TIPIFICACIÓN E IDENTIDAD

Tipología

La coherencia entre el hacer de quien inició y de quien continúa un proyecto dependerá siempre de la sinceridad del propio fundador del grupo. | Ricardo de la Peña

Escrito en OPINIÓN el

En ocasiones elaborar una tipología es una manera de aproximarse al entendimiento de un fenómeno. De hecho, catalogar, clasificar, etiquetar en compartimentos estanco a elementos de un conjunto da una idea, tal vez primitiva, pero auxiliar, sobre las características relevantes que definen al universo. En ocasiones, lo idóneo es arribar a una taxonomía compleja, mas hay veces en que una muy sencilla otorga mayor claridad y, por ende, dota de una mejor comprensión de lo que se pretende visualizar.

Dos grupos básicos

Si pretendiéramos clasificar a los seguidores de un líder populista que ha logrado que el poder se personifique en él, es posible que un primer camino sea simplemente separar en dos subconjuntos a los integrantes del séquito. Llamemos a unos los ideológicos, pues es precisamente la adopción de determinadas creencias, principios elementales, los que les guían para otorgar su respaldo al líder, al que ven como cabeza de un proyecto acorde con objetivos que son coherentes con su propia forma de ver el mundo y la vida, que han internalizado desde antes de sumarse al proyecto del prócer. Pongamos luego la etiqueta de pragmáticos a los otros, pues su posicionamiento no parte de la aceptación de determinados valores que creen que conducen el actuar del dirigente, sino que cínicamente lo siguen por la oportunidad que mantenerse como parte de la manada les da para la obtención de beneficios, ya sea mediante el logro de posiciones dentro del propio grupo, o del acceso lícito o ilícito a recursos financieros y materiales. En tal caso, la sinceridad del propio dirigente le tendrá sin cuidado.

Cómo clasificar

Si bien es dable establecer esta suerte de partición básica, es casi imposible saber, sin recurrir al diván, quiénes forman parte de uno y otro grupo. La imagen que se tenga de cada persona que siga al líder será producto de la empatía que se haya tenido con ella al momento de tener algún contacto personal o a través de su actividad mediática. El rostro, los gestos, el timbre de voz, la serenidad, la firmeza, en fin: todos los aspectos que formen parte de la apariencia y del carácter mostrado por la persona llevará a considerar que se trata de alguien convencido con determinados valores y que por ello habrá decidido respaldar un liderazgo, o que se trata meramente de alguien que aparenta haber hecho suyos estos principios, pero que en realidad carece de moralidad y sólo se ha convencido de que debe estar detrás de un dirigente por los beneficios que ello le deparará.

Cuando se dé un relevo en el liderazgo del grupo, sea por el motivo que sea, aunque suele provocarse por ausencia física, quien suceda será necesariamente seguidor cercano de quien salga, pero esta cercanía podrá estar fundada en una identificación ideológica auténtica o ser producto de una proximidad fáctica lograda por interés del seguidor y por la construcción de una conveniencia mutua. De existir realmente una comunidad de valores, el seguimiento estrecho del proyecto que haya encauzado el líder será algo que se dé de manera casi automática, propiciada por quien hereda. Pero en caso de tratarse de una sucesión auspiciada desde el oportunismo, los auténticos objetivos del nuevo dirigente saldrán tarde que temprano a la luz y encausarán su accionar. Claro que la coherencia entre el hacer de quien inició y de quien continúa un proyecto dependerá siempre, también, de la sinceridad del propio fundador del grupo, quien pudo enarbolar determinados principios únicamente como un recurso retórico, que escondió desde el arranque objetivos prácticos concretos, inconfesables si se buscaba el respaldo público. Toda una mascarada.