MUNDO

Avance tecnológico, empobrecimiento y mercado social

Las nuevas tecnologías están generando desempleo. | Jorge Faljo

Escrito en OPINIÓN el

Los avances en conocimientos y tecnología han sido parte fundamental de la historia de la humanidad y del mejoramiento del bienestar de la población. No obstante, en ciertos periodos parecen volverse en contra nuestra. La transformación de la manera en que se producen y distribuyen bienes y servicios puede ser tan rápida y profunda que hace obsoletas las formas de gobierno, el marco jurídico y la operación del mercado.

Estamos viviendo una de esas grandes transformaciones en la que al mismo tiempo que el avance tecnológico nos asombra y maravilla, es la fuente de grandes males: empobrecimiento y mayor inequidad.

Lo esencial del problema es que los aumentos de la producción basados en tecnologías de punta no se suman a la producción previa, sino que la substituyen. Una fábrica ultramoderna de zapatos o ropa puede representar un notable incremento de la productividad a más bajo costo, que debiéramos apreciar como algo positivo. Sin embargo, su entrada en un mercado fundamentalmente estático, en el que la capacidad de compra de la población no se incrementa, provoca que las fábricas de zapatos y ropa que ya existían no puedan competir en precios, seguir produciendo y vender. No hay suficiente demanda para absorber la producción nueva sin destruir la que ya existía.

Es regla fundamental del libre mercado que los más competitivos desplazan a los menos competitivos. Estos desplazamientos han existido a lo largo de toda la historia y, en general, se resolvían mediante la generación de nuevos empleos asociados a mejoras tecnológicas en otros espacios. Tal tendencia parece haberse revertido desde hace varias décadas.

Avances tales como los cajeros bancarios automáticos y la digitalización de las transacciones financieras permiten realizar la mayoría de las transacciones monetarias sin interactuar con un ser humano, con un trabajador. Los robots industriales desplazan a los obreros en un creciente número de actividades. Las impresoras tridimensionales construyen objetos tridimensionales han cambiado la manera de fabricar multitud de productos, desde piezas de automóvil, prótesis médicas y herramientas. Nuevos programas de diseño arquitectónico o ingenieril reducen substancialmente la necesidad de personal con estudios de alto nivel.

En los supermercados se ha iniciado una revolución tecnológica, similar a la de los cajeros bancarios, que desplazará a buena parte de su personal. Aparece en el horizonte automóviles autónomos que ya no requerirán choferes tanto para el transporte de personas como el de mercancías.

El hecho es que las nuevas tecnologías están generando un desempleo que deteriora las capacidades de negociación de los trabajadores y hace que sus ingresos se encuentren cada vez más rezagados respecto del incremento de las capacidades de producción que avanzan aceleradamente sin crear suficientes empleos y distribución del ingreso.

Lo anterior es evidente en las cifras de participación de los salarios en la generación de riqueza.

Datos del Departamento del Trabajo de los Estados Unidos indican que, en 1950, la participación salarial en ese país representaba aproximadamente el 62% del ingreso nacional. En 1970, esta cifra disminuyó al 58% y a partir de entonces, con el aceleramiento del avance tecnológico la participación de los trabajadores bajó a 52.2 por ciento en 1990 y al 46.2 por ciento en 2019. De 1973 a 2019 no se incrementó el salario real norteamericano y desde 2021 está en deterioro. Al mismo tiempo crece la inequidad salarial y hoy en día es significativo que 35 millones de norteamericanos requieren asistencia alimentaria de su gobierno.

En México la participación salarial en el PIB pasó del 45.5% en 1990 al 38.2% en 2019.

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la participación de los salarios en la renta nacional ha disminuido en la mayoría de los países desde la década de 1990. La OIT señala que la disminución de la participación de los salarios es un problema global que afecta tanto a países desarrollados como en desarrollo.

La situación es peor en los países en desarrollo debido a que sus empleos y salarios se ven afectados no tanto por el incremento de la brecha tecnológica interna, sino por la internacional. Es decir que en su caso algunos notables avances tecnológicos en China, Estados Unidos o Europa, desplazan a la producción periférica.

Esto fue evidente en la destrucción de la industria ocurrida a partir de la apertura entusiasta del mercado nacional en México. Industrias como la textil o la de electrodomésticos, entre otras, fueron prácticamente destruidas en el medio urbano y la producción agropecuaria en el medio rural.

Hace unos 10 o 20 años era impensable decir lo que hoy es evidente; que lo mismo ocurre en Estados Unidos respecto a China. Multitud de empresas y empleos norteamericanos fueron desplazados por productos fabricados en China y este país es hoy en día el puntero del avance tecnológico y la productividad mundiales. Algo que preocupa fuertemente a las élites gobernantes norteamericanas que establecen cada vez más restricciones, sanciones, aranceles y mecanismos de control de la operación del mercado para obstaculizar el crecimiento económico y el dominio chino de las tecnologías de punta. De este modo podrían, con un importante “tal vez”, recuperar el predominio tecnológico.

Existe mecanismos de mitigación del impacto de los avances tecnológicos en el desplazamiento de la producción y los empleos convencionales. Puede mencionarse el fomento a la educación y el desarrollo de habilidades sobre todo en rubros de ciencia y tecnología que posibiliten la supervivencia de sectores productivos globalmente competitivos dentro del país. Pero esto está muy lejos de generar empleos e ingresos para la mayoría de la población.

Han sido mucho más importantes la emigración de trabajadores a los Estados Unidos, el envío de remesas a sus familiares y el incremento de las transferencias sociales. Son no obstante mecanismos en vías de agotamiento; la emigración enfrenta obstáculos crecientes y las transferencias no pueden crecer al ritmo y en la cantidad necesarias.

La sola opción viable es generar una economía paralela y complementaria en la que se pueda producir sin competir con las tecnologías avanzadas. Se trata de aprovechar recursos y capacidades existentes para el autoabastecimiento local, regional y nacional de los sectores sociales que han sido y seguirán siendo excluidos de la globalización.

Requerimos de un mercado social altamente organizado desde la base y en alianza con un Estado protector.