RELACIONES EXTERIORES

¿Llegó el momento de tomar partido?

¿Cuánto tiempo más los países latinoamericanos continuarán viendo desde lejos cómo se reconfigura el resto del mundo? | Alicia Fuentes

Escrito en OPINIÓN el

Después de una gris cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) quedó claro que la región está lejos del sueño bolivariano de integración, pero más allá esta utopía, el equilibrio político que Latinoamérica ha sostenido durante los últimos años en el conflicto comercial entre Estados Unidos y China, incluso en el casi un año de la guerra entre Rusia y Ucrania, parece estar llegando al límite no sólo por la presión de Washington o de Pekín, sino por las necesidades de cada una de las naciones latinoamericanas.

La guerra comercial entre Estados Unidos y China, lanzada hace casi cinco años por el entonces presidente Donald Trump, tenía como propósito presionar a Pekín para que cambiara sus prácticas comerciales desleales; no obstante, los aranceles impuestos a las importaciones chinas han tenido un efecto negativo a corto plazo y éste se ha observado más entre los consumidores, la producción y el empleo manufacturero estadounidense sólo en ciertas industrias (autopartes, hardware de TI, productos intermedios y bienes de capital). Por el contrario, China parece no tener mayores consecuencias; el tamaño del mercado chino y los vínculos entre empresas extranjeras y chinas parecen mantenerse; tan sólo los europeos, a pesar de las interrupciones en la cadena de suministro causadas por la guerra comercial y la pandemia, mantuvieron su compromiso con el mercado chino durante 2021 y 2022; mientras que los países latinoamericanos se han convertido en grandes destinos para la inversión china, cuyo monto entre 2005 y 2020 alcanzó los 83 mil millones de dólares.

A este escenario entre las relaciones comerciales entre las dos economías más grandes del mundo, se suma la aparente escalada del conflicto chino-estadounidense provocada por el globo chino derribado el pasado 4 de febrero que sobrevolaba sin permiso por el territorio de Estados Unidos presuntamente con fines de espionaje, alimentando con ello lo que algunos analistas llaman la nueva Guerra Fría y en cuya ecuación también se encuentra Rusia.

Para muchos, los globos chinos podrían constituir una alerta sobre posibles actividades de inteligencia del coloso asiático a nivel global, esto muy a pesar de que el Ministerio de Asuntos Exteriores de China afirmara que se trata de “un error” y que debido a las condiciones meteorológicas y a la limitada capacidad de control de la aeronave ésta se desvió de su trayectoria original; es cierto, una vez puede tratarse de “un error”, pero a más ocasiones ¿puede llamarse una acción deliberada? presumiblemente se han registrado sobrevuelos de globos chinos en cerca de 40 países, entre ellos Colombia y Costa Rica.

Por más que los 13 líderes de los países latinoamericanos y el Caribe que asistieron al encuentro en Buenos Aires evitaron mencionar tanto el conflicto comercial entre Estados Unidos y China como la guerra entre Rusia y Ucrania, parece que el tiempo los ha alcanzado para pronunciarse por uno y otro lado en ambos conflictos. Justo el 14 de febrero pasado llegó el llamado desde Ucrania para dejar de lado su “neutralidad” en la guerra ruso-ucraniana y que hasta ahora, salvo Nicaragua, Cuba y Venezuela, el resto de los gobiernos latinoamericanos no se han sumado ni a las sanciones comerciales contra Rusia ni al envío de apoyo militar a Ucrania, más bien han optado por mantenerse al margen.

Lo cierto es que la ambigua posición de los líderes latinoamericanos en un escenario de guerra caliente los pone en la situación, sin pretenderlo, de enemistarse abiertamente con cualquiera de las potencias en pugna. Es obvio que el alineamiento, ya sea en bloque o individualmente, nada conviene a los países latinoamericanos, pues éstos necesitan mantener sanas relaciones comerciales y atraer inversiones, sin importar si vienen de Estados Unidos, China, Rusia o de cualquier otro país. Si bien mantenerse al margen de conflictos que aparentemente poco conciernen a la región no sería nuevo, como ocurrió con el grupo de países no alineados durante la Guerra Fría entre Estados Unidos y Rusia el siglo pasado, la situación actual pone de manifiesto la interrogante de ¿cuánto tiempo más los países latinoamericanos continuarán viendo desde lejos la forma en cómo se está reconfigurando el resto del mundo?