#ITINERARIOPOLÍTICO

¡Oculta el circo del Estado la destrucción del país!

Muchos mexicanos se niegan a abrir los ojos para poner freno a la dictadura, ¿hasta cuándo? | Ricardo Alemán

Escrito en OPINIÓN el

Una de las herramientas favoritas de los populistas es el espectáculo callejero; el circo capaz de exaltar los ánimos sociales y, por tanto, borra los fracasos de los malos gobiernos, ante los ojos ciudadanos.

Así, el mítico Circo Romano –que data del Siglo I–, fue origen y emblema de la distracción oficial hacia los fracasos más escandalosos de los gobernantes; como la falta de empleo, la carestía de básicos y el hambre.

Además de que simboliza la sentencia clásica de que “al pueblo, pan y circo”. Y es que el Circo Romano, junto con teatros y anfiteatros de las ciudades romanas, fueron durante 5 siglos los espacios lúdicos por excelencia para conseguir la distracción social, frente a las raterías y los escándalos de los ineficientes emperadores y dictadores de la Roma después de Cristo.

Pero también es cierto que en México casi todos los presidentes han utilizado alguna modalidad para la distracción social, sobre todo populistas como Echeverría y López Portillo.

Sin embargo, la llegada de López Obrador al poder marcó un cambio radical en la utilización de la propaganda circense con un claro objetivo “engañabobos”, al extremo de convertir al mandatario mexicano en uno de los mayores expertos en la manipulación social y en el engaño.

Y es que desde hace casi cuatro años los mexicanos hemos visto pasar frente a nuestros ojos –en Cadena Nacional de radio y televisión–, el denigrante espectáculo de las “mañaneras”, que no son otra cosa que propaganda mentirosa diseñada para alimentar la distracción social.

Por eso, son pocos los ciudadanos a quienes les importa que luego de 46 meses de mentiras diarias, López Obrador haya atesorado la nada honrosa clasificación del mandatario “más mentiroso del mundo y de la historia”, con casi cien mil afirmaciones falsas, no verdaderas o imposibles de probar.

Pero recientemente los propagandistas de López Obrador descubrieron una nueva “veta engañabobos” que ha resultado exitosa para los propósitos de la propaganda mentirosa y distractora.

Se trata de los conciertos en el Zócalo de Ciudad de México, a los que no sólo son llevados los acarreados de siempre, sino que se suman aquellos ciudadanos que gustan del “pan y del circo” gratuitos.

Y es que se trata de verdaderas “romerías” pueblerinas en donde la prole adquiere a bajos precios todo tipo de “fritangas” y “fayuca”, al tiempo que gratuitamente se presentan grupos musicales famosos que hacen el deleite de los asistentes.

El primer ensayo del nuevo fenómeno mediático de propaganda oficial “del pan y el circo” se llevó a cabo la noche del 15 de septiembre, en medio de un Zócalo repleto de asistentes al mítico “Grito de Independencia”, amenizado por la participación del popular grupo de Los Tigres del Norte.

El experimento se repitió la noche del domingo 25 de septiembre, bajo la promoción de la jefa de gobierno de CDMX, Claudia Sheinbaum, quien patrocinó en el mismo escenario la presentación del Grupo Firme, también con arrolladora audiencia.

El éxito habría sido tal que la precandidata presidencial presumió que al concierto acudieron 280 mil personas, audiencia que según ella habría superado a todos los conciertos llevados a cabo en esa plaza. Lo cierto es que no es nuevo el uso clientelar del “circo callejero” y tampoco se trata de la mayor concentración para escuchar a un grupo musical de manera gratuita.

Por ejemplo, en 1981, en Monterrey, Rigo Tovar y su grupo amenizaron por más de cinco horas el mayor concierto público en la historia; circo callejero en el que participaron alrededor de 500 mil personas, desplegadas a lo largo del Río Santa Catarina, que cruza la capital de Nuevo León, entre otros municipios de la zona conurbada.

En realidad, lo novedoso de “las mañaneras” y “los conciertos” promovidos por López Obrador y Sheinbaum, es que se tata de espectáculos que pretenden ocultar lo inocultable; el fracaso escandaloso de dos gobiernos que han llevado al país a la ruina, por un lado y a su capital, por el otro.

De esa manera, la montaña de mentiras diarias que pronuncia López Obrador y el espectáculo callejero –en el Zócalo–, buscan que los ciudadanos olviden la inflación de espanto que recorre el país y que afecta a los más pobres.

Es un circo que pretende esconder la criminal mortandad por la pandemia, que provocó 700 mil defunciones; la guerra criminal que resultó en 130 mil muertes; el despilfarro de cinco millones de vacunas Covid-19; la destrucción de los sistemas de salud y educativo y la quiebra del IMSS y el ISSTE.

Pero, sobre todo, se trata de esconder al gobierno federal más opaco de la historia; el más corrupto y que a diario destruye la democracia mexicana, al tiempo que militariza al país para soportar la tiranía que vivimos.

Por su parte, el circo promovido por Sheinbaum oculta el fracaso de una gestión que ha llevado a la capital del país a uno de sus peores momentos; con el Metro colapsado; las vialidades elevadas a punto del derrumbe, la vialidad desquiciada, la inseguridad desatada y el ambulantaje sin freno, por citar algunos de los muchos fracasos en la CDMX.

El problema de fondo, sin embargo, no son los populistas en el poder, cuyo objetivo es la destrucción de la democracia y el empobrecimiento de las clases medias.

No, el principal problema es que a pesar del tamaño de la tragedia de Estado que vivimos, aún muchos mexicanos se niegan a abrir los ojos para poner freno a la dictadura que ya está entre nosotros.

Por eso volvemos a preguntar: ¿hasta cuando reaccionará la sociedad mexicana?

Al tiempo.