El anuncio no fue sorpresivo, pero sí muy interesante. La decisión de Gustavo de Hoyos, empresario y expresidente de Coparmex, para convertirse en candidato presidencial en 2024 es una oportunidad que el bloque opositor debe tomar en serio. En consecuencia, Va por México ya puede optar entre un personaje político tradicional o una figura distinta y disruptiva para competir con el o la candidata que elija Morena.
El empresario no la tiene fácil. Por el contrario. Romper la inercia del tradicionalismo —y la de los intereses personales y de grupo que se construyen en torno a los partidos— sólo sería posible a partir de una decisión cien por ciento pragmática. Esto es, que el personaje no solo tenga la determinación y la audacia, sino la competitividad real para vencer al aparato de poder que ha construido el presidente Andrés Manuel López Obrador.
En principio, la construcción de una candidatura desde la ciudadanía parece una buena decisión. Lo que se ve poco factible es que cuente con el tiempo y los recursos que se necesitan para consolidarlo en el actual escenario. Si bien la presencia mediática de Gustavo de Hoyos ha sido activa desde hace muchos años, lo cierto es que no ha sido suficiente para registrar los números en las encuestas que necesita para hacer frente con eficacia a sus adversarios.
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Además, el reto que tiene el empresario es aún mayor si se considera que la noticia de su autodestape no tuvo el impacto que se hubiera esperado en medios y redes sociales. Tampoco logró, todavía, reacciones significativas de los líderes de opinión más influyentes. Y, lo más importante, al menos hasta ahora, es que los dirigentes de los partidos opositores no han manifestado respaldo, acuerdo o una abierta simpatía a su decisión.
En contraste, lo que no se puede descartar es que detrás del anuncio exista un plan cuidadosamente elaborado. En la ruta de la especulación, lo que sucedió el lunes no parece ser un acto aislado o una ocurrencia. Por lo pronto, hay que esperar los resultados de la gira que inició esta semana por todo el país. De igual forma, tenemos que estar atentos a las reacciones adicionales que generarán sus primeras propuestas —con “soluciones drásticas” y de “alto contraste” con el gobierno— como las que dio a conocer en los temas de seguridad, economía, migración, violencia de género, salud y educación.
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Pero eso no es todo. Hay otros puntos que podrían operar en su favor. El más importante está relacionado con el perfil de una candidatura con apariencia ciudadana. Por un lado, porque tiene el potencial de contener momentáneamente la crisis que están experimentando los partidos y sus liderazgos. Por el otro, porque si la oposición consigue posicionar a un personaje capaz de competir de tú a tú con cualquiera de sus adversarios, tendría efectos positivos en el sistema de pesos y contrapesos que requiere nuestro sistema político.
De lo que no hay duda, es que si el bloque opositor opta por una candidata o candidato tradicional sus posibilidades de triunfo serán reducidas. La selección de un personaje débil no entusiasmará a quienes desaprueban al presidente López Obrador. Tampoco cambiará la actitud de quienes están enojados, frustrados o decepcionados por los efectos adversos que aún provocan la situación económica, la inequidad o la inseguridad.
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Pero Gustavo de Hoyos tendrá que superar otros retos. El primero y más importante, que lo conozcan y le vean posibilidades de cumplir lo que promete. Lo bueno es que cuenta con un estilo y una presencia personal que podrían funcionar. Lo malo, es que, si no logra crear noticias interesantes o de alto impacto todos los días, sus posibilidades de éxito se desvanecerán muy pronto.
Un ejemplo. El mensaje que dio en el video de su lanzamiento no logró la cobertura mediática ni en redes sociales que se requería. Por supuesto que era necesario recurrir a frases de “alto impacto” para llamar la atención. No hay duda que era indispensable mostrar a un personaje que hablara claro y se viera “echado para adelante”. Era lo mínimo para conectar con la ciudadanía. El problema estuvo en que la primera narrativa no pudo captar la atención mediática en los términos deseables y que con algunas propuestas generó controversias innecesarias.
En otras palabras, para subir los niveles de posicionamiento y la intención de voto en su favor se requiere de mucho más que voluntad y determinación. La estrategia tiene que partir de la comprensión del contexto de polarización que hoy existe y en la crisis de liderazgos que tanto daño está haciendo a la oposición. Por lo tanto, hace falta un nuevo paradigma en el diseño de agenda, el discurso, la creación de conflictos para impulsar el debate y los modelos de alianza política.
Adicionalmente, Gustavo de Hoyos requiere de un detallado Plan de Riesgos. La experiencia en varios países ha demostrado que un empresario se puede beneficiar del descontento de la gente. Pero también la experiencia refiere que un hombre de negocios no se asocia fácilmente como un candidato ciudadano. Y que su trayectoria e intereses económicos provocan altos niveles de desconfianza. Este simple hecho puede provocar campañas sucias para las que debería estar preparado.
En suma. La candidatura de Gustavo de Hoyos tiene potencial. Pero su estrategia requiere de muchos ajustes para romper con las inercias, prejuicios e intereses en que se encuentran atrapados los partidos que lo podrían postular. El éxito de algunos empresarios que se pasan a la política es algo relativamente reciente, pero nunca terminan siendo identificados como unos sencillos ciudadanos.
Ahora bien. Si su decisión no va en serio, porque forma parte de una estrategia mayor, entonces lo que está haciendo y lo que está sucediendo parece lógico. En caso contrario, su arranque no permite vislumbrar un plan exitoso. Para avanzar, tendrá que corregir su estrategia porque, para ganar, un candidato disruptivo necesita una estrategia de comunicación política disruptiva.