INFILTRADO

Los caribeños reclutados por la mafia

El año pasado sumaron 19 dominicanos o haitianos detenidos por delitos contra la salud. | Antonio Nieto

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Escrito en OPINIÓN el

Un día Billy decidió perseguir el Sueño Americano, pero por la vía corta y más peligrosa. Era de Santo Domingo, República Dominicana y recién se había convertido en padre. Su primo vivía en Nueva Jersey y desde 1997 vendía crack en las calles. Solo tenía Instagram, donde se hacía llamar “Dom(inican) Perignon”. Nunca había estado en prisión y eso alentó a Billy a seguir sus pasos, pero algo ocurrió que, al llegar a Ciudad de México, el joven de 28 años de edad ya no pudo avanzar hacia el Gringo.

Primero se hospedó en hoteles cerca del Centro Histórico, pero cuando el dinero se le acabó, rentó un diminuto cuarto en la azotea de una vecindad en Ignacio Comomfort. Fumaba mariguana y por las noches vagaba por Garibaldi y pedía dinero; ahí conoció a un compatriota suyo, Freddy, de 31 años de edad. Freddy le llegó a fiar mariguana y una ocasión le prestó cincuenta pesos para que comiera. Así rodaron los meses. Freddy y Billy empezaron a juntarse y éste último le dijo que necesitaba dinero para llegar hasta Estados Unidos. Le contó que tenía un primo en el hampa de Jersey y que tendría “trabajo” seguro. Freddy le advirtió que si quería llegar a la frontera necesitaría más que unos pesos, que él podía presentárselo a unas personas para que empezara a generar. A los pocos días, Billy fue reclutado por narcomenudistas de la alcaldía Cuauhtémoc, quienes le dieron bolsitas de mariguana para vender en afuera de los bares de Insurgentes centro, la San Rafael y Santa María la Ribera. “El perico deja más”, le dijeron, pero Billy admitió que tenía miedo de engancharse y prefirió pura yerba.

Así, de acuerdo con la carpeta de investigación FCH/FICUH-CUH-2/UI-3C/D/0050/01-2013, Billy y Freddy hicieron pareja para distribuir droga. Ahí conocieron a un par de haitianos reclutados en 2021. Siempre andaban juntos, igual que Billy y Freddy, con el fin de protegerse. Andaban con cuchillos de cocina o navajas por si ocurría algo con un cliente. Uno de los haitianos tenía moretones en la espalda y el trasero pues, según les contó, había recibido un correctivo por parte de sus jefes, pues una vez se quedó dormido y no regresó a tiempo una motoneta que le habían prestado para repartir perico en el Centro. La había dejado en el patio de la vecindad cuando debía haberla estacionado en un estacionamiento público donde guardaban hasta armas. En realidad, Billy no se estaba volviendo rico con la venta de mariguana, pero al menos ya no gastaba en su afición por fumar al despertar y para dormirse. Freddy llevaba más tiempo y vestía con mejor ropa: suéter de cuello de tortuga y pantalones de vestir con mocasines. Billy tenía un aspecto más descuidado: espigado y con un caminar encorvado, las manos en los bolsillos y ropa holgada y deslavada.

El 9 de enero pasado, Billy y Freddy caminaban por la calle Doctor Enrique González. En la esquina con San Cosme, según el expediente de la Fiscalía capitalina, a uno de ellos supuestamente se le cayó una bolsa de mariguana, cosa que detectó un oficial de la Secretaría de Seguridad Ciudadana. Tras pedir apoyo, los dos dominicanos fueron detenidos y presuntamente se les encontraron 33 bolsas con mariguana, por lo cual no pudieron alegar que era para su consumo y fueron imputados por narcomenudeo.

Freddy dijo que le fueron sembradas por los elementos, luego de que se negara a una revisión y comenzara a reñir contra ellos. Billy contó su historia y admitió que vendía droga para un grupo criminal, pero no quiso aclarar para cuál. Únicamente dijo que no llevaban tantas bolsitas como los policías declararon. Que como fumaba mucho, su ropa quedaba impregnada, cosa que los oficiales sabían porque ya habían intentado detenerlo en otras ocasiones. Freddy le decía que no cargara con mucha mota, que cuando estuvieran vendiendo en bares la dejara en la moto y que cuando se les acabara fueran por más a su casa. Ese 9 de enero, Billy reprochó que los habían “cargado”. Agentes de Investigación se comunicaron con la Embajada, pero acorde con lo que supo este columnista, sus funcionarios no mostraron demasiado interés por defender a sus compatriotas. “Es que ya es un problema, cada día es más común que los agarren”, opinó un detective. Incluso, en la Embajada les ponían pretextos como que no trabajaba nadie después de las 15:00 horas.

Freddy y Billy son solo dos, pero de acuerdo con cifras de la Fiscalía, el año pasado sumaron 19 dominicanos o haitianos detenidos por delitos contra la salud. Muchos fueron deportados por reincidentes y uno ya estaba bajo proceso por tentativa de homicidio. Representan mano de obra barata para el crimen organizado chilango, que los ha puesto a “tirar” su droga a cambio de patrocinarles su propia adicción. Los engaña: les asegura que les pagarán bien, pero a la hora de la hora les pagan en “especie”. Les dicen que “los patrones no han pagado” y así se la llevan hasta que alguno protesta y recibe una golpiza. Algunos centroamericanos y caribeños aspiran a trabajar con los colombianos, que pagan a la Unión Tepito por dejarlos prestar dinero bajo el “gota a gota”, pero pocos se atreven, pues han visto que terminan acusados de extorsión, lo cual es un delito grave. Entonces deciden distribuir droga prácticamente gratis, invisibles para la mayoría de los capitalinos, salvo para los policías que saben perfectamente que, si los ven un mes o dos, muy probablemente no sean turistas y estén puestos para detenerlos e inflar sus cifras positivas.

Enterado está, querido lector y recuerde: el infiltrado es usted.