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Guerra comercial, lo que no se debe hacer

La “pausa” en la aplicación de los aranceles, no significa que se pueda evitar una guerra comercial con EU, así que México debe prepararse, y lo primero será evitar varios errores posibles. | Jorge Faljo

Escrito en OPINIÓN el

Que se retrase un mes la aplicación de los aranceles a México no significa que hayamos evitado la guerra comercial. Escribí hace un par de días que aplicar los aranceles generaría un costo demasiado alto para Trump. Estados Unidos no está preparado para administrar el caos que se generaría en la frontera. Lo peor sería que la crisis de nuestro ya fracasado modelo de globalización podría generar un desorden económico y político con resultados imprevisibles. 

Escribí también que la mejor alternativa para Trump es agitar continuamente la amenaza de los aranceles y exigir cambio tras cambio mientras que su administración se prepara para una aplicación de aranceles cuidadosa, progresiva y negociada al interior de Estados Unidos.   

La “pausa” en la aplicación de los aranceles, no significa que se pueda evitar una guerra comercial con Estados Unidos. La guerra ya está en marcha y Trump ya empezó a cosechar concesiones por parte del gobierno de México. Una primera es enviar 10 mil elementos de la Guardia Nacional a la frontera norte para evitar el tráfico de drogas de México a Estados Unidos, en particular fentanilo. No se dice, pero es posible que esa fuerza también actúe para retener migrantes de este lado de la frontera. 

La medida es inevitable. Pero es tan solo una primera concesión, luego tendrán que venir otras para ganar más “pausas”. Este juego de vencidas tiene límites previsibles. Del lado norteamericano llegará un momento en que estarán realmente preparados y aplicarán aranceles. Más allá de contener el flujo de migrantes o fentanilo, el plan de reindustrialización de Estados Unidos a costa y en detrimento de la industrialización de su periferia seguirá adelante. Así que México debe prepararse, y lo primero será evitar varios errores posibles

Uno: no caer en la ilusión de que se puede posponer indefinidamente la aplicación de aranceles a México. Con algunas concesiones se puede ganar algún tiempo que hay que aprovechar para también prepararnos con urgencia. 

Dos: no judicializar la guerra comercial. El T-MEC prevé mecanismos de resolución de controversias que funcionaron en el pasado. Sin embargo, en esta coyuntura hacer denuncias y esperar durante meses una resolución favorable sería perder el tiempo en la inacción. El resultado favorable no tendría ningún peso en las decisiones de Trump. Debemos considerar que Trump nos ha liberado de las ataduras del T-MEC

Tres: no gastar las reservas internacionales en infiernitos y mucho menos endeudar al país. En el pasado fue inútil intentar estabilizar la paridad cambiaria de manera prematura ante una corrida de capitales. En la práctica se facilitó la salida de capitales privilegiados a una paridad favorable mientras que el resto del país habría de cargar con los impactos de la devaluación

Lo más probable, prácticamente inevitable, es que la guerra comercial tenga un impacto devaluatorio sobre el peso. México cuenta con reservas internacionales de 230 mil millones de dólares (mmd) y una línea de crédito por otros 44 mmd. No son suficientes para enfrentar una estampida de capitales volátiles nacionales y extranjeros y no sería conveniente vender baratas las reservas internacionales para una supuesta estabilización de la paridad. Mucho peor sería emplear la línea de crédito flexible y endeudar al país. Quedar con una moneda devaluada, sin reservas y endeudados sería el peor resultado posible. Será más conveniente dejar que el mercado determine un nivel de devaluación que lamentablemente podría ser momentáneamente excesivo y cuando haya llegado a su límite e iniciado un movimiento pendular en reversa apoyar su estabilización. 

Cuatro: no a la guerra de aranceles con Estados Unidos. Imponer aranceles a las importaciones de manera significativa estaría castigando a los consumidores y las empresas en México. Tales aranceles se sumarían al impacto negativo de la devaluación. En vez de aranceles es mejor aceptar, e incluso promover una devaluación administrada. Analistas financieros de buen prestigio ya proponen una devaluación del 25 por ciento. Eso sería equivalente a un encarecimiento de todas las importaciones atribuible al mercado sin necesidad de politizarlo como guerra de aranceles

La respuesta mexicana debe ubicarse en otro lado. Una devaluación hará más competitivas las exportaciones de México y eso es precisamente lo que quiere deteriorar Trump. Hay que adelantarse e imponer impuestos a las exportaciones mexicanas. Estos deberían ser acordes a la devaluación del último año y la que siga, y gravar el valor agregado en México.  Es decir que sería mayor para las exportaciones agrícolas que para las industriales. 

Incluso en caso extremo negociar con Trump dividir la aplicación de aranceles del 25 por ciento; que ellos impongan el 12.5 por ciento a sus importaciones y México establezca un 12.5 por ciento de impuesto a sus exportaciones a Estados Unidos. Es decir que el ingreso fiscal proveniente de cargos al comercio se divida entre los dos países dando lugar al efecto que busca Trump. Este y otros ingresos fiscales podrían contribuir al financiamiento operativo de exigencias no arancelarias, como el control de los flujos de fentanilo y migrantes. 

Cinco: no a una alianza política con China. Algunos consideran que el conflicto comercial con Estados Unidos nos debe llevar a un acercamiento a China. No es así. México emplea el fuerte superávit que obtiene en el comercio con Estados Unidos para pagar el enorme déficit en el comercio con China. Es más bien necesario avanzar aceleradamente hacia el equilibrio comercial con China. Hay que establecer fuertes aranceles a las importaciones chinas. Sería también una fuente de ingresos fiscales. 

No es de lejos todo lo que hay que hacer. Hay que modificar todo el modelo y fortalecer la economía del Estado con una reforma fiscal profunda (que incluya impuestos a la exportación y aranceles al sudeste asiático); una política industrial concertada internamente y con Estados Unidos; evolucionar los programas sociales para configurar un amplio sector social de la economía; recuperar una gobernanza sustentada en el poder del Estado para asegurar el bienestar y la seguridad de sus ciudadanos. 

Todo con diálogo y unidad interna; sin aspavientos que nos confronten con el exterior. 

Jorge Faljo

@JorgeFaljo