#JUSTICIAPARAHERME

Hermelinda

Hermelinda vivió durante 11 años en la calle que hoy muestra su rostro. | Carlos Gastélum

Escrito en OPINIÓN el

Por los rumbos de Artículo 123, entre las calles Balderas y Humboldt de la Ciudad de México, existen fotografías y carteles que piden #JusticiaParaHerme. Hermelinda Vergara, mejor conocida como Herme, era una persona en situación de calle que desapareció a mediados de 2021. Su expareja y amigos la buscaron en los lugares usuales: los albergues que frecuentaba y las dependencias encargadas de atender a esta población vulnerable.

Al principio, las autoridades señalaron que estaba en recuperación, pero nunca fue posible verla. Tras meses de insistencia, y ya en 2022, supieron la realidad: Herme había fallecido en junio de 2021, abandonada en calidad de desconocida en un hospital, para luego ser enterrada en una fosa común en el panteón Dolores. Todo indica que su muerte no solo se negó, sino se ocultó.

Hermelinda vivió durante 11 años en la calle que hoy muestra su rostro. Hace una década, ahí se levantaba un campamento compuesto por varias carpas que llegaron a agrupar más de cuarenta personas en situación de calle. Su entorno era el de la vulnerabilidad extrema: la higiene era inexistente, las banquetas se volvieron sus baños públicos para expulsar orina y heces, y la ‘mona’ era el común denominador entre las manos y las narices de todos sus habitantes.

Los más tranquilos pedían una moneda al transeúnte o al conductor de coche después de limpiarle el parabrisas. Había otros que se ponían más agresivos en sus demandas, abordando personas intimidatoriamente, algunos cometiendo delitos. También se veían, por aquellas épocas, lujosos coches que hacían paradas en el punto ya entrada la madrugada, aparentemente para conseguir sustancias ilícitas que ahí se vendían.

En esos tiempos un periodista fue a entrevistar personas que vivían en el campamento para conocer los motivos del por qué estaban ahí. Algunos confesaban que habían tenido peleas familiares irreconciliables que los aventó a las calles. Otros, que las adicciones los adentraron en círculos de los cuales ya no podían salir. Unos cuantos más no buscaban excusas ajenas: aseguraban que les gustaba la calle y que en ella pensaban vivir y morir.

Con el paso de los años, diversas autoridades se acercaron para trasladarlos a albergues o buscar alguna solución de vida. A veces unos se convencían de dejar el sitio. Otros solo los dejaban temporalmente para luego regresar. Varios de estos últimos, también, impulsados por organizaciones ciudadanas cuyos ingresos dependían del número de personas en situación de calle, lo cual generaba perversos incentivos.

Fue una madrugada del 2017 cuando llegó un operativo compuesto por ambulancias, camionetas y tanquetas de agua. En menos de una hora, el campamento quedó sin huellas. La mayoría de las personas que ahí vivían fueron trasladadas y dispersadas a centros de atención pública y otras, como Hermelinda, se refugiaron en otros lugares como en el parque contiguo a la Ciudadela.

En la zona se pusieron unas Ecobicis -que serían retiradas un año después-, y luego una exposición fotográfica -cuyo material apenas estuvo unos cuantos meses-. Aunque el campamento se fue, una decena de personas en situación de calle permanecían en el día por los alrededores, para por las noches encontrar refugio en otro lugar.

Entre estas personas estaba Hermelinda. Como ya no había campamento por atender, quedaron a merced de la desatención pública y un ahondado desprecio social. Ya no se les procuraba, y los rondines por atenderlos se volvieron menos frecuentes, más cuando llegó la pandemia.

Quienes conocieron a Hermelinda, cuentan que su único ruego a los albergues era, que de morir, no la llevaran a una fosa común. Su pesadilla, no obstante, sería su último destino.