DECLARACIÓN DE NORTEAMÉRICA

Competitividad; la visión trinacional

El fortalecimiento del peso permite un alivio temporal al incremento de los precios. | Jorge Faljo

#OpiniónLSR.
Escrito en OPINIÓN el

Hace una semana abordé los temas de equidad, medio ambiente, migración, salud y seguridad. de la “Declaración de Norteamérica” suscrita por los presidentes de México, Canadá y Estados Unidos. Dejé para esta ocasión lo referido a “competitividad” que es el más sustancial y merece mayor atención.

Los puntos principales del fomento a la competitividad se localizan tanto en la Declaración mencionada como en forma más detallada en un documento de la Casa Blanca. Se trata de crear nuevas cadenas de suministro regionales más sólidas, de promover la inversión en semiconductores y baterías para vehículos eléctricos, de mapear con precisión las reservas existentes y potenciales de minerales críticos y diseñar la capacitación adecuada para preparar a la mano de obra para su participación en las industrias de semiconductores, información y comunicaciones, bio-manufactura y otras actividades tecnológicamente avanzadas y de energías limpias.

El planteamiento es muy ambicioso y la visita de los presidentes norteamericano y canadiense a México, procurando un ambiente cordial, haciendo a un lado motivos de disputa y olvidando desaires previos, hace ver el interés norteamericano en el planteamiento.

La propuesta ocurre en el contexto del creciente distanciamiento, franca rivalidad y creciente alarma norteamericana respecto del crecimiento de China que apunta a sustituir a los Estados Unidos como primera potencia tecnológica y económica del mundo en los próximos 20 años.

Estados Unidos tiene una enorme dependencia de las importaciones de semiconductores, de alta tecnología digital, de litio procesado y de tierras raras procedentes de China. Con riesgo de empeorar si Taiwán, el mayor productor mundial de semiconductores altamente especializados, decide en el futuro avanzar hacia su reintegración con China, un país del que forma parte legal de acuerdo a las constituciones de los dos gobiernos.

Básicamente se trata de que México se convierta de manera acelerada en una fuente de aprovisionamiento confiable de los elementos señalados que son, todos ellos, estratégicos para el desarrollo de las tecnologías de punta.

Visto del lado norteamericano se trata de diseñar medidas de fomento estatal para reorientar las inversiones hacia objetivos geopolíticos precisos. Se inscribe en el marco de los objetivos de seguridad nacional de los Estados Unidos. Implica un giro mayúsculo al plantear abiertamente la sustitución del libre mercado por una estrategia de política industrial concertada entre los tres países.

Avanzar por esa ruta representa una importante oportunidad para México que, sin embargo, no está exenta de riesgos. Los tres países se acercarían a lo planteado en sus tratados comerciales, el TLCAN y el TMEC: integrar las tres economías en beneficio de sus poblaciones. Algo en lo que se ha fracasado rotundamente hasta ahora. Las tres economías se integraron más con China que entre ellas mismas; las inversiones fluyeron hacia China y fue su población la efectivamente beneficiada mientras que las de México y Estados Unidos se empobrecían.

China siguió una estrategia muy exitosa basada en mano de obra barata, moneda competitiva y política industrial definida. De esa manera se globalizó convirtiéndose en la gran fabrica industrial del mundo.

Aprovechar la oportunidad generada por el planteamiento norteamericano requiere revisar y en su caso reproducir a nuestro modo, los pilares del éxito chino. Como puntos a favor la mano de obra mexicana es más barata que la china y estamos más cerca de los mercados norteamericano y canadiense. Pero requerimos definir una política industrial, agropecuaria y ambiental que no sea mero eco de la propuesta norteamericana. Eso sería un cambio fuerte porque hasta el momento hemos preferido seguir los dictados del mercado y no la propuesta constitucional de un Estado rector de la economía y garante del bienestar de la población.

A continuación, hay que considerar el asunto de la moneda competitiva. Justo en estas semanas hemos visto un notable fortalecimiento del peso que no tiene sustento en la situación actual ni en las perspectivas económicas del país. Amenaza la recesión global y en los Estados Unidos en el 2023. Las perspectivas para México no son mejores. Pero el peso se fortalece de manera artificiosa por el elevamiento excesivo de la tasa de interés en México; lo cual atrae capitales volátiles que generan un ambiente de incertidumbre cambiaria hacia el futuro. Sobre todo, cuando se avecina el cambio político más importante, el de la Presidencia de la República.

El fortalecimiento del peso permite un alivio temporal al incremento de los precios dado que las importaciones se abaratan cuando al mismo tiempo se les quitan todo tipo de aranceles y trabas, incluso las inspecciones sanitarias.

Sin embargo, esa estrategia está golpeando duro a los productores nacionales; a los exportadores porque son menos competitivos y a los proveedores del mercado interno porque las importaciones se han abaratado favoreciendo su ingreso al país.

El estilo de integración de las cadenas productivas definidas como estratégicas por los Estados Unidos en un contexto de peso fuerte y mercado abierto corre el riesgo de ser un factor de mayor inequidad. Las inversiones puntuales en sectores de alta tecnología y en capacitación de una mano de obra especializada, que no serían malas en si mismas, serían congruentes con la atracción de capitales especulativos y el fortalecimiento del peso que erosionarían aun más a la pequeña y mediana producción convencional del campo y la ciudad. Caeríamos en un modelo de inequidad extrema en el que el sector globalizado conviviría con la informalidad y el desempleo masivos solo atemperados por la multiplicación de las transferencias sociales concedidas como medio de control político por Estado débil.

La oportunidad que se presenta está diseñada para pocos. Hay que aprovechar el genuino interés que tienen los Estados Unidos en reforzar estas cadenas de suministro para negociar una estrategia nacional de mayor envergadura. Una que contemple la protección de la producción convencional del campo y la ciudad como un elemento complementario de generación ocupacional y mejoramiento del ingreso basado en el trabajo.