#SOBREMESA

¿El ortopedista abusó de ti?

El modus operandi es, a decir de las víctimas: sin importar qué molestia tienen, el ortopedista Hernández Robledo les pide ponerse una minibatita, las infiltra (droga) y así abusa de ellas. | Lourdes Mendoza*

Escrito en OPINIÓN el

No es fácil levantar la voz; el miedo, la vulnerabilidad… pero sólo juntas podemos cambiar las cosas, sólo unidas podemos hacer la diferencia, sólo así se hace justicia.

Los testimonios que les compartiré me los dieron las propias víctimas y son la continuación de la columna “‘Médico’ sigue drogándolas y abusando de ellas”.

El modus operandi es, a decir de las víctimas: sin importar qué molestia tienen, el ortopedista Hernández Robledo les pide ponerse una minibatita, sin enfermera presente, las infiltra (droga) y así abusa de ellas.

Si a ti también te pasó escribe a vamosjuntas.vsabuso@gmail.com

Testimonio

En mayo de 2015, tras sufrir un accidente donde se me desvió la pelvis y, por ende, la columna, llegué con Hernández Robledo, acompañada de mi mamá… Regresé de un viaje para ir a fisioterapia, pero me dijo que antes me quería revisar.

Fui sola, me puse la bata y me hacía hacer ejercicios de tocarme los pies y levantar la pierna, agacharme, poniéndose atrás, muy incómodo. Me hizo acostarme en la camilla, me puso dos inyecciones, después me pidió ponerme boca abajo con mis muslos tocando mi pecho (posición de niño), tocando mi columna con la mano izquierda. Ya sentía el efecto de la inyección, pero escuché una hebilla e intenté incorporarme, pero él con su mano izquierda me detuvo; “ya casi, Laurita”, y volví a escuchar la hebilla. Saliendo lo enfrenté diciéndole que yo había escuchado un cinturón y sus dos contestaciones fueron “cómo crees, Laurita, tengo cuatro hijos”, “sí me dicen mucho que por estar tan gordito me muevo mucho el cinturón”. Trató de acercarse a mí para tranquilizarme y brinqué para atrás.

Salí y me tuve que esperar en el coche porque no podía manejar. Ese día no podía sacarme de la cabeza lo sucedido y platiqué con un amigo que lo conoce perfecto… Un día me dijo que estaba escuchando que personas se sienten incómodas con el “doctor” Hernández Robledo, y que una amiga de su mamá quería hablar conmigo.

Así llegué a conocer a Jacky. Desde 2016, los abogados penalistas de Montero & Martínez nos han acompañado probono.

Hablamos con la dirección del Hospital Ángeles y lo sacaron de inmediato. Hoy tiene su consultorio en Estadio Bosques, en Pabellón Bosques, y siguió haciéndolo a muchas mujeres.

Estamos en 2023 con vinculación a proceso y esperando que se haga justicia. ¡Ni una más!

A las que les cuesta hablarlo, prometo que es parte de la sanación y no nada más por nosotras, sino por todas las que les sigue pasando, por nuestras hijas, madres, hermanas, amigas. Yo no me quedo callada… Basta.

Laura Lebrija

Testimonio

Abrí mi Instagram, vi una publicación de Lau, amiga desde hace muchos años. El testimonio que narró fue exactamente lo que yo había vivido hace más de ocho años.

Es un sentimiento que no se puede describir. Como mujer, cuando vives esas cosas, tu mente lo bloquea. No creí que este hombre tenía un modo de operar tan exacto con tantas pacientes.

Tenía 24 años, aproximadamente. Tenía un dolor fuerte de rodillas y mi abuelo me recomendó a su ortopedista.

Mi mamá hizo una cita y fuimos juntas. Me revisó las rodillas y me pidió un ultrasonido… Fui sola a llevar los estudios. No tenía cita… Ahí me vio y me dijo que era necesario volver a revisarme. Claramente yo confié en él. Me pidió que me pusiera una bata diminuta. No me sentía cómoda, porque la ropa interior que llevaba era muy chica… no contaba con ninguna revisión ese día. Me tocó la espalda, las piernas, me pidió que caminara, me agachara... Después me dijo que se le hacía raro que no me hubiera inyectado la consulta pasada. Confié en que ese sería un procedimiento necesario y me inyectó; automáticamente me empezó a marear, seguía en la bata y me acostó en la camilla. En ese momento perdí el conocimiento... No me acuerdo de nada.

Saliendo de ahí le marqué a mi mamá… No tengo idea qué pasó mientras estaba inconsciente en el consultorio. Hoy, después de ver los testimonios de las mujeres valientes, entiendo que era la forma de abusar de este señor, que esperaba que sus pacientes estuvieran en momentos vulnerables para inyectarles una sustancia que no sabemos qué es, dejarnos inconscientes y hacer lo que quisiera mientras nosotras no podíamos reaccionar.

Lo que me parece más duro de todo es que años y años después este doctor sigue allá afuera, operando y con la libertad de seguir abusando de mujeres que confían en su profesión.

No nada más se le debería de quitar su cédula, este hombre debería estar en la cárcel, sin la posibilidad de volver a dañar a una sola niña o mujer más.

Ni una más.

Mariana Martínez de Alba Casarín

Testimonio

Fui víctima del doctor Luis Antonio Hernández Robledo.

Acudí a su consulta porque me dolía un dedo del pie.

Me aplicó una inyección en el glúteo... Me sentí mareada, con sueño, hasta el punto de perder la conciencia. Despertándome por momentos, pero sin la fuerza de hacer nada.

En esos momentos de recuperar un poco la conciencia, el “doctor” me tocaba por todos lados, al tiempo en que se masturbaba. Logré salir del consultorio tambaleante.

Relaté mi experiencia con amigas y en chats para que no acudieran con ese “doctor”. Así me contacté con Laura y después con varias más.

No todas tienen esta suerte y oportunidad de contactar con abogados. Quedan calladas ante este delito por no saber ni por dónde empezar o por culpabilidad o pena injustificada ante esto.

Un grano de arena para detener y no dejar impunes a quienes abusan de la mujer.

Jacqueline Leroy

Testimonio

En consulta, le expliqué al doctor Hernández un problema que tenía en el lado derecho de la rodilla. Me dio una bata para ponérmela, le pregunté si era necesario cambiarme, pues yo llevaba vestido… me contestó que sí era necesario y que me quitara la ropa. No había ninguna enfermera presente.

Empezó a tocar la pierna y dijo que era necesario inyectarme para desinflamar; tras la inyección, tomó mi calzón y lo bajó más de lo que yo lo había hecho. Me puse tensa, a lo cual mencionó que me tranquilizara, que sería muy rápido. En un momento me tocó la ingle, de inmediato hice un movimiento brusco para que dejara de tocarme... yo estaba tensa y aturdida.

Me pidió agacharme y tocar con mis manos los dedos de los pies, en ese momento se puso detrás de mí, e inmediatamente me incorporé, le dije con voz entrecortada que me sentía muy incómoda, empecé a no poder respirar, estaba asustada y no sabía qué exactamente estaba sucediendo. Escuché su respiración agitada, sudaba y estaba sumamente rojo de la cara. Dijo: no se preocupe, ya terminamos… El médico me había tocado de manera indebida, aprovechándose de su poder como profesional de la salud… me sentí vulnerable, abusada y avergonzada… no soy yo quien debe sentirse avergonzada. Aun ahora me genera esa sensación de vulnerabilidad, me genera llanto e impotencia.

Compartiendo mi experiencia y escuchando a las demás compañeras ha sido una forma de procesar lo sucedido y encontrar apoyo entre nosotras.

Marilú Rodarte

Ni una más.

La columna de Lourdes Mendoza Peñaloza se publicó originalmente en El Financiero, reproducida aquí con autorización de la autora.

* Lourdes Mendoza Peñaloza es una periodista mexicana especializada en finanzas, política y sociales, con más de 20 años de experiencia en medios electrónicos, impresos, radio y televisión.