SUCESIÓN PRESIDENCIAL

‘Corcholatas’ o espejo de discordias

Cuatro aspirantes están confrontados, se golpean por debajo de la mesa unos a otros para someter al adversario, se intrigan, se saludan amorosos en público. | Joel Hernández Santiago

Escrito en OPINIÓN el

Era de esperarse. O a lo mejor no tan así, ni tan pronto. Pero lo que ya está a la vista es que rumbo al día en el que se deberá conocer el nombre del candidato o la candidata de Morena a la presidencia de la República para las elecciones de junio de 2024, los hombres y una mujer del presidente están en campaña y, por lo mismo, en plena confrontación: el presidente les nombró “Corcholatas”. 

Claudia Sheinbaum navega con la bandera de “la elegida” –aunque no lo diga–, y ya recorre al país prácticamente haciendo campaña hacia la candidatura de Morena y sus adláteres. Y con el pretexto de que dicta conferencias en sus fines de semana, va a mítines organizados en su favor por gobiernos morenistas en la República. Como si hubieran recibido la orden suprema.

Le dieron la instrucción de recorrer la República Mexicana para colocarse en el ánimo ciudadano, toda vez que no la conocían fuera de la capital del país, a la que gobierna cuando no está de viaje. 

Pero mientras son peras o perones, ella acude y toca con su vara mágica del “#EsClaudia” a los gobernadores que sonrientes le aplauden, la abrazan, la felicitan y le llevan el caudal de porras y gente-gente-gente que acude para abrazarla, cobijarla y decirle ‘cuente con nosotros’.

Lleva el impulso presidencial. O por lo menos esto subyace a su proceso político y nadie lo desmiente. 

Los gobiernos morenistas estatales dan por hecho que será ella la elegida y ponen a su disposición recursos económicos y logísticos de su gobierno, que es decir, de los ciudadanos quienes, sin proponérselo o ser consultados, apoyan a la aspirante a candidata. En todo caso esto se definirá en Palacio Nacional y no mediante las encuestas prometidas. 

Por esto, algunos de los aspirantes han comenzado a poner el grito en el cielo pidiendo piso parejo, reglas claras y no al dedazo presidencial. 

Marcelo Ebrard Casaubón, canciller de México, encabeza la lista de reclamos. Lo ha dicho una y muchas veces: reglas claras, consulta cierta –si es que no habrá dedazo– y piso parejo, por aquello de los apoyos de gobierno-de gobiernos y del mismo partido Morena. 

Lo más cercano ocurrió a la vista, al portador, durante el fin de semana del sábado 13 de mayo cuando ambos (Sheinbaum y Ebrad) coincidieron en Oaxaca. Por separado. 

Ella para su famosa conferencia y a la que el gobernador del estado recibió-acompañó-acudió-le puso multitudes a disposición-logística y todo aquello que diera la impresión de que Oaxaca está con ella, en claro mensaje al presidente de México para decirle: “A sus órdenes, señor Presidente”, aunque los paganos fueran los oaxaqueños. 

A la vista de ese apoyo, y de los abrazos y acompañamiento de Salomón Jara Cruz, el Canciller dijo: “Cada quien sus decisiones, yo estoy con el pueblo” y luego insistió en que el "dedazo” no es el camino para la sucesión y que se respetará lo que el pueblo decida. 

Días antes, Claudia Sheinbaum –sintiéndose aludida– le pidió calma y que había tiempos para cada cosa; el presidente también se refirió a que se manejen con calma, que no se aceleren…

Otro que ya levantó la voz es el incierto senador Ricardo Monreal, líder en el Senado. El lunes 15 de mayo acusó a gobernadores de Morena de ‘distorsionar la competencia para definir la candidatura presidencial, al apoyar descaradamente a algunas de las corcholatas y organizarles movilizaciones multitudinarias.’ (Oaxaca, Tamaulipas, Baja California, Veracruz, Puebla, Hidalgo).

Pidió a los mandatarios estatales ser prudentes y esperar a que el partido publique las reglas del proceso interno para elegir al candidato presidencial, que “está desbordado y desordenado”, porque no hay una norma que lo organice. Mientras Mario Delgado, líder de Morena ve para otro lado, aunque es él quien está detrás de este desorden y estos apoyos.

Adán Augusto López está en lo suyo. Ya recorre el país. Ya acumula fuerzas políticas aunque aún no consigue ser el personaje ideal para ser candidato de Morena y sus aliados. 

Pero cuenta con la sonrisa permanente de Palacio Nacional, lo sabe y sabe que si en alguien puede confiar el presidente para cuidarle las espaldas cuando deje el gobierno, será él, su amigo de tantos años, paisano y solidario hasta las cachas, como ya lo ha demostrado. Será un candidato idóneo para quien dejará el cargo en 2024, pero ¿lo es para el país?

Ya hay una guerra oculta entre ellos. Unos confían en que si las reglas de la elección del candidato son claras, transparentes y sin mácula, entonces podría ser cualquiera de ellos; otros-otra, saben que a pesar de lo que se diga o haga, la elección se dará desde Palacio Nacional. 

En todo caso ya los cuatro aspirantes están confrontados. Se golpean por debajo de la mesa unos a otros para someter al adversario. Se intrigan. Se acusan. Se descalifican. Se saludan amorosos en público. Se abrazan de forma cordial aunque, como en las caricaturas, sus sombras se den golpes por la espalda: todo un espejo de discordias. 

Un espejo de discordias calculado de forma malévola. Un espejo de discordias que reproduce las debilidades de un gobierno cargado de rencores y resentimientos y de un sistema democrático que no termina por consolidarse y al que quieren arrancar la única posibilidad de conseguirlo: el INE. 

¿Y la oposición? Pues por ahí. Jugando a ser oposición. Tomándole el pelo a todos y sin aspiraciones ni propuestas ni políticos de fuste ni ideas ni propuesta de nación-país-Estado. Nada. 

“-¿En qué país estamos, Agripina? --Y ella se alzó de hombros” (Rulfo)