#INFILTRADO

Ovidio vivía entre Culiacán y CDMX, donde libró un atentado

Ovidio Guzmán era perseguido por autoridades y sicarios rivales, y estuvieron muy cerca de atacarlo en la CDMX. | Antonio Nieto

Escrito en OPINIÓN el

A pesar de ser considerado el menos violento de los “Chapitos”, Ovidio Guzmán era perseguido por autoridades y sicarios rivales. Los Arellano Félix lo querían muerto a él y a sus medios hermanos, Iván y Jesús y estuvieron muy cerca de atacarlo en la Ciudad de México.

Con ayuda del gobierno estadounidense, según informes de la Marina en poder de este columnista, agentes federales lograron intervenir las comunicaciones encriptadas del círculo más cercano a Ovidio, apodado “Ratón” y conocer su paradero en una hacienda del pueblo de José María, a unos 33 kilómetros de Culiacán, desde enero del año pasado, cuando su emisario, Luis Irminger Moreno Lizárraga, fue detenido en la alcaldía Venustiano Carranza. Las comunicaciones tenían un servidor propio, como el que usaba su padre, Joaquín “El Chapo” Guzmán, montado por un experto colombiano que a la postre se convirtió en testigo protegido de Estados Unidos.

Luis Irminger Moreno Lizárraga, el “Moreno”, fue capturado por la Secretaría de Seguridad Ciudadana capitalina cuando conducía un Mercedes Benz, cerca de la colonia Popular Rastro. “Soy familiar de Ovidio”, dijo a los policías y añadió que era su representante en CDMX, donde los “Chapitos” se asentaron desde 2020, luego de sostener algunas reuniones con bandas criminales locales en Coyoacán. Explicó que Ovidio vivía cerca de Culiacán, en una hacienda en lo alto de una colina, rodeado de un puñado de pistoleros y trabajadores de confianza. El “Moreno” recalcó que los “Chapitos” ya no salían de Sinaloa desde que intentaron matar a Ovidio en el “Humo”, como llaman a la capital.

Eso era verdad. El 24 de octubre de 2021, Ovidio comía en el restaurante The Cheesecake Factory de Parque Delta, donde se considera el inicio de la parte sur de la ciudad. Cuatro sicarios de los Arellano Félix lo tenían a unos metros, armados con pistolas .9mm. El “Ratón” sólo iba con dos escoltas y se movía en una Land Rover y un Mercedes Benz. Usaba una gorra, chamarra negra y lentes. Dos de los pistoleros se cambiaron de mesa, a espaldas del hijo de “El Chapo” Guzmán y uno envió un audio de voz a su jefe, identificado como el “Pelón”. “Estamos listos”. La orden de abrir fuego nunca llegó.

Pasaron los minutos y Ovidio se levantó y se acercó a la salida. Eran las 18:30 horas cuando, nuevamente, uno de los asesinos envió otro audio: “el warro ya está sacando la camioneta y el objetivo se está subiendo”. El ataque no se dio porque había mucha gente y las posibilidades de fallar y de matar a inocentes era alta. Al menos así lo vio el “Pelón”, quien ordenó seguir a Ovidio de vuelta al hotel donde se había hospedado, el Vermont de la comercial colonia Nápoles, cerca del World Trade Center. Quien planeaba el atentado era, presuntamente, Pablo Núñez, el “Flaco”, un cabecilla de los Arellano Félix al que el cártel de Sinaloa culpaba de la aniquilación de una familia completa el 6 de agosto de ese año, en Tijuana. El 15 de octubre de 2021, el “Flaco” envió a Miguel Ángel Velázquez Figueroa, Alexander López Plasencia, Alejandro Valenzuela Mexia, Carlos Alberto Bretado y Aarón Alejandro Tostado Rocha y la tarde del 24 de octubre de ese año, todo estaba dispuesto para un baño de sangre en un de los centros comerciales más visitados de CDMX: Parque Delta. Cuatro días más tarde, marinos que vigilaban a Ovidio en el hotel Vermont avisaron a policías de la SSC sobre la presencia de los sicarios, los cuales finalmente fueron detenidos en el cruce de Dakota y Vermont. Esta historia se supo gracias al análisis de sus teléfonos celulares. Todo lo habían borrado, salvo Aarón, quien conservaba los mensajes del 24 de octubre con el “Pelón” y otros con el “Viejito”, quien les hacía depósitos en efectivo para hospedaje, comidas y otros gastos. Ovidio no volvió a Ciudad de México, ni sus hermanos, subrayó la Marina en sus informes. Y eso que solían venir con frecuencia: paseaban en Masaryk, comían en sus bistró y gastaban hasta 300 mil pesos en Gucci o en Palacio de Hierro. Además, Ovidio presuntamente se reunió con un supuesto alto mando de la Guardia Nacional, pero desde ese 2021 no volvió a pisar suelo chilango. La Marina le pisaba los talones hasta la hacienda donde fue capturado la semana pasada, en medio de narcoterrorismo y una veintena de muertos que resultaron del operativo militar para que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador se cuelgue una medalla de oro. 

¿Se debilita el cártel de Sinaloa? En lo absoluto. No obstante, este columnista cuenta con información de que los “Chapitos” están furiosos y suponen que a Ovidio lo entregó Ismael "El Mayo” Zambada. Les han contestado: “se relajan o los relajamos nosotros”, lo cual tiene a Sinaloa caminando por un hielo muy delgado que podría romperse sobre aguas de sangre. La realidad es que la Marina y el gobierno de Estados Unidos al que querían era a Iván Archivaldo, pero su seguridad ha sido, hasta ahora, impenetrable y fueron las intervenciones telefónicas lo que facilitó la ubicación del “Ratón”, aunado a la captura de su emisario en 2021. 

Enterado está, querido lector y recuerde: el infiltrado es usted.