ECONOMÍA

Peso fuerte, dólar barato

El encarecimiento del peso hace que los dólares de las remesas se traduzcan en menos pesos para millones de familias. | Jorge Faljo

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Las notas financieras nos describen con jolgorio una inusitada racha de fortalecimiento del peso; una tendencia que prevaleció a lo largo de 2022 y que aceleró en las últimas semanas. El tipo de cambio no es algo fijo, sino sujeto a variaciones cotidianas. Comparemos no obstante un día reciente con un año antes. Cifras del Banco de México nos indican que el 27 de enero de 2022 el dólar costaba 20.39 pesos, mientras que este recién pasado 27 de enero solo valía 18.78 pesos.

Para un mexicano una mercancía en dólares es ahora 8.5 por ciento más barata; para el exterior una mercancía mexicana es más o menos el mismo porcentaje más cara.

El cálculo se complica si consideramos la inflación en los dos países. Comprar un dólar más barato compensa la inflación norteamericana de alrededor del 6.5 por ciento, así que las mercancías de los Estados Unidos cuestan algo menos. En sentido contrario la inflación en México de casi el 8 por ciento anual se sumaría al encarecimiento del peso para costar casi un 17 por ciento más en dólares. No es un asunto menor la pérdida de competitividad nacional que esto implica.

El fortalecimiento del peso, o visto en sentido contrario, el abaratamiento del dólar, deriva de la mayor entrada de dólares al país. Un primer rubro a mencionar es la balanza comercial en la que, a reserva de cifras definitivas, el déficit comercial de 2022 fue menor al de 2021, lo que podría apuntarse como menor salida de dólares. Por otra parte, las remesas enviadas por los trabajadores mexicanos en los Estados Unidos tuvieron un incremento substancial, cercano al 15 por ciento según datos del Banco Mundial.

Hubo, además, un incremento de la inversión extranjera directa de un 29 por ciento el año pasado respecto al anterior. Lo que podría asociarse al creciente interés por invertir en México derivado del conflicto político económico entre Estados Unidos y China y que lo coloca como posible receptor de “nearshoring”. Es decir, de inversiones que antes habrían ido al país asiático, pero que ahora Estados Unidos busca ubicar en un espacio más cercano.

Finalmente, la entrada de divisas más significativa por su impacto en la paridad y porque deriva de una decisión de política monetaria interna, es la atracción de capitales volátiles. Banco de México mantiene una tasa de interés de referencia substancialmente superior a la norteamericana. Mientras que en los Estados Unidos esta tasa se encuentra entre 4.25 y 4.5 por ciento, en México es de 10.5 por ciento. Una diferencia nada despreciable que es un importante imán para los capitales volátiles.

A la tasa de interés debe añadirse otra vertiente de ganancias para estos capitales: el encarecimiento del peso. Supongamos que una inversión financiera en México se hizo comprando pesos hace un año a 20.39 por dólar; pero que ahora con un peso más fuerte se podría regresar a dólares con ganancia.

Para algunos de estos capitales un tercer factor de ganancia puede ser más importante que el diferencial de la tasa de interés: se trata de la Bolsa Mexicana de Valores que en estas cuatro semanas de 2023 ha acumulado una ganancia del 13.02 por ciento.

Tasa de interés superior a la internacional; fortalecimiento del peso y altas ganancias en las inversiones en acciones son una combinación muy atractiva para los fondos financieros externos que estarían provocando una espiral de fortalecimiento del peso y mayor atracción de capitales especulativos.

Una medida que mitiga el riesgo de la entrada de capitales volátiles es el incremento de las reservas internacionales del Banco de México. Sólo que importa recordar dos cosas. Una es que en otros países las reservas se constituyen con ingresos positivos en la balanza comercial; aquí esas reservas se hacen con parte de los dólares que algún día pueden decidir volar hacia otro sitio. Lo segundo es que referenciar esas reservas al monto de los capitales externos no parece lo más adecuado cuando las grandes estampidas de capital del pasado fueron encabezadas por capitales mexicanos.

Que el fortalecimiento del peso es una elección de política lo expresó mejor que nadie el C. presidente López Obrador cuando recientemente declaró que el Banco de México ha sabido actuar bien al guiarse por las decisiones que se toman en Estados Unidos. Cuando es necesario optar entre contener la inflación y afectar el crecimiento es preferible la primera opción porque repercute en el poder adquisitivo de la población.

Cierto que la elevación de las tasas de interés tiene por objetivo reducir la inflación, pero lo hace por la vía de la reducción del consumo. Al tener que pagar tasas más altas los empresarios productivos reducen sus inversiones; los que tienen tarjetas de crédito también reducen su demanda. El encarecimiento del peso hace que los dólares de las remesas se traduzcan en menos pesos para millones de familias. El golpe a la inflación bajando demanda tiene varios frentes no muy positivos.

Abaratar el dólar es también antinflacionario porque permite traer mayores importaciones a menores costos. Cabe recordar que el eje del combate a la demanda de esta administración es la reducción de aranceles y la eliminación de toda traba administrativa a las importaciones; la plena libertad de mercado, con dólares abaratados, en beneficio de los que menos tienen.

Es una decisión de política que, como lo expresa el presidente, afecta el crecimiento. Lo hace al reducir la rentabilidad y limitar las capacidades de inversión internas, o de plano empujar a la quiebra a multitud de empresas que tienen que competir con importaciones más libres y más baratas. Lo que tal vez se vea compensado en alguna medida por las grandes inversiones extranjeras en algunos sectores de interés global, como la minería de litio, los semiconductores, los automóviles eléctricos y las estaciones de carga que habrán de requerir.

Podríamos pensar que el incremento de la inequidad en ingresos y en la estructura productiva que genera esa estrategia podrá ser compensado en alguna medida por la continuidad en el incremento de las transferencias sociales y en la inversión pública, en lo que resta de la actual administración. Algo que sería positivo, pero que enfrenta dos limites: uno, la pequeñez del estado mexicano cuya captación fiscal es cercana a la mitad del promedio de los países de la OCDE, de la que forma parte; dos, la decisión de ser austeros y no jugar el papel de inversionista relevante (como en el caso del litio), en la economía nacional.

Tal vez deberíamos pensar en una estrategia que intente contener la inflación a la vez que, con visión de futuro, impulse y proteja la producción en los sectores no globalizados de la economía de los que depende la mayoría de la población.