Como cada año, este lunes 25 de noviembre en que se conmemoró el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer en recuerdo al artero asesinato de las hermanas Mirabal en República Dominicana durante la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, se intensificó la difusión de datos sumamente preocupantes sobre la realidad de nuestro país como en el caso del número de homicidios dolosos que promedian 5.1 de cada 100 mil mujeres a nivel nacional pero que, en algunos estados, las cifras se disparan superando en Colima los 34.5 asesinatos de mujeres, o el hecho de que más del 70% de las mayores de 15 años hayan vivido cuando menos algún tipo de violencia.
Sin duda la violencia de género en sus distintas manifestaciones (física, sexual, emocional, económica, laboral) sigue siendo una constante pues, a pesar de los múltiples esfuerzos para cambiar esta inadmisible situación, las resistencias también son muchas y los avances aun están muy lejos de incidir en una reducción sostenida, lo que exige una participación colectiva que involucre gobierno y sociedad.
Justo ese mismo día, el INEGI dio a conocer los resultados del estudio que realizó sobre otro tema al que generalmente se presta poca atención, pero que también tiene un gran impacto particularmente en el caso de las mujeres. Me refiero al trabajo no remunerado en tareas domésticas y de cuidado en los hogares mexicanos, que en 2023 tuvo un valor de 8.4 billones de pesos, lo que representa el 26.3% del PIB total observando un incremento del 5% respecto a 2018 que fue de 21%, que está por arriba de actividades económicas como la industria manufacturera o el comercio.
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Es importante destacar que más del 70% de ese monto es aportado por mujeres, mientras que los hombres tan solo aportan alrededor del 28%. Esto significa que la contribución de las mujeres a sus h0gares es de casi 87 mil pesos anuales en promedio, sin recibir a cambio ninguna retribución e incluso muchas veces sin reconocimiento alguno a su trabajo, pues se sigue pensando que ese es el rol que les corresponde como mujeres, y en no pocas ocasiones puede derivar en conductas violentas cuando, desde una visión machista, a los “jefes” de familia les parece que no cumplen con sus obligaciones como a ellos les gusta.
También se debe tener en cuenta que, además, las mujeres ven sumamente limitadas sus posibilidades de desarrollo individual en prácticamente todos los ámbitos, al no contar con el tiempo para estudiar, conseguir un empleo, realizar alguna actividad económica remunerada o hasta con espacios para poder hacer algún deporte, relacionarse socialmente o de esparcimiento, ya que las labores domésticas y de cuidado de personas dependientes -como las y los hijos menores de edad, adultas mayores, con alguna discapacidad o enfermas- son muy demandantes y las absorben casi por completo. El nivel de incomprensión es enorme pues no solo no se valora la gran contribución a la economía, a la supervivencia y armonía en los hogares de quienes realizan tareas no remuneradas, sino que frecuentemente se les reclama que no hacen nada restándoles todo valor, por lo que es urgente generar conciencia, promover la responsabilidad compartida al interior de las familias, así como impulsar políticas públicas encaminadas a fortalecer la protección social de quienes aportan tanto y sacrifican mucho viendo por el bienestar de sus seres queridos.