DAHLIA DE LA CERDA

Dahlia de la Cerda: “Desde los zulos”

No dejen de leer “Desde los zulos” de Dahlia de la Cerda, hay tanto por escuchar y tanto por aprehender. | María Teresa Priego

Escrito en OPINIÓN el

“Escribo para las que no tienen cuarto propio. Para las que escriben con la cría pegada a la chiche y para las que no escriben porque tienen a la cría pegada a la chiche. Escribo para las que teorizan mientras lavan los trastes... Escribo para las que perrean sucio y hasta abajo...” La cadencia en la introducción de “Desde los zulos” me remite a otra cadencia: la de Gloria Anzaldúa en “Hablar en lenguas. Una carta a escritoras tercermundistas” cuando escribe: “olvídate del cuarto propio”. Pero también, por supuesto, a Virginie Despentes en “Tenientas corruptas”, la introducción a su “Teoría King Kong”. Regreso a la escritura de Dahlia: “Escribo para las que escribir es una cuarta o quinta jornada laboral, pero se la rifan porque las palabras son un acto político, el acto político de las desposeídas”. 

Y, claro, el telón de fondo de Virginia Woolf y esa “habitación propia” que nos ha sido tan entrañable. A algunas. “A las feministas blancas”, diría Dahlia. Pues sí. Hasta que escuchamos a Anzaldúa. “Un zulo propio”, revira Itziar Ziga en el título de una de sus obras y Dahlia nos dice: “El zulo es la antítesis del cuarto propio... el zulo son las alcantarillas y los bordes”. En la escuela de la infancia se descubre colocada en el lugar ajeno, el de “otro”. No por ser niña, sino por ser pobre: “Mi primera otredad fue la naquitud y no la mujeritud”. Hablar desde allí porque sería para ella absurdo perder el tiempo en cualquier otra cosa: “A mí me interesa reivindicarme desde lo otro. Desde el ritual de la escritora que no incluye whisky sino gorditas de chicharrón verde”. 

Reivindicar su experiencia de la vida ruda, sus esfuerzos, sus amores, su barrio, su laptop empeñada, la casa en obra negra de la familia de su esposo. Su escritura me lleva a marchas forzadas. Me hipnotiza. Subrayo, porque sus “alcantarillas” vienen con una poesía furibunda y pasmosa que sería incapaz de parafrasear: “¿Quién barre los trozos de cristal de los techos que rompen las mujeres blancas?” Es rotunda Dahlia. Se le da. Aprende entre su colegio privado y su vida de barrio, que los condicionamientos de la feminidad ante los cuales decimos rebelarnos: fragilidad, sumisión, dulzura, por ejemplo, están marcados por la clase social y que por lo tanto, no es lo mismo ser “niña” (como con las monjas) que ser “morra”. Primero la clase, después el género. El feminismo y sus olas. Los activismos. Las diferencias entre “feministas del cuarto propio y de los zulos”. Su admiración por Judith Butler, Paul Preciado, Diana Pornoterrorista, Virginie Despentes e Itziar Ziga. Retomo su cita de Michelle Haimoff que nos ubica con mucha claridad en esa mirada con la que Dahlia escudriña al mundo/la munda: “Las mujeres negras se despiertan por la mañana, se miran en el espejo y ven mujeres negras. Las mujeres blancas se despiertan por la mañana, se miran en el espejo y ven a las mujeres. Los hombres blancos se miran en el espejo y ven a la humanidad”.

El activismo de Dahlia a través de la organización “Morras help morras” que realiza el acompañamiento a mujeres que abortan, su defensa de los derechos de las trabajadoras sexuales: “El feminismo radical quiere abolir todo lo que signifique la explotación, pero ven como la violencia primera al género”. Y agrega unas páginas después: “En cambio, las mujeres de los zulos están luchando contra el racismo y el clasismo”. El análisis muy claro de sus propuestas de enfoque: “La matriz de opresiones”, “las relaciones patriarcales” y  “la intersección de opresiones”. La vida privada. La “enfermedad mental”. El cambio que se ha dado con su actual posibilidad de vivir económicamente tranquila y la culpa que trae consigo. “¿Cómo dejo de sentirme culpable por querer largarme de este barrio e irme a vivir a un coto residencial?” Y con esa honestidad tan suya: “¿El dinero me está desenmascarando o me está sacando de lugares donde ya no quería estar?”

Organizar una marcha, conseguir financiamiento para trabajar, “la horizontalidad” y sus complejidades, ¿Sororidad o tirar paro?” ¿Qué es el separatismo? La violencia hacia adentro de los feminismos. Los tiempos de la Okupa. Los feminismos transodiantes. No dejen de leer “Desde los zulos”. Tanto por escuchar, tanto por aprehender: “Un feminismo desde los zulos es entender que, como señala hooks, todes, incluidas las mujeres, formamos parte de la trama de la dominación en dos niveles: violentadas y violentadoras. Que las mujeres podemos ser víctimas y victimarias”. Que se abra el debate.