ELECCIONES 2024

La herencia

Si quien hoy encabeza la administración federal logra sus intenciones políticas, lo esperable es que su herencia sea una suerte de “Maximato”. | Ricardo de la Peña

Escrito en OPINIÓN el

En apenas veintiún meses habrá llegado a su fin el actual período de gobierno del Ejecutivo federal y deberá tener lugar un relevo que se advierte festejo mutuo de traspaso de la banda si ganase alguien incondicional o ausencia del evento de transición si es alguien del bando opuesto. Esa actitud ya se va haciendo común en los regímenes presidencialistas, que han devenido en confrontaciones polares donde cada parte rechaza tajantemente a la otra y no quiere aceptar sus derrotas.

Lo que quedará del presente

Qué tanta continuidad podrá tener el indefinible proyecto de “cuarta transformación” dependerá sobre todo del resultado electoral que produzca un nuevo encargado del Poder Ejecutivo. La  franca sumisión adoptada por los legisladores de la actual mayoría no deja duda de que serían más bien vasallos que acompañantes de darse una continuidad, aunque no contaran con una condición mayoritaria en el seno del propio legislativo, en el supuesto de darse un gobierno dividido.

Si quién hoy encabeza la administración federal logra sus intenciones políticas, lo esperable es que pudiera presentarse una suerte de “Maximato”, donde desde el Sureste se orientasen los destinos del país y los fieles seguidores simplemente acataran los designios. Eso, desde luego, supone un acotamiento de quienes realmente pueden aspirar a la candidatura del partido cuasi-oficial y excluye de antemano a quienes pudieran ser conflictivos, por contar con un potencial de autonomía.

A pesar de un eventual cambio

Pero aún y cuando no se logrará la continuidad en el puesto Ejecutivo, resultaría muy difícil que quienes hoy gobiernan no tuvieran la capacidad de contener a una mayoría legislativa de quienes son opositores, de darse ésta, puesto que resulta escasamente viable que, aun dándose una alternancia, alcanzaran la mayoría calificada que se requeriría para revertir muchas de las reformas que se realizaron con el contubernio de la propia oposición y que demandaron en su momento el respaldo de más de dos tercios de los legisladores. La posible resistencia estaría entonces ahí, aunque su continuidad podría verse afectada por la propensión conocida de los cuadros derivados de la tradición priista, hoy encarnada en Morena, de acomodarse a la corriente predominante.

Lo que hoy se cuestiona como manifestación de cinismo y como síntoma de una creciente anomia sistemática: la abyección ante las decisiones del Supremo y la defensa a ultranza de intereses más allá de toda lógica o del respeto a cualquier principio ético o legal, podría en su momento ser el soporte para virajes pragmáticos de muchos actores que diera píe a una nueva coalición mayoritaria. El tortícolis es un padecimiento que afecta lo mismo a las élites políticas que a las económicas e incluso a muchas otras expresiones de la sociedad mexicana en ese proceder que cuando la mayoría es del otro se critica y cuando es propia se alaba.