IGUALDAD DE GÉNERO

Mujer que sabe latín

Les ha costado mucho más a las mujeres estar en igualdad de condiciones, derechos, libertades y responsabilidades similares a los que tienen los hombres de nuestro país. | Joel Hernández Santiago

Escrito en OPINIÓN el

Mujer que sabe Latín, no tiene marido ni tiene buen fin” se decía hace mucho, pero no tanto. Era una forma de recordar que –por entonces– a las mujeres se les debería tener “como a las escopetas, cargadas y en un rincón de la cocina” y todo eso que parecía una filosofía de vida pero que en la realidad representaba una forma de agravio, de afrenta y de abuso de la condición femenina en nuestro país. 

Muchas melodías mexicanas se refieren a la mujer como “divina”, “inigualable”, “cascabel de plata y oro”, pero al final, en general, todo era lo mismo: “Al final y en la cocina”. 

Poco a poco las mujeres de todo el mundo se fueron rebelando a esa condición de casi esclavismo y pérdida de derechos y de voz, para conseguir su posición tanto en el ámbito social, como académico, político, laboral y aun doméstico. Eso es. 

Y fue 1968 el parteaguas para que todos en sociedad comenzaran a despertar de un larguísimo letargo de derechos y responsabilidades compartidas. Fue ese año en el que los muchachos del mundo –ellas y ellos– decidieron que las cosas deberían cambiar para todos y para ello salieron a las calles en muchas partes del mundo. 

Desde el mayo de París se escuchó en todo el mundo y se extendió: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”, “Prohibido prohibir”, “Nosotros somos el poder”, “¡Tomemos el cielo por asalto!”,   “¡Haz el amor y no la guerra!”, “La imaginación al poder”… 

Por supuesto esto llegó a México, aunque transformado en una lucha entre gobierno-autoridades y las muchachas y los muchachos que por entonces exigían hechos concretos en contra de quienes los habían agraviado, pero también –y en ello estaba contenido– salieron a la calle para gritar su existencia, para demostrar que la fuerza radica en la decisión y en la inteligencia, que la democracia se ejerce no se manipula… Y todo eso que ya sabemos y que terminó en masacre en Tlatelolco 68. 

Pero la semilla estaba sembrada. Estaba puesta en tierra para que poco a poco fructificara en forma de libertades e igualdades. Es cierto. 

Ha costado mucho construir una nación democrática. En eso estamos aún. Pero sobre todo les ha costado mucho más a las mujeres estar en donde deben estar, en igualdad de condiciones, derechos, libertades y responsabilidades similares a los que tienen los hombres de nuestro país… 

Se habla con frecuencia de que se avanza y que el equilibrio de género está puesto al día. Y se dice desde el mismo gobierno que hay equilibrio entre funcionarios y funcionarias, que hay mujeres que ocupan puestos de relevancia al igual que los hombres. 

Y se exige cuota de género en la selección de candidatas y candidatos para puestos de elección popular… Y así en muchos ámbitos. 

Pero lo cierto es que aun luchan las mujeres por esa igualdad que no es regalo, sino derecho. Que no es dádiva sino punto de equilibrio.

Ya se sabe que en el país hay más mujeres que hombres: de una población actual de 133 millones 912,668, hay 67 millones 871,238 mujeres (50.7%) y 66 millones 041,430 (49.3%) hombres. Y ya se sabe que en las universidades son más las mujeres que se titulan que hombres

Ya se sabe que muchas mujeres cuidan al mismo tiempo el hogar y tienen que trabajar para que en la casa no falte nada; ya se sabe que hay muchas madres solteras que se las arreglan como pueden y que muchos –ellos– abusan de esa condición para exigirles lo inexigible. Y la condición indígena es asimismo dramática para las mujeres aun. Y los feminicidios como tragedia y fracaso. 

Muchísimas cosas siguen pendientes para que en efecto la mujer ocupe un lugar en el punto exacto de sus derechos, sus responsabilidades, sus libertades y sus capacidades en una sociedad que se presume de inclusión y de equilibrio e igualdad.  

El tema –por otro lado– no es competir con el hombre. No es un asunto de cuotas de género a ver quién gana en posiciones. El tema es demostrar que esa condición de igualdad radica, entre hombres y mujeres, en la capacidad y calidad de trabajo, en la toma de decisiones inteligentes y objetivas, en la fortaleza y calidad intelectual y de calidad laboral:

Y si hay más mujeres con esa calidad, que ocupen los puestos que los hombres no pueden cubrir por incapacidad. O a la inversa.

En un México en el que no se tenga que hablar de hombres y mujeres, sino de seres humanos responsables y activos en sus derechos y responsabilidades.  

Pero en los derechos e igualdad de las mujeres en México todavía falta camino por andar. A las mujeres con todo y que se habla de su inclusión en todos los ámbitos públicos y privados, se les endilgan ocupaciones en las que se les paga menos que a los hombres, en los que los derechos laborales se les regatean y en los que todo parece adverso y tienen que luchar a contracorriente en un país de larga data machista. 

Pero las mujeres en México ya levantaron la voz y no van a callar. Y está bien. Muy bien. Requetebien. El tema sigue siendo la consonancia, no la competencia. Si la exacta igualdad en derechos como en responsabilidades. Ni más, ni menos.