nuevas tecnologías, el avance de la inteligencia artificial y los desafíos bioéticos plantean preguntas que la Iglesia no puede eludir. Su papel como guía moral, como defensora de la dignidad humana, requerirá respuestas profundas, meditadas, con espíritu profético y sentido pastoral.

El papa que se ha ido abrió puertas. El que viene tendrá que mantenerlas abiertas sin temor al viento que las sacuda. Porque una Iglesia que no escucha se convierte en eco, y una que no camina, en monumento. La historia eclesial enseña que cada etapa ha requerido valentía espiritual y apertura al Espíritu. Este tiempo no será la excepción.

José Luis Castillejos

@JLCastillejos