NARCOTRÁFICO

Narcoterrorismo (Parte II): ¡que vengan! ¡que nos liberen!

Las estructuras del narcotráfico se extienden más allá de las fronteras. | Ismael Jiménez

Escrito en OPINIÓN el

Es un hecho que a todos nos preocupa la inseguridad, el asunto está en cómo se combate. Para algunos, la solución es atacar de manera directa a los “cárteles del narcotráfico” que además dicen, deben ser tipificados de terroristas.

Para otros, el combate al narcotráfico pasa por salvaguardar la seguridad de “todos” los mexicanos, para evitar con ello, caer en la ramplona respuesta de Calderón al señalar que todos los caídos bajo fuego cruzado, eran “daños colaterales”.

Lo cierto es que una guerra frontal del Estado contra los grupos del narcotráfico enquistados en todos los niveles de la sociedad, podría llevar a un baño de sangre que nadie en su sano juicio quiere vivir.

Y es que el combate al narcotráfico no significa acabar únicamente con los “grupos” de control de territorios, trasiego y producción de estupefacientes. La estructura de estos grupos es mucho más grande y va más allá de los nombres y caras que los medios de comunicación presentan como “jefes” únicos.

Las estructuras del narcotráfico, se extienden más allá de las fronteras e involucra a políticos y empresarios de Estados Unidos. La diferencia es que las caras de los niveles más altos del narcotráfico mundial, no son visibles.

Suponer que para acabar con los grupos de narcotráfico sólo necesita cortar las cabezas de las organizaciones, es repetir el error de Colombia. Por eso, declarar la guerra directa a esos grupos que además superan en armamento a los ejércitos, sólo consiguió una serie de atrocidades y muertes en el país sudamericano, la cual, por cierto, aún no termina, y que, en México, comenzó cuando Calderón accionó el gatillo.

En el terreno geopolítico, de todos es sabido la estrategia estadounidense de generar conflictos para desestabilizar gobiernos con el fin de hacerse con los recursos naturales del país en cuestión. Armar grupos y enfrentarlos, es y ha sido, su modus operandi desde hace décadas.

Por esa razón y por otras tantas la crítica a Calderón sobre “su guerra”. Se entendía que iniciar una guerra además de masacres, daría entrada a las fuerzas de inteligencia estadounidenses para operar en México sin restricciones, no sólo para combatir el narcotráfico, también para indagar sobre el potencial de los recursos del país.

La prueba es el Plan Mérida de 2008 que contemplaba una cruzada de combate al trasiego de estupefacientes con destino a los Estados Unidos, desde México y Centroamérica. El programa incluía entre otras cosas, “equipo y entrenamiento”, así como 400 millones de dólares que fueron entregados al gobierno de Felipe Calderón.

Aunque el acuerdo señalaba que dichos recursos en “principio” no serían para la compra de armas, más adelante, se destapó un escándalo de tráfico ilegal de armas de los Estados Unidos hacia México, en el que distintas investigaciones tanto nacionales como internacionales, señalaron a Felipe Calderón como responsable del trasiego de armas que se dice, pararon en manos del narcotráfico.

Pero si vamos un poco más atrás, es posible que la guerra contra el narcotráfico haya comenzado en el sexenio de Salinas, pues fue éste quien acabo con toda la estructura del Estado corporativista, en el que nada se movía sin la voluntad del Señor Presidente.

Qué significa esto, que previo al desmantelamiento del viejo PRI, el asunto del narcotráfico no era un problema de “seguridad nacional”. Es decir, no es que no existiera, lo que sucedía es que todo estaba bajo “control” y eso garantizaba que todos los grupos operarán respetando cada uno la región del otro.

Con la ruptura del poder corporativista, iniciaron las disputas internas entre los distintos grupos de poder y aunque la violencia no se ejercía como hoy en día, poco a poco fuimos testigos del aumento de los enfrentamientos entre los distintos grupos en las ciudades fronterizas.

La guerra de Calderón, no sólo dejó al descubierto el tráfico de influencias del crimen organizado, destapó las redes de corrupción en el trasiego de armas y drogas, permitió la mayor presencia y operación de la DEA en México y mantuvo a pie firme la “estrategia de seguridad” de Genaro García Luna.

Por eso es hipócrita señalar a un solo gobierno de estar coludido con el narco, quienes así opinan, omiten lo antes mencionado sin reconocer la responsabilidad no sólo de Calderón, sino de todos los exmandatarios, gobernadores y exgobernadores, presidentes y expresidentes municipales, y funcionarios y exfuncionarios públicos coludidos o indiciados con el narcotráfico. A esto se refiere Trump cuando llama a México narco estado.

Señalar a un gobierno como más narco y corrupto que otro, no es otra cosa que inmadurez política y social. Una pérdida de tiempo para concentrarnos en atender el verdadero problema de la inseguridad que es atacar la colusión de las autoridades estadounidense con el trasiego de drogas en ese país y el envío de armas a México.

Aquí ya no importa quién tenía más amigos narcos o si estaban coludidos con ellos, si todos están relacionados con el narco, hay que denunciarlos por su nombre sin tapujos, si verle el color del partido al que pertenece o del que formó parte. Si vamos a pedir que los juzguen, que lo hagan con todos. Pues todos son responsables de la inseguridad que vivimos.

Eso nos daría fuerza y unidad para enfrentar a los Estados Unidos y exigirles detener el trasiego de armas y que actúen contra quienes permiten la entrada y distribución de drogas a su territorio, que combatan su corrupción, mientras los verdaderos mexicanos combatimos lo nuestro.

El asunto es que el tráfico de armas y estupefacientes, es un gran negocio de éste y del otro lado de la frontera, y Trump como otros tantos mandatarios de su país, lo que busca es hacerse con todos los controles económicos, incluido el de las armas y las drogas y para ello, iniciaron una guerra que les conviene.

 

Ismael Jiménez

@ijm14