GUERRA CONTRA LA DELINCUENCIA

La nueva guerra

Hay nuevas herramientas que pueden ayudar en la guerra contra las drogas si de verdad se tiene el propósito institucional de hacerlo. | Francisco Santos

Escrito en OPINIÓN el

Esta semana el podcast de The Economist se tituló “Narcos y aguacates: la diversificación de los narcos mexicanos”. Con los carteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación operando a lo largo y ancho de Centroamérica y Suramérica los líderes de todos los países de la región deben quedar en alerta. En el podcast los expertos plantean cómo en México estos cárteles se han movido a nuevos negocios legales e ilegales, como controlan mercados enteros de productos y cómo se han apropiado del poder político en distintas zonas del país.

La influencia de estos cárteles en toda la región hace prever que el modus operandi exitoso lo implanten con sus socios criminales en la región. Y, no nos digamos mentiras, hasta la llegada de Gustavo Petro a la Presidencia en Colombia, la única policía que podía enfrentar ese tipo de criminalidad era la colombiana. Hoy eso ya no es así en mi país, desafortunadamente, y la capacidad de la mayoría de policías de la región es bastante precaria.

El panorama no puede ser más desesperanzador para el ciudadano y el empresario honesto que va a ver como su seguridad o la economía de su negocio se van a pique ante la impotencia de un Estado con incapacidad de enfrentar una delincuencia organizada cada vez más transnacional, más agresiva y más violenta. Ecuador es el ejemplo del futuro que van a tener muchos de nuestros países si no nos despertamos a esta amenaza que va a desestabilizar a la región. La popularidad de Nayib Bukele, el presidente de de El Salvador, no es una casualidad pues muestra el desespero al que puede llegar una sociedad ante el fenómeno de la violencia.

Sin embargo, hoy hay nuevas herramientas que pueden revertir esta tendencia si de verdad se tiene el propósito institucional de hacerlo. Eso requiere compromiso, presupuesto, institucionalidad y cooperación internacional. Además de estar dispuestos a hacer las cosas de una manera distinta lo que a las burocracias estatales tan capturadas por intereses específicos, presupuesto y comodidad no les gusta.

Veamos el tema de las drogas. La guerra de Ucrania cambió la manera como se libran esas batallas. Satélites, drones e inteligencia artificial son el nuevo escenario en el que se deben pensar todo ese tipo de guerras contra la delincuencia. Hoy hay satélites que pueden ver por distintas frecuencias que hay bajo la tierra, enterrado, o escondido. Esos satélites utilizados para encontrar petróleo si se les cambia el algoritmo pueden buscar gasolina, cal, cemento o coca en cualquier lugar de la selva. Y de esa manera después se puede enviar un dron que destruya esos laboratorios.

Cuando fui embajador en Estados Unidos, se hizo un ensayo con una empresa satelital pero no se tenían los fondos para avanzar en ese plan piloto. Hoy si Estados Unidos quiere y coloca los recursos se puede avanzar en esa tecnología. No sé si la DEA, el departamento de Estado, el zar antidrogas o el mismo ministerio de Defensa, tan capturados por los vendedores tradicionales de armamento, lo permitan y mucho menos lo financien.

Lo mismo puede hacerse con un avión no tripulado con energía solar, que estaba ya en prueba en el comando sur, que puede estar en el aire meses y vigilar las zonas de droga para detectar laboratorios, lanchas y todo tipo de movimiento irregular en zonas de coca. El procesamiento de toda esta información se hace con inteligencia artificial por lo tanto no se desperdicia nada de lo obtenido a través de este mecanismo de inteligencia. Además, ya hay satélites de baja altura, como Starlink, que son mucho menos costosos y que sirven para detectar las lanchas rápidas que salen con coca a cientos de kilómetros de costa. Ya moverse bajo la selva no es protección alguna.

Por otro lado, la neutralización de una lancha rápida ya no necesita de costosos buques, helicópteros y otras lanchas rápidas. Con satélites de baja altura y drones basta. De nuevo, ¿la marina tanto colombiana o la de Estados Unidos querrán ser sustituidas por tecnología de bajo costo? Hoy, no lo creo pero que esto se va a dar no me cabe la menor duda.

Asimismo va a suceder con cultivo de la coca cuando se recupere la fumigación. Ya no sería de aspersión que da argumentos a los que se oponen sino una fumigación de precisión que se puede hacer con drones y pequeños cohetes que con inteligencia artificial lleguen al destino de manera milimétrica. Ya no hay desperdicio ni desborde ni contaminación por la fumigación. No se si la DEA o la Policía colombiana querrán cambiar sus helicópteros y su trabajo de campo que les da presupuesto, burocracia y, no nos digamos mentiras, acceso a la corrupción también.

Finalmente, está el reto del lavado de activos y la captura de poder político y económico en los distintos países. Es toda una nueva batalla mucho más compleja y con enemigos distintos pues de esa legalización de dinero viven amplios sectores de un país. Las unidades de inteligencia financiera hoy tan burocratizadas deben cambiar su mirada hacia la inteligencia artificial. Bases de datos integradas de sociedades, con las identidades y con árboles de familia pueden aprender cómo se lava, quién lava, como lavan, quién se beneficia y de esta manera no solo ir detrás de los narcotraficantes sino también de los políticos corruptos.

Los enemigos en este caso son distintos pero como ha sucedido en muchas ocasiones juntan a políticos y a narcos lo que es una mezcla letal. El asesinato de Luis Carlos Galán en Colombia es un ejemplo claro de esta alianza. Por ello se necesita una gran solidez política y un gran compromiso de largo plazo.

Emprender este nuevo camino tiene dos grandes aliados, la guerra en Ucrania y la inteligencia artificial. El primero cambió la manera de combatir una guerra y este nuevo paradigma muy pronto se trasladará a la lucha contra la criminalidad. Y el segundo está avanzando a tal velocidad que con poco presupuesto y mucha cooperación, se necesita un conocimiento de última generación que no existe en nuestros países en esta materia, se puede implementar rápidamente en las entidades judiciales y de investigación

El tema de justicia es otra cosa y da para otra columna. Pero que a su ineficiencia y su corrupción le va a llegar su hora con la inteligencia artificial tampoco me cabe duda. Ojalá pueda verlo.