SUCESIÓN PRESIDENCIAL

¿Nuevo Maximato?

¿Será Claudia Shienbaum la presidente que espera AMLO, para seguir gobernando más allá de su mandato e imponer su proyecto de regresar al México del siglo pasado?. | Octavio Díaz García de León

Escrito en OPINIÓN el

Prácticamente todos los presidentes de México han intentado dejar como sucesor a alguien que les permita continuar su proyecto, o mejor aún, seguir ejerciendo el poder. Casi todos han fracasado. ¿Será el presidente López Obrador la excepción? Esta es la gran pregunta ante la andanada de reformas que está impulsando al final de su gobierno y que perfilan la creación de un régimen autoritario, sin contrapesos y con un poder centralizado en la presidencia. 

Algunas de esta medidas recientes son, por ejemplo, el intento de obtener la mayoría calificada en 2024 para MORENA en el Congreso, haciendo campaña desde su conferencia matutina; el uso de todo el poder del estado para ganar elecciones locales para su partido; el ataque al Poder Judicial; el intento de desaparecer organismos autónomos como el INE y el INAI (desapareció al INEE); el empoderamiento de los militares en tareas que antes manejaban civiles; y el conservar clientelas mediante dádivas y corrupción.  Todas ellas son acciones que apuntan a revertir los avances democráticos que, con sus deficiencias, ya tenía nuestro país. 

La incógnita de si lo logrará la irán despejando los precandidatos a la presidencia por parte de MORENA. En la más acendrada tradición del PRI hegemónico que gobernó a México por 70 años, los actuales precandidatos buscan el ser designados candidatos a la presidencia por AMLO, demostrando una lealtad sicofante. El tapadismo y todos sus rituales han vuelto a resurgir.  El presidente es quien decide quién será su sucesor.  

En el ritual del tapado en los tiempos del viejo PRI, llegó a haber debates entre precandidatos, “consultas” a las bases y otras ficciones que disfrazaban el hecho de que el que decidía era el presidente. En la tradición del obradorismo, su equivalente son las encuestas: ellas deciden si se cancela la construcción de un aeropuerto, o si se juzga o no a un presunto delincuente. Se usan también para escoger a los candidatos. En esta simulación, siempre está muy claro que el que decide es el presidente.

López Obrador ya ha enviado muchas señales de que su candidata a la presidencia es Claudia Sheinbaum y ha puesto en funcionamiento la aplanadora morenista con el uso de los recursos de la Ciudad de México, del gobierno federal y de los estados gobernados por su partido. Los demás precandidatos, si no han tomado nota y aún tienen esperanza de ser los elegidos, se llevarán una fuerte decepción.

Lo cual deja fuera a un buen candidato. Marcelo Ebrard ha demostrado lo que es gobernar bien a la Ciudad de México y, como canciller, asumir con solvencia responsabilidades que no le correspondían tales como el abasto de insumos para la pandemia y hacerse cargo de la estrategia de migración. Merecería un proceso justo que le permita competir por la candidatura de MORENA.

Más allá de estas consideraciones que deberán resolver los propios precandidatos, y su partido MORENA, queda aún la duda si la Dra. Sheinbaum será la persona fácilmente manipulable y obediente que hoy aparenta ser ante AMLO, en caso de ser electa presidente de México. Lo más probable es que no.

Porque una cosa es el juego palaciego, en donde doblar la cerviz es la mejor estrategia, y otra es el gobernar empoderada, ante un presidente que intenta mantener un Maximato. Si bien Calles tuvo la fuerza para manipular a Portes Gil, Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez, bastó la llegada de Cárdenas para que, sin violencia y aspavientos, enviara a Calles al exilio y destituyera a los callistas de su gabinete. En este país no caben dos presidentes en la misma silla.

¿Será presidente la Dra. Sheinbaum? Ante la implosión de la oposición, de un PRI cada vez más dispuesto a cambiar de chaqueta ante el regreso del viejo PRI reencarnado en MORENA, que muchos de sus militantes añoran, y ante un PAN capturado por una dirigencia incompetente y ambiciosa que le impide moverse, el escenario se ve muy probable. 

¿Será Claudia la presidente que espera AMLO, para seguir gobernando más allá de su mandato e imponer su proyecto de regresar al México del siglo pasado? ¿Estará de acuerdo Claudia en continuar ese retroceso y mantener sometido el país a una clase política corrupta y ambiciosa, o será ella quien lleve al país a la modernidad y la prosperidad? Habrá que ver si su preparación académica e intelectual, su capacidad y convicciones serán suficientes para producir a una estadista,  o no le servirán de nada y será solo una marioneta.

La otra alternativa ante la sucesión presidencial es que la sociedad decida romper con su inercia y asuma su responsabilidad para lograr el gobierno que merecen los mexicanos. Por lo pronto, los partidos políticos no han estado a la altura de ese reclamo y no se ve cómo la sociedad pueda impedir el regreso del viejo PRI,  que tardó 70 años en derrotar.