Artemisia Gentileschi (1593) fue hija del pintor Orazio Gentileschi, lo que le permitió estudiar en el taller de su padre, (como sucedió con la pintora Lavinia Fontana, también hija de un pintor) en una época en la que las mujeres no tenían permitido compartir los espacios masculinos. Lo sabemos, todo espacio de aprendizaje que no estuviera destinado a la crianza y al trabajo del hogar era un espacio masculino. Lo eran las calles mismas. Quedaba el convento, claro, pero Artemisia se negó a una vida religiosa, Orazio respetó su decisión. La salvaguarda de “el honor de la familia” era (¿acaso con tan increíble frecuencia no lo sigue siendo?) la camisa de fuerza que mantenía a las mujeres en su sitio: las distintas formas del claustro. Pero Artemisia fue afortunada: pudo aprender de su padre, cercano al célebre Caravaggio, en un taller que era de alguna manera la prolongación de su casa.
En 1610 Artemisia pinta una obra extraordinaria: “Susana y los viejos”, (parábola tomada de la biblia). Dos jueces se acercan a Susana y le hacen saber que quieren tener relaciones sexuales con ella, si no acepta, la denunciarán por adulterio. Susana se niega y es acusada. Durante el juicio los agresores dieron declaraciones contradictorias acerca de ese “adulterio” que supuestamente presenciaron y Susana quedó libre. En la pintura, un hombre mayor murmura al oído del otro, quien se inclina sobre Susana. Todo el cuerpo de ella se gira hacia el lado opuesto en una muy evidente actitud de rechazo. Cuando Artemisia pintó esta obra tenía alrededor de 17 años. Pintaba a una mujer que había escapado a la violencia sexual específica, no así a la violencia misógina, al final de cuentas, a partir de la palabra de dos hombres despechados por su negativa a dejarse violar, fue expuesta en un juicio.
Orazio, demasiado ocupado en proyectos que lo mantenían lejos de su taller encargó la formación de su hija a Agostino Tassi, su alumno. Los encuentros tendrían lugar en presencia de una doncella. En el breve tiempo en el que la doncella se ausentó, Agostino violó a Artemisia. El padre de Artemisia lo demandó un año después, una mujer no tenia la posibilidad de emprender una acción legal por sí misma. Durante ese año, Agostino prometió que repararía “el honor de los Gentileschi” casándose con Artemisia. No sucedió. Por suerte. Quizá lo más impresionante cuando una observa las circunstancias de las mujeres en los siglos que nos preceden es constatar, todo lo que no ha cambiado. La “solución” sigue siendo la misma para millones de mujeres en el mundo: casarse –¿agradecida?– con su violador. Dato conmovedor: Olimpia Tassi decidió ser testiga contra su hermano. Su historial de abusos contra las mujeres ya era largo.
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Fueron las feministas italianas quienes descubrieron que se habían conservado las actas del proceso. Las recuperaron y fueron publicadas. Las ediciones francesas “Des Femmes” (“De Mujeres”) retomaron estas “Actas de un proceso por violación en 1612. Seguido de Cartas de Artemisia Gentileschi”. La editorial “Des femmes” fue creada en 1973, apenas unos años después del inicio del Movimiento de Liberación de las Mujeres en Francia. Fue esta segunda ola feminista –particularmente intensa en Italia, Francia y Estados Unidos– la que recuperó la figura de Artemisia como un ícono de la lucha feminista “avant la lettre”. El libro existe en castellano publicado por Cuadernos Arte Cátedra. ¿El proceso? La víctima obligada a probar su inocencia. Artemisia fue acusada de “verse con distintos hombres”. Era indispensable exhibir su supuesta conducta “libertina y promiscua”. Igual la podrían haber acusado de comer o de respirar. ¿Qué conducta femenina no estaba bajo sospecha?
Una de las “pruebas” contra ella en el juicio fue que “se asomaba mucho a la ventana de su casa” conducta “liviana” que ninguna mujer “decente” se permitiría. Otro argumento fue: ¿Por qué una mujer violada se tardó tanto en denunciar? Suena tan, pero tan aparatosamente actual. Cuatro siglos después. Si bien se concluyó que Tassi era culpable, la sentencia fue absurda: cinco años de trabajos forzados o el equivalente de exilio. Tassi se exilió y pasado el tiempo regresó. Tranquilamente. En su trabajo, Artemisia retoma temas que fueron tratados por el Caravaggio y por su padre. A su magnífica manera. Creó dos obras que me impresionan muchísimo en toda su ferocidad y su belleza: “Judith decapitando a Holofernes”, y “Judith y su doncella”, en esta última podemos observar la cabeza de Holofernes en una canasta. El rostro de Judith es hipnótico.
Ambas obras son posteriores a la violencia de la que fue víctima, pero su rebeldía contra las circunstancias de las mujeres estaba allí desde el comienzo: “Susana y los viejos” es anterior. Artemisia pintó sobre todo mujeres. Mujeres rebeldes, mujeres fuertes. Se atrevió. Como se atrevió a dejar al esposo con el que tuvo que casarse para “salvar el honor” después del juicio. ¿Cuál habrá sido el trato entre su padre y el “salvador”? Cargando con la peor “reputación” del mundo como mujer, Artemisia tuvo éxito como pintora. Después fue cayendo en el olvido, se alegaba que sus pinturas no eran suyas. El más de lo mismo. Hasta que la exigencia de los feminismos de los años setenta para que su obra fuera reconocida atrajo hacia ella la mirada de las/los “especialistas”. En el museo Soumaya (Ciudad de México) se expone una de sus obras: “Magdalena y la melancolía”.