MUNDO

El empobrecimiento global debilita a las lealtades occidentales

La gota que derrama el vaso es el incremento de las tasas de interés. | Jorge Faljo

Escrito en OPINIÓN el

La crisis económica ha afectado a todo el mundo; los países más pobres y los de mediano ingreso han sido especialmente golpeados. A pesar de esto, parece haber una gran brecha en la respuesta global a esta crisis, como señaló recientemente el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres. Mientras que se movilizaron más de 250 mil millones de dólares en un fin de semana para proteger a los bancos de Estados Unidos y Suiza, no hay ningún intento de rescate para las decenas de países en desarrollo que enfrentan una cascada de crisis.

La pandemia, el aumento de los precios de los energéticos, fertilizantes y alimentos, y las sanciones económicas y comerciales han afectado tanto a los países ricos como a los más pobres y a los de mediano ingreso. Otro factor que ha golpeado a las economías más débiles es el aumento de las tasas de interés lideradas por la Reserva Federal de Estados Unidos y las bancas centrales de los países industrializados.

Importa señalar que el grado de endeudamiento por sí solo no da idea clara de la magnitud del problema. La deuda del gobierno de Japón alcanzó el 225.9 por ciento de su producto interno bruto al fin del 2022 y la de Estados Unidos a algo más del 115 por ciento. Pero Japón está endeudado sobre todo con su propio banco central que no solo compra la mayor parte de las emisiones de deuda de su gobierno, sino que lo hace a muy baja tasa de interés. Estados Unidos por su posición de gran potencia y emisor de la que es de facto la moneda mundial tampoco tiene problemas para obtener todo el financiamiento que desea.

Una situación muy distinta es la de países menos endeudados pero cuyos acreedores son agentes externos. Pagar los intereses del endeudamiento era difícil para países pobres, golpeados por la pandemia y con un gasto creciente en las importaciones de energéticos, fertilizantes y alimentos. La gota que derrama el vaso es el incremento de las tasas de interés.

Durante la mayor parte de 2020 y 2021 la tasa de interés interbancaria norteamericana estuvo muy cercana al cero por ciento, digamos 0.08 por ciento en promedio. Pero se dispara a partir de los primeros meses de 2022 y en marzo de 2023 supera el 4.5 por ciento.

Este incremento repercute en las tasas de interés de todo el mundo. En parte porque todos los países sufren los efectos de la inflación multiplicada sobre todo por el incremento del precio de energéticos, fertilizantes y alimentos disparado por la guerra en Ucrania y las sanciones económicas y comerciales determinadas por la alianza occidental. En parte también porque si un país no eleva sus tasas de interés puede sufrir una fuga de capitales, devaluación de su moneda, encarecimiento de sus importaciones y mayores dificultades para pagar una deuda pública externa en dólares encarecidos.

Algunos bancos y empresas prestaron a largo plazo a bajas tasas de interés. La subida de las tasas ocasionaron las fuertes pérdidas y eso creó el problema bancario que espantó al mundo hace unas semanas.

Para la mayoría el problema es el contrario. Países, empresas e individuos que se endeudaron a bajas tasas de interés creyendo que estas perdurarían, pero que ahora enfrentan su sorpresiva, rápida y desmesurada elevación. Docenas de países tienen ahora que gastar más en el pago de los intereses de su deuda pública externa que en servicios tan esenciales para su población como atención médica, educación e inversiones en infraestructura.

Tal situación amenaza con generar una crisis de desarrollo global. Docenas de países están pagando a sus acreedores públicos externos más dinero de lo que reciben en nuevos préstamos. De este modo la deuda que antes fue impulsora del consumo y de las importaciones, ha revertido su impacto, lo que además de empobrecer todavía más a los países de menores ingresos obstaculiza las exportaciones de los industrializados.

El endeudamiento se generó, al menos en un principio, en un consumo adelantado que ha favorecido sobre todo a los países industrializados exportadores. Facilitó que los países centrales pudieran vender más de lo que compran en una relación de precios muy favorable para sus exportaciones industriales y muy desfavorable para las exportaciones menos elaboradas de los países periféricos. El desequilibrio comercial resultante fue cubierto por endeudamiento. Una actitud de los industrializados que bien podría describirse como “te presto para que me compres” en un doble negocio, vender bien y cobrar intereses.

Ahora, ante las dificultades de los países pobres para pagar los países ricos enfrentan un dilema: pueden priorizar su interés financiero y exigir el pago de la deuda. Lo que generalmente se hace mediante el refinanciamiento a las tasas supuestamente amigables del Fondo Monetario Internacional pero acompañadas de las exigencias usuales de austeridad gubernamental, reducción del gasto social, venta de empresas públicas y apertura comercial a los productos de los países centrales. La austeridad impuesta por el Fondo Monetario Internacional redobla el empobrecimiento de la población y termina siendo contraproducente para la posibilidad de desarrollo económico del país rescatado.

La alternativa sería una reestructuración de las deudas periféricas que incluya condonaciones parciales, pero substanciales, con financiamiento de largo plazo a bajas tasas de interés. Medidas que no serían acompañadas de exigencias de austeridad sino de promoción de la inversión pública y privada. Habría, además, de repensarse los intercambios comerciales para escapar de la trampa del déficit comercial permanente y eso solo es posible mediante medidas de intervención en la operación del mercado que permita la supervivencia y desarrollo de las empresas y el comercio convencional, histórico, en los países pobres y de medianos ingresos. Algo muy distinto a la imposición neoliberal acostumbrada.

Optar por la segunda opción parece algo altamente improbable. Pero ahora hay circunstancias que la favorecen. Se trata del riesgo creciente que implica para la alianza occidental la creciente influencia económica y financiera de un nuevo bloque geopolítico.

Rusia acaba de condonar 20 mil millones de dólares de deuda de los países africanos. China, que se ha convertido en la gran prestamista de los países periféricos, sobre todo en África, y está en vías de serlo en Latinoamérica, empieza a ofrecer condiciones de rescate financiero superiores en cantidad y posiblemente calidad a las del Fondo Monetario Internacional.

La nueva competencia al financiamiento occidental y a las determinaciones del Fondo Monetario Internacional, está en vías de generar una posible nueva opción para muchos países. Se ponen en juego las lealtades, el agradecimiento y las alianzas geopolíticas globales. El mundo está cambiando aceleradamente y esto tendrá que pesar en la balanza del trato que decidan dar los países industrializados de occidente a países en graves problemas que ellos, los países pobres, no provocaron.