#CENTINELA

Militares sin control

Las fuerzas armadas mexicanas se moverán a placer ante la complacencia de su Comandante Supremo y en un contexto de incertidumbre marcado por la violencia. | Jorge Medellín

Escrito en OPINIÓN el

El presidente Andrés Manuel López Obrador y sus huestes morenistas lograron su cometido: oficializar la incrustación de la Guardia Nacional en la estructura de la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) para con ello desencadenar lo que será una de las etapas más difíciles de la historia moderna del país, marcada por la militarización y sus graves consecuencias políticas y sociales.

Los militares dieron un enorme paso en su recomposición e inserción como nuevo y contundente actor político y social. Prevalecerán bajo un pretendido control civil, pero rigiéndose por sus mismas reglas, en un ámbito intocable e intocado por el mundo civil en el que serán juez y parte de sus actos, de sus excesos, de sus omisiones, complicidades, errores y estrategias fallidas para hacerse cargo de la seguridad pública del país.

Ejército y Marina emergen ahora como constructores, como administradores, como nuevos, inéditos e inciertos encargados de negocios de los que deberán obtener ganancias que justifiquen su nuevo rol y relación con una sociedad de la que provienen y, al mismo tiempo, han abusado, han reprimido y ajusticiado por órdenes de los políticos y por iniciativa propia.

La Historia no miente.

La fraseología barata de la 4T no alcanzará nunca para disfrazar lo ocurrido e intentar esconderlo, meterlo debajo de la alfombra con el argumento falaz y ofensivo de que este Ejército no es el de antes. En realidad, es el mismo, pero bajo otros contextos, escenarios y actores.

Es el mismo, pero sin rendirle cuentas a la justicia, sin abrirse al escrutinio real, sin auténticos controles civiles, sin resultados medibles, contundentes y positivos en cuanto a su estrategia de combate al crimen y su impacto en la reconstrucción de un amplio esquema de seguridad que involucre a los cuerpos policíacos municipales y estatales a los que debería ayudar a capacitar para sacar adelante la misión que les era inherente. Todo esto no es del interés de los militares. Sus miras has estado y están en otro ámbito en el que los cuerpos policíacos, especialmente a nivel federal, han sido un estorbo.

Hace algunos años, varios mandos castrenses lo dijeron con todas sus letras, lo plantearon con crudeza: no puede haber y no permitiremos que exista una corporación de seguridad que rivalice con las fuerzas armadas en cantidad, en despliegue, en armamento, en presencia. Ese fue el punto final para la Policía Federal, presentada por la SEDENA como el epítome de la corrupción y la podredumbre de los gobiernos neoliberales priístas y panistas del pasado inmediato.

Sin controles reales, con agendas pendientes sin resolver como la del respeto a los derechos humanos -dentro y fuera de los cuarteles- y convertidas en inusitado pilar y sostén de la Cuarta Transformación morenista, las fuerzas armadas mexicanas se moverán a placer ante la complacencia de su Comandante Supremo y en un contexto de incertidumbre marcado por la violencia y la expansión del crimen organizado en sus múltiples formas, tolerado por el presidente en aras de obtener los argumentos necesarios para justificar los nuevos roles de soldados, pilotos, marinos y guardias como último dique ante el caos que es el sello de la casa presidencial.