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Salvando al Godín del “Todo está bien”, qué es la toxicidad positiva

No siempre mirar el lado positivo es buena idea, pues dedicar demasiado tiempo a lo positivo puede llegar a perjudicar nuestra salud mental. | Aniela Cordero

Escrito en OPINIÓN el

Cuántas veces cuando enfrentamos un problema personal o en la chamba escuchamos el típico “Algo bueno saldrá de esto”, “Siempre puedes aprender algo de la situación”, y otras variantes. Y aunque la intención de nuestro interlocutor suele ser la mejor en estas situaciones, no siempre mirar el lado positivo es buena idea, pues dedicar demasiado tiempo a lo positivo puede llegar a perjudicar nuestra salud mental. Sí, tampoco hay que abusar de lo bueno, todo con medida gente. 

En el trabajo, el mostrar emociones negativas como frustración o enojo está mal visto, y siempre buscamos mostrar nuestra mejor fachada y puede impactar en equipos de trabajo, volviendo incómodo el tener que compartir problemas que deben abordarse no solo desde el punto de vista operativo, sino emocional y cultural también. Pues, resolver los problemas que están generando sentimientos negativos o un mal ambiente laboral es la única alternativa para promover el bienestar emocional. 

Esto nos lleva al concepto de “toxicidad positiva” que se define como optimismo o positividad en exceso que no siempre tiene anclaje en la realidad, y que genera pensamientos y expectativas sobre una distorsión cognitiva que a su vez genera una sensación de impotencia, produciendo sensaciones de culpa en las personas ante la instrucción de ser feliz u optimista, y que en caso de no lograrlo, pueda ser tildado de alguien negativo, quejumbroso y que no aporta soluciones al equipo de trabajo. 

Sabemos que no podemos sentirnos felices 24/7, después de todo, para poder apreciar la felicidad, la satisfacción o la alegría, debemos experimentar otras emociones. Pero ¿qué pasa cuándo reprimimos por demasiado tiempo nuestras emociones? Estudios han ligado la represión con la depresión, reducción de autocontrol, e incremento de conductas como ingesta de alcohol. 

¿Cómo podemos evitar esta toxicidad en nuestros trabajos? Sobre todo en aquellos donde la cultura nos empuja a tener comportamientos accountables, de solucionar problemas y de siempre ver el cómo sí, sin tener espacios para desahogarse, convivir y poder sumar en conjunto con otros miembros del equipo. Bueno, primero que nada dejar de ver la emocionalidad como un problema. 

Porque siempre hay un comentario del tipo “Es que es una persona muy emocional” en un ambiente laboral con connotaciones negativas, sobre todo si esas emociones son de enojo, frustración, tristeza. Pero no escuchamos la misma frase cuando vemos alegría, satisfacción, felicidad, sino que esas emociones las asociamos con el éxito. Más allá de reprimir las emociones, o de discutir cómo nos sentimos, podemos tratar de identificar la causa de esa emoción y trabajar sobre el contexto que la causa. Y es aquí donde precisamente opera la toxicidad positiva, porque si siempre debemos ser positivos y optimistas, la queja es mala per se, y quien se queja o demuestra algún tipo de malestar o incomodidad es una persona tóxica (irónicamente). 

Segundo, el poder hacernos a la idea de que la adaptabilidad absoluta no existe, ni existirá. No estamos diciendo que la resiliencia o la capacidad de adaptación no sean habilidades valoradas en un entorno laboral y que nos facilitan el día a día. Sino que el estar en un estado de adaptabilidad y cambio constante puede llegar a ser riesgoso. 

Dentro de los procesos de cambio y aprendizaje, se requieren tener tiempos de recuperación y de descanso, pues sin ellos, el aprendizaje es imposible. Salir de nuestra zona de confort y pensar fuera de la caja es más que útil y saludable, si se hace ocasionalmente y no diario o con cada problema que enfrentamos, pues esa exigencia nos puede poner en un estatus de alerta constante, detonando sentimientos de frustración, ansiedad y puede que esconda mucho más de fondo laboralmente, como falta de procesos, falta de estructura, etc. 

Finalmente, el aprender constantemente y generar estos espacios para “aprender a aprender” o de meta aprendizaje. Sí, de todas las situaciones se puede aprender algo, incluso de las negativas. Pero como dijimos al principio, detrás del “de todo se aprende”, hay una justificación para tolerar situaciones incómodas o que nos generan malestar. 

Ya mencionamos que el aprendizaje requiere espacios de descanso y recuperación, y ahora añadimos que también necesitamos un balance con resultados positivos, pues suponer que el aprendizaje que logramos con situaciones complejas, estresantes o incómodas es suficiente para tolerarlas indefinidamente, puede afectar directamente la autopercepción y autoestima de las personas, y a nivel laboral, la retención de los empleados. ¿Quién quiere aprender todos los días con situaciones incómodas? Yo, al menos no.